Analfabetismo numérico, versión Groenlandia

por Arturo Quirantes.



En España existe grandes lagunas en determinados campos mientras que en otros somos realmente expertos. Un desconocimiento realmente preocupante en temas científicos o culturales acompañado de un descompensado conocimiento en temas de corazón o deportes.  A veces se trata de asuntos que el ciudadano medio no tiene por qué recordar, como la diferencia entre una proteína y un aminoácido, o cuándo nos birlaron Gibraltar.  En otras muchas ocasiones, se trata de echarle dos dedos de frente.  En cierta ocasión, un concursante del concurso “¿Quiere ser millonario?” se debatía intentando adivinar qué general ganó la batalla de Bailén.  Había dos nombres a escoger, un español y un francés.  Bastaba con saber qué bando había ganado la batalla.  Por supuesto, el concursante falló.
Entre los múltiples casos de ignorancia, el anumerismo está especialmente extendido.
Con ese palabro me refiero a la incapacidad de muchas personas para desenvolverse en el mundo de las cifras (Bernardo Marín dixit).  Ya saben, el tipo de persona incapaz de distinguir entre millón y billón, que cree que subir el IVA del 8% al 16% es un aumento del 8% (es el doble).  Yo los veo en todos los exámenes.  Les pongo el típico ejemplo de un satélite en órbita terrestre, para que me calculen la masa de la Tierra, y les sale una masa inferior a la de un portaaviones.  Y se quedan tan panchos.  Y si luego van a revisión de exámenes y les haces notar lo incongruente de la respuesta, se encogen de hombros en plan “yo hice los números y he cumplido, si me sale un resultado absurdo no es culpa mía.”  Por supuesto, sí es culpa suya, y nos veremos en septiembre.
Recientemente hemos sido testigo de anumerismo en grado de tentativa masiva y alevosa, con el periodismo copypasteador como colaborador necesario.  La NASA ha distribuido imágenes basadas en datos de satélite, según las cuales el 97% del hielo superficial de Groenlandia se había derretido.  La noticia, desde su fuente original, fue recogida por Europa Press (en realidad, traducida y poco más), y desde ahí ha saltado a telediarios y periódicos.  A tenor del tratamiento informativo que ha recibido la noticia, bien parece que el becario de guardia (con mis respetos a los becarios) se limitó a tomar la nota de prensa y pasársela al jefe, al que le venía de perlas una noticia impactante para rellenar el minuto que siempre les queda antes del bloque deportivo.
El problema es que la noticia fue totalmente distorsionada.  La nota de la NASA afirmaba que una cantidad récord de superficie helada se había derretido en Groenlandia.  Donde el satélite captaba hielo, ahora hay agua.  Eso les llevó a los periodistas a pensar que toda la capa de hielo de Groenlandia se había derretido.
El detalle, sin embargo, es que esa capa de hielo tiene un espesor de dos kilómetros.  ¿Tienen idea de la cantidad de hielo que significa eso?  Se trata de un volumen enorme.  Mucho hielo.  De verdad, muuucho.
El primer problema radicó ahí: en que muy pocos periodistos se preocuparon por leer bien la nota de prensa original.  No se les puede perdonar por no saber inglés, ya que el comunicado de Europa Press era poco más que una traducción al español.  Hay medios de comunicación que recogieron la noticia con cierto grado de fidelidad, como por ejemplo RTVE.es y Publico.es; aunque sospecho que el motivo es que se ajustaron a la nota original escrupulosamente, al menos no metieron la pata y dieron la noticia correctamente, hablando del “hielo superficial.”  También cumplieron correctamente su tarea medios más serios como La Información, donde aberron vigila incansablemente contra la tontería. Echo de menos alguna noticia de esmateria.com, pero en el momento de escribir estas líneas no han reaccionado todavía.
En cualquier caso, un medio de comunicación que contase con un científico de guardia no sería engañado tan fácilmente.  En primer lugar, el derretimiento de una capa tan enorme de hielo requeriría una cantidad de energía asombrosamente alta.  En segundo, tanto hielo derretido subiría el nivel de los mares de forma perceptible.
Vamos a hacer unos números, a ver de cuánto hielo fundido estamos hablando.
Comencemos por el volumen.  Por supuesto, nuestros datos no serán exactos, pero nos darán una idea aproximada del “orden de magnitud,” que es el término elegante que usamos los científicos para decir “poco más o menos.” Según la Wikipedia, Groenlandia tiene una superficie de unos dos millones de kilómetros cuadrados“.  La nota de la NASA nos indica que la capa de hielo tiene un espesor de hasta tres kilómetros en el centro; cerca de la costa, esa cantidad es bastante menor.  Seamos conservadores, y supongamos un grosor medio de dos kilómetros.  Eso nos daría un volumen cuatro millones de kilómetros cúbicos.
Un volumen tal de hielo se reducirá un 10% al convertirse en agua, lo que nos dará unos 3.600.000 km^3 de agua, que evidentemente irán a parar a los océanos de la Tierra.  Si recuerdan de sus tiempos de colegio (y si no, ya saben), la superficie de agua (océanos y mares) de nuestro mundo es de unos 360.000.000 km^2.  De distribuirse uniformemente por todos lados, el nivel del mar subiría en más o menos 3.600.000 / 360.000.000 = 0,01 kilómetros, es decir, unos diez metros.
Ahora que tenemos a montones de comentaristas de televisión desplegados en la playa para informarnos de que en verano hace calor, incluso el más alelado se daría cuenta de que un chiringuito sumergido bajo las aguas resultaría un fenómeno digno de mención.
Estos datos son bastante aproximados, pero incluso si no los tuviésemos a mano, nada nos impediría utilizar el sentido común.
Digamos que usted no tiene Internet.  No sabe cuál es la extensión de Groenlandia, pero según recuerda de los mapas es grande, digamos “del orden” del millón de kilómetros cuadrados.  Eso de “del orden” significa que puede ser algo más o algo menos, pero no será mucho más ni mucho menos (es decir, no 1.000 ni 100.000.000).  El grosor de la capa de hielo es desconocido, pero podemos razonar que es “del orden” del kilómetro.  Así que el volumen de hielo es “del orden del millón de kilómetros cúbicos.”  La superficie de los océanos es … vaya, tampoco nos acordamos, pero si recordamos del cole es “del orden de los cientos de millones de kilómetros cuadrados.”  El cociente será “del orden de la centésima de kilómetro,” es decir, del orden de los diez metros.  Incluso sin saber los datos exactos, la regla de los dos dedos de frente y un poquito de cultura general nos salva el día.
El siguiente cálculo es de nota: ¿cuánta energía sería necesaria para fundir todo ese hielo?
Yo he hecho algunos cálculos sencillos, pero tienen bastante margen de error, así que para no liarla parda mejor me los guardo.  No importa, porque no hay más que usar un poquito el sentido común.  ¿Cuatro millones de kilómetros cúbicos fundidos en apenas cuatro días, en una región del globo a temperaturas bajo cero, donde apenas luce el sol y con capas de nieve que reflejan la luz solar en un 90%?  Incluso el becario editor más tonto debería darse cuenta de que algo suena raro.  No hay más que pensar en lo que tarda en fundirse un charco helado en invierno, la cantidad de quitanieves y sal que necesitamos para dejar expedita una autovía.  Sentido común, no se pide nada más.
Llevo algún tiempo pensando que una de las cosas que necesitan los medios de comunicación de este país es un asesor científico, que pueda “traducir” e interpretar este tipo de noticias.  En un paisaje donde todos los periódicos y televisiones echan mano de las mismas notas de prensa para dar casi exactamente la misma información (excepción hecha de la muy polarizada información política), una especialización en ciencia y tecnología puede marcar la diferencia.  Puede que me equivoque, pero no me quiten la ilusión de soñar con un mundo en el que la información científica y técnica sea veraz, clara y popular.  Adopte usted un divulgador científico, señor editor. Le evitaremos quedar en ridículo.  Y además, somos amables y cariñosos.

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