El torpe establecimiento de oráculos, particularmente cuando se trata de hacer guerra, es común y está bien documentado. El profesor Bruce Kukclick, en su libro Intellectuals and War from Kennan to Kissinger (Oráculos ciegos: Los intelectuales y la guerra desde Kennan hasta Kissinger), ofrece argumentos persuasivos y una montaña de evidencia para apoyar esta tesis en las esferas de la política exterior y de la guerra. Sin embargo, este preocupante patrón no se limita a estas esferas. El libro del doctor Thomas Sowell, The Vision of the Anointed (La visión del ungido), nos revela que a menudo los oráculos económicos siguen el mismo patrón de quienes habitan las oficinas del Departamento de Estado y el de Defensa.
Los funcionarios de la Tesorería y de la Reserva Federal de EE.UU., así como sus asesores y el equipo de periodistas, frecuentemente operan como si estuvieran ciegos frente a las potenciales consecuencias de sus prescripciones de políticas. Y porque el pensamiento de grupo reina en los círculos del establishment, los errores pueden continuar sin rectificación durante largos periodos de tiempo y ser catastróficos.
Actualmente estamos presenciando uno de estos errores. Desde el Pánico de 2008-09, si no desde antes, los organismos de regulación económica y financiera han estado presionando a los bancos para que recauden nuevos capitales y fortalezcan su hojas de balance. Y si los bancos no recaudan más capital, se les pide disminuir la cantidad de activos de riesgo (préstamos) en sus balances. Por otra parte, se nos dice que, para evitar futuras crisis, los bancos deben ser más fuertes. De una forma u otra, el porcentaje de capital como parte de los activos de los bancos (el coeficiente capital/activos) debe incrementar —entre más alto, mejor.
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