La posición de los bancos y de sus organizaciones representativas ante las propuestas de Bruselas (Durao Barroso las expuso ante el Parlamento Europeo el miércoles) no ha sido positiva. Muchos banqueros están incluso furiosos porque se ven enfrentados a un problema que no han creado. Los bancos no quieren recibir dinero, sobre todo no lo quieren recibir para tapar los agujeros de los Estados, que han llenado los balances bancarios de activos tóxicos. Los bancos quieren que los Estados paguen sus deudas, forma de acabar con el problema bancario tal y como está planteado en estos momentos. Los bancos no están en quiebra, pero sí lo están en alguna medida sus principales deudores, a los que han estado financiando generosamente a lo largo de la historia. Si los Estados no quieren o no pueden pagar, está claro que los bancos lo van a pasar mal y muchos o algunos van a quedar al borde de la quiebra. Y, paradójicamente, el único que puede salvar a los bancos de la quiebra es justamente el que les ha conducido a esta situación, es decir, los Estados soberanos. Esos que ahora ofrecen dinero público para salvar a los bancos de la quiebra podrían adelantarse a los acontecimientos resolviendo el problema de raíz: pagando sus deudas.
Fuente: Francisco Capella.
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