La muerte reciente de Santiago Carrillo ha hecho aflorar de nuevo la polémica sobre los asesinatos de Paracuellos, antes incluso de que se celebre su aniversario en noviembre. Esta polémica tiene un fondo ideológico y político. Apesta. En la red berrean los guerracivilistas y en la prensa gallean de nuevo los historiadores, sin que se distingan apenas unos de otros. Mal asunto. Casi nadie habla de los muertos, que es lo importante de verdad.
El debate sobre Paracuellos se plantea sobre dos falacias fundamentales. La primera tiene que ver con la responsabilidad original de los asesinatos, es decir, con los inductores de la masacre. Ángel Viñas, hablando del libro El terror rojo, de Julius Ruiz, plantea así la cuestión: «Ruiz es consciente de que la tesis hiperfranquista de que una incitación soviética (de la NKVD) a favor de la masacre “reduciría” la responsabilidad de los asesinos republicanos». Esto es falso, o en todo caso solo sirve para la batalla particular del guerracivilismo. Con su pan se lo coman. Teniendo en cuenta que los asesinatos los llevaron a cabo los comunistas y los anarquistas y que toda la Junta de Defensa era consciente de cómo se habían organizado las sacas sin que nadie hiciera nada por impedirlas hasta la llegada de Melchor Rodríguez, importa muy poco que la idea partiera de los rusos o de los españoles. Los comunistas se implicaron con entusiasmo en la masacre, los anarquistas también participaron y el resto fue incapaz de oponerse. No se asesina a dos mil quinientas personas en pocos días si se titubea o se cumplen órdenes con las que no se está de acuerdo.
La segunda falacia sobre el debate de los asesinatos de Paracuellos tiene que ver con su supuesta excepcionalidad: “Paracuellos aparece como norma en lugar de lo que realmente fue, una dramática excepción”. Los asesinatos masivos de noviembre no fueron una excepción, sino el punto final a una labor de exterminio iniciada desde los primeros días de la contienda. Las sacas habían comenzado antes y las llamadas a la limpieza de la retaguardia y al exterminio de los fascistas eran habituales en la prensa y en las consignas lanzadas por los cabecillas de los partidos. Por poner solamente algunos ejemplos de Mundo Obrero: “¡Limpiemos la retaguardia!” (portada del 28/7/36); “Es preciso exterminar rápidamente al enemigo, se esconda donde se esconda” (27/7/36); “La Dirección de Seguridad, de por sí sola, no está en condiciones de catalogar a los enemigos del régimen” (4/8/36); “¡Limpiad la retaguardia!” (7/8/36); “La consigna es: exterminio” (portada del 10/8/36); “¡Firmes, hasta exterminarlos!” (portada del 24/8/36); “La defensa de Madrid: es preciso limpiar la retaguardia” (26/9/36). Con titulares como estos en la prensa republicana y consignas semejantes dadas a la policía se podrían cargar varios volquetes. Por otro lado, convendría hablar de las checas oficiales, como la de Fomento. Todavía no hay un estudio serio sobre los asesinatos cometidos en ella. A más de uno le sorprenderían las estadísticas. No: Paracuellos fue una meta, no una excepción. La idea de que la excepcionalidad de Paracuellos se usa como norma para tapar los crímenes fascistas no merece mayor comentario. A nadie le gusta que le tomen por idiota.
El pasado día 21 cuatro historiadores publicaron en El País un artículosobre los asesinatos de Paracuellos. En él insisten en las dos falacias fundamentales y profundizan la brecha entre dos supuestos bandos, dando lugar a que cualquier crítica razonada sea tachada inmediatamente de fascista si no concuerda con sus presupuestos. Les recuerdo, para que se hagan una idea del nivel de la disputa, que sobre éste y otros temas César Vidal sea uno de los historiadores más citados por Viñas en su libro El escudo de la República y en otros tomos sobre sus estudios de la guerra.
Los autores establecen tres categorías para hablar de Paracuellos: contexto, chispazo para la acción y responsabilidades y supervisión.
El primer punto de su artículo se refiere al contexto. No voy a decir nada más que sustituyan esa palabra por “justificación”, que es la más adecuada para las pretensiones de los autores.
El segundo y tercer punto se refieren al “chispazo”. Basándose en un informe de Vladimir Gorev, afirman que el “cerebro” de Paracuellos es Alexander Orlov. Viñas ha sostenido en algunos foros que el informe de Gorev admite otras interpretaciones (“Para mí es inequívoco, aunque reconozco que existen otras interpretaciones”). Exacto. Lo único que hace Gorev es alabar la labor de Orlov en la represión (como también agradece el trabajo de Mihail Koltsov y de Roman Karmen). En ningún caso sostiene que fuera Orlov quien planteara ni quien planeara Paracuellos. Por otro lado, hay un informe similar de Stepanov que agradece la labor hecha por el PCE. Como a Viñas no le sirve para sus presupuestos (véase la primera falacia), lo desecha argumentando que Stepanov, alias Moreno, posiblemente alias Schwarz, no estaba en España en 1936 y que “contó de oídas”. Aquí se puede replicar que Stepanov no podía contar de oídas, como si hubiese sabido de Paracuellos en la barra de un bar, sino directamente por los implicados, a los que por otro lado conocía de anteriores estancias en España (cosa que Viñas dice que no está demostrado, aunque hay varios testimonios de ello). Como pueden comprobar, no hay ni un solo documento que permita confirmar la responsabilidad de Orlov. Interpretaciones pueden hacerse las que se quieran.
En el cuarto punto se responsabiliza a Pedro Checa (Pedro Fernández Checa, como meticulosamente lo citan) de ser el enlace entre Orlov y los elementos comunistas que se encargaron de la logística de las matanzas. No podía ser otro, por su cargo, y tenía gran experiencia en la organización de las células clandestinas desde antes de la guerra. Ahora bien, resulta difícil creer que Pedro Checa moviera un solo dedo sin la aquiescencia de, al menos, el secretario general del PCE, José Díaz. La puesta en marcha de la masacre no es responsabilidad única de una sola persona, sino de todo un partido.
Del quinto punto se puede decir que las primeras sacas tuvieron lugar mucho antes de la constitución de la Junta. Es cierto que todos sabían lo que se estaba haciendo. Miaja, por supuesto, y también Carrillo. Lo que se hizo con los presos era responsabilidad directa de Santiago Carrillo, Consejero de Orden Público.
El puntos seis, siete y ocho se insiste en la responsabilidad de Pedro Checa. Es innegable, y yo insisto en lo dicho dos párrafos más arriba. En la BF ya se le citó en 2009 en relación a Paracuellos. Por otro lado, ya era hora de que se hablara de los mandos que organizaron las sacas: Santiago Álvarez Santiago, Andrés Urresola, etc. También la BF fue pionera al aclarar estas responsabilidades y empiezo a estar hasta los cojones de que no se cite en ningún sitio (excepto aquí). El punto número 7 es curioso: como bien señaló Jon Juaristi, confirman que los comunistas infestaban la DGS desde el principio de la guerra. Su experiencia en la caza del fascista es incluso anterior a ésta, lo que desmiente la tesis de uno de los autores del artículo, Paul Preston, esgrimida en su libro El Holocausto español. También se desmiente la formulación de otro de los autores, Fernando Hernández, cuando en su libro Guerra o revoluciónachaca la responsabilidad de las matanzas a elementos “neocomunistas y anarquistas”. De neocomunistas nada de nada: comunistas de raza, corazón y pelotas.
El punto nueve es pura reflexión ideológica. Carrillo no tuvo mano a la hora de organizar las sacas, pero fue responsable de que se llevaran a cabo. Y si se le relaciona con más énfasis con Paracuellos cuanto más se acerca la Transición, quizá tenga que ver con que siempre negó haber sabido nada de lo que ocurrió en Madrid. Cargar la mano con Checa para desvincular a Carrillo no tiene ningún sentido. Carrillo jamás fue un transeúnte que pasara casualmente por allí.
El último punto y el epílogo no son más que la formulación exacta de la segunda falacia que he comentado anteriormente.
Por si alguien piensa que de Paracuellos ya se sabe todo, que es un tema manido y que ya se les ha rendido durante el franquismo suficiente homenaje a los muertos, les confirmo que hoy por hoy es imposible listar los nombres de los cerca de 2500 asesinados.
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