La compasión no está de moda. Carlos Alberto Montaner

Mortificar a los ilegales, además de ser un crimen, es una estupidez. Mucho más razonable, como hizo Ronald Reagan en su tiempo, es dictar una suerte de amnistía para que los inmigrantes irregulares que no han cometido crímenes legitimen su estancia en el país, paguen impuestos, cumplan con los deberes que les impone la ley y, cuando pase el tiempo requerido, se conviertan en ciudadanos de pleno derecho. A todos les conviene que eso ocurra.

Naturalmente, tras la amnistía debe fijarse una fecha en el futuro a partir de la cual nadie pueda darle empleo a una persona que carezca de residencia legal y autorización para trabajar, so pena de ser multado severamente, lo que sin duda detendrá la avalancha de ilegales. Es lo que se hace en Suiza con gran éxito.


Desde 1966, por razones especiales, al menos un grupo de extranjeros, las personas de origen cubano, si han llegado legalmente a Estados Unidos, aunque sea como turistas, al cabo de un año de estancia en el país pueden solicitar y obtener su residencia. Esto ha permitido que esta comunidad, que no ha creado guetos marginales pese a radicar mayoritariamente en una ciudad pobre (Miami), haya alcanzado un nivel de desempeño económico, estudios, y obediencia a la ley semejante a la población media norteamericana.



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