El 5 de abril de 1979 la explosión de una bomba colocada por ETA en la cafetería El Mohicano de Pamplona acabó con la vida de su propietario, PEDRO FERNÁNDEZ SERRANO, que era la única persona que se encontraba en ese momento en el establecimiento.
El Mohicano, situado frente al Gobierno Civil de Navarra, donde estaba instalada la Jefatura Superior de Policía, era frecuentado por policías y guardias civiles. El explosivo, un artefacto compuesto por goma-2 conectado a un dispositivo de relojería, había sido colocado en el depósito de agua de los servicios de caballeros del bar a las 21:00 horas por varios terroristas, programado para que explotase dos horas más tarde. En torno a las 23:00 horas se produjo la explosión que provocó la muerte de Pedro. El dueño del establecimiento se encontraba en ese momento entre el comedor y los servicios.
Su mujer, Raquel Martínez, también trabajaba en el establecimiento, pero como todos los días a esas horas había subido a la vivienda para dar la cena a sus hijos. El domicilio familiar se encontraba en el cuarto piso del mismo edificio donde estaba la cafetería. Raquel Martínez recuerda que, después de acostar a los pequeños, se sentó a hacer ganchillo, a la espera de que subiese su marido. Hubo un momento en el que se levantó para coger algo, y fue entonces cuando se produjo la explosión. "La bomba me levantó hacia arriba", cuenta de aquel momento. "Me eché las manos a la cabeza y exclamé en voz alta: ‘¡Dios mío, mi marido!’. Bajé corriendo y entré al local, pero ya estaban allí algunos policías procedentes del Gobierno Civil. Oí que uno de ellos decía: ‘Coged a Raquel, coged a Raquel’. No querían que viese el cuerpo de Pedro".
En enero de 1983 fueron condenados por el asesinato de Pedro, a 27 años cada uno, los etarras Miguel Mateo Asnariz Dicastillo, Ricardo Garciandia Solano y María Gloria del Sagrario Recarte Gutiérrez. Estos dos últimos fueron detenidos en octubre de 1981 en una operación de la Guardia Civil en la que también cayeron otros miembros del grupo Nafarroa de ETA. Este mismo grupo de etarras fue el que asesinó, el 2 de enero de 1979, al policía Francisco Berlanga Robles. Ricardo Garciandia Solano salió de prisión en 1999, tras haber cumplido 18 años, y María Gloria Recarte Gutiérrez lo hizo en el año 2000, habiendo cumplido 19 años en prisión.
Pedro Fernández Serrano tenía 35 años y era natural de Salamanca. Estaba casado con Raquel Martínez y tenía dos hijos de 3 y 4 años. Había recibido amenazas anteriormente en nombre de ETA precisamente por atender a la clientela de su local, muy frecuentado por policías, guardias civiles y funcionarios del Gobierno Civil.
Desde que asesinaron a su marido la vida de Raquel, una viuda de 28 años, se centró en sacar adelante a sus hijos, su única "obsesión". Un año después del atentado le dieron un estanco y, sin ninguna experiencia previa, se colocó al otro lado del mostrador. La atracaron varias veces, y en tres ocasiones llegaron a ponerle una navaja en el cuello, pero superó ésas y otras muchas adversidades pensando en los dos pequeños que dependían para todo de ella. No quería para ellos grandes carreras, sólo que fuesen trabajadores y buenos. Y así ha sido. Raquel y sus hijos afrontaron su situación en una soledad casi total, sin el menor apoyo institucional o social, sin ayudas, sin becas, sin nada. Muchos años después, entraron en contacto con la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Las primeras reuniones a las que acudió la confortaron mucho, ya que por primera vez pudo hablar de su historia con personas que se hacían cargo de su situación.
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