LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Después de trece días de calabozo, Sara Marta luce cansada, pero la sonrisa es la misma. Su casa está llena de activistas, tanto de su partido como de otros movimientos de la oposición pacífica interna.
Ella quiere atenderlos a todos, y hacemos un aparte para preguntarle: ¿Dime lo que recuerdas del momento de tu detención? Rápida responde:
“Si supieras que no recuerdo mucho, no sé si tenía dos, tres o cuatro agentes aguantándome, tratando de inmovilizarme. Si recuerdo que me tiraron dentro de un auto patrullero, y luego uno de ellos me dobló las rodillas. Así fui hasta la estación policial de la calle Infanta.
Luego para bajarme allí fue otra odisea. Y después me arrastraron escaleras abajo hasta el sótano donde están los calabozos. Cuando me dejaron me dolía todo el cuerpo.
Se fueron los vestidos de civil, y una mujer policía me pidió mis pertenencias y le dije: ¿Qué pertenencias tu quieres, si yo no tengo nada. Ustedes me sacaron de mi casa como yo estaba. Entonces me hace alusión a los cordones de mis tenis, no te preocupes, le dije, que no me voy a ahorcar, y se los entregué.
También me pidió las manillas con los lemas cambio y democracia que llevo puestas en mi brazo. Le respondí que no se las iba a entregar, que si quería me las quitara, pero que procurara no se rompieran ni se perdieran.
Esa policía se fue y al rato vinieron otras dos. Eran altas y de constitución fuerte. Ya las conocía de otras detenciones. Hablamos muy poco. De nuevo me pidieron las manillas y les dije lo mismo. Un poco que me sorprendí cuando una de ellas me aguantó el brazo y la otra suavemente me las quitó. Después una dijo a la otra casi en tono de advertencia: Estas manillas no se pueden perder ni romper.”
Estábamos de pie en la sala de su casa, frente a un pequeño librero, las interrupciones eran constantes y por un momento pensé que se abortaría nuestra charla. Pero pudimos retomar el tema.
“Estuve 96 horas sin beber agua. Al cabo de ese tiempo, los instructores de la Seguridad del Estado me dijeron que iba a ser procesada por atentado y escándalo público. Entonces pensé, si voy a juicio tengo que llegar en buen estado porque yo misma me voy a defender. Por este motivo comencé a beber agua de nuevo.
Me sacaron muchas veces para interrogatorio; pero sinceramente, mis captores están perdidos.
Pude notar en mi tiempo de calabozo, que la policía se mantiene al margen, al menos en nuestros casos. Ellos dicen que somos un trabajo de la C. I. (contra inteligencia) y que solo se limitan a dar en estos casos prestar el servicio de detenernos.
El calabozo estaba muy húmedo y no había agua. Además muy antihigiénico. Había sólo una poceta para bañarse todos los detenidos, y estaba tupida.
Cuando llevaba varios días sentí que me daba fiebre. Parece que tenía muy mal aspecto, pues cuando me vieron los de la Seguridad, se asustaron y me trajeron un médico.
Después de casi dos semanas, me han puesto en libertad, sin que medie siquiera un papel oficial, con la condición que no puedo viajar al interior de la isla, solo puedo ir a casa de mis padres en Villa Clara con un permiso que, me aclararon, se me dará por tres días. Además también me prohibieron dicen ellos, las reuniones aquí en mi casa. Y mira como está esto lleno de gente desde anoche que salí.”
Con una sonrisa termina nuestra conversación. A pesar de las amarguras vividas, la Secretaria Ejecutiva del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, no pierde su buen carácter, ni su sentido del humor.
Fuente: La revolución de los gladiolos.
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