La introducción de unas declaraciones en los medios puede justificarse por la solvencia del texto o de la persona que las realice. El argumento de autoridad de ese Rastani era nulo: un mero trader que ni siquiera era tal, y sobre cuyos títulos la BBC no hizo una mínima investigación decente. Pero es que, además, la solvencia del relato en sí sólo estaba fundada en delirios ficcionales, suministrados, día tras día, ¡y esto es lo mejor de todo!, por el propio periodismo. Al fin y al cabo, Rastani sólo hizo que anudar las codas, las metáforas irresponsables, las hipótesis creativas, los minutos de la basura de incontables relatos periodísticos. Su caso revela la extremada y preocupante fragilidad de un sistema comunicativo (y, por lo tanto, también financiero) donde cualquier aduana parece haberse desmoronado. «Salgado replica a Rastani». Hasta ahí hemos llegado. No es probable que haya viaje de vuelta.
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