Juan José Arenas de Pablo es un nombre que a la mayoría de personas tal vez no les diga nada. No es de extrañar este desconocimiento, fruto de la discreción de un ingeniero entregado con devoción a su trabajo: el cálculo y diseño de estructuras singulares y, sobre todo, puentes, que hablan por sí mismos: el puente de La Barqueta en Sevilla, el puente móvil del puerto de Barcelona, el Puerta de las Rozas en Madrid, el del Tercer Milenio en Zaragoza… todos ellos convertidos en auténticos iconos de sus respectivas ciudades. Esperamos a que nos reciban en la entrada del estudio de Arenas & Asociados de la capital cántabra, entre un modelo a escala del citado puente de Zaragoza y una fotografía de gran formato recién desembalada del viaducto de Las Llamas de Santander, obra inaugurada hace unos meses. Poco dura la espera, porque al minuto escaso de nuestra llegada, Juan José nos recibe. Tras las presentaciones de rigor y algún que otro guiño cómplice (“he visto vuestra revista en internet, ¡es muy divertida!”), rápidamente la conversación se centra en su pasión: los puentes. Hablamos sobre el viaducto de de Las Llamas, obra de la que se muestra muy orgulloso y que comenta en contraste con una estructura en ejecución a la entrada de Santander, que califica de “desastrosa”.
¿Sigue existiendo esa rivalidad entre las profesiones (ingenieros y arquitectos)?
Yo creo que estamos donde estábamos. Y así no vamos a ningún lado. Con motivo de la redacción de la Ley de Ordenación de la Edificación, insistí públicamente, y a varios arquitectos amigos, que exigieran la figura de un ingeniero estructural. Porque aquí en Santander ya he visto caerse tres edificios, entre ellos el Hospital de Valdecilla, la fachada de nueve plantas, que era para verlo. Y el hotel Bahía, que era un edificio de siete plantas, me parece; un proyecto de después de la guerra civil. Resulta que tenía pilares de 30×30 cm, de hormigón de 120 kg/cm2 de resistencia y con una única barra de acero de diámetro 12 mm, centrada en el eje (*). Las cosas no fallan… hasta que fallan. Por otro lado ¿podría un ingeniero con una formación matemática y mecánica buena, tener la sensibilidad de un arquitecto? No lo sé, no es fácil, porque además, de alguna manera, la formación rigurosa del ingeniero te coarta. Pero, pese a todo, ese tipo de profesional lo necesita la sociedad.
(*) Para hacerse una idea, según la instrucción de hormigón EHE-08 vigente, el hormigón armado como mínimo debería tener el doble de resistencia (250 kg/cm2) y la cuantía mínima para ese pilar necesitaría unas tres veces más superficie de acero, de partida, sin tener en cuenta los esfuerzos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario