[S]i uno se centra sólo en la teoría abstracta se tiende a encerrar en redes endogámicas de pensadores que no saben comunicarse con los demás y que al final ni ellos mismos se entienden, porque crean un lenguaje con el que parece que se refieren a algo de la realidad pero cuando tratan de contrastar sus visiones encuentran que no encaja nada. En segundo lugar, es importante mantener las dos aproximaciones porque para ser un buen divulgador hay que tener un modelo teórico y una riqueza teórica muy grande porque, de lo contrario, uno se dedica a repetir obviedades, falsedades, a caer en populismos y demagogias que, tal vez puedan influir en la política pero que desde luego no es deseable que lo hagan; a menos que tengan una base teórica sólida y que en este caso, el populismo combinado con un modelo teórico detrás, puede ser un instrumento para llegar a la gente y sobre todo a los políticos que son los amantes y expertos en el populismo.
Los riesgos son que para llegar a demasiada gente estemos renunciando a proposiciones que sabemos ciertas pero que son incómodas para los demás. Con la verdad hay que ser dogmático en el sentido de que no hay que renunciar a ella. No debemos considerarla un dogma en el mal sentido de la palabra como si se tratara de algo irracional no apoyado en nada sino de algo que llevamos a través de la recta razón y del contraste con la realidad, si lo queremos, porque el debate epistemológico no está cerrado. Pero todo esto sin adoptar actitudes acomodaticias estratégicas en las que se busque componendas que supongan cambiar de opinión o adherir a verdades contradictorias. Sí es legítimo establecer puentes, elaborar modelos que se traduzcan en otros lenguajes e incluso relajar algunas de las premisas más comprometedoras, y todo ello con el fin de facilitar el entendimiento mutuo. No obstante, siempre se debe conservar una posición diáfana y aclarando que se trata de simplificaciones muy grandes y preservando la realidad de las premisas sin terminar vendiéndose al mejor postor académico.
Pontificar y considerar que un economista no se equivoca en nada o que no se equivoca en nada sustancial […], nos lleva a escudarnos en una teoría que puede estar bien en general, que puede ser muy atractiva, que puede abrir muchos horizontes de razonamiento y de desarrollo teórico pero que no es en absoluto una verdad revelada. Toda pontificación de un economista que haga perder de vista que su teoría es falible, como toda teoría, presenta estos serios peligros.
Fuente: Francisco Capella.
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