ENTREVISTA:
Como, según Mario Muchnik, lo peor no son los autores, la editorial Espasa le llenó la mañana del 11 de octubre con encuentros con la prensa en un hotelito de la Gran Vía madrileña. A él, Arcadi Espada, gran conversador, periodista que aborrece las entrevistas. El caso era hablar de su último libro, Diarios 2004. Y de la "rabiosa actualidad", que dicen los topitoxicómanos.
"Hace diez años –escribía en El País hace nueve Arcadi Espada– el niño pataleaba, hoy ya es un pequeño tirano". El niño, el nacionalismo, deprisa deprisa anda ya perpetrando estatutos. El Estatut, por mejor decir, mayúsculo y formidable.
"Ha ido mal, ha ido mal el parto –responde de primeras pero ya hastiado Arcadi Espada, y con una expresión que recuerda la del periodista oriental que preside la portada de la primera entrega de sus Diarios–. Es el instante político más dramático de la clase política catalana en los últimos años. Es un fracaso".
"A esto hay que darle pocas vueltas –prosigue, a sabiendas de que le daremos unas cuantas–. Yo creo que hay que ser terminante: es el fracaso de una generación de políticos; un fracaso colectivo: creo que van a quedar irremisiblemente marcados por esta enorme y lamentable sensación de ridículo". Y remata, sin que le abandone la fatiga: "A mí, insisto, es un tema que no logra interesarme. El Estatuto es el fracaso prematuro de una clase política liderada por una persona que no ha estado a la altura de sus obligaciones". Habla de Pasqual Maragall, que para hacerse con la poltrona del Palacio de San Jaime se encaramó a varios hombros, entre ellos, recordemos, los de una plataforma denominada "Ciudadanos por el Cambio". ¿De collares?
El Estatut, que le aburre, que no le interesa, que le cansa, preside las anotaciones de su dietario desde el 1 de octubre. Anotaciones que llevan el título genérico de Esfuerzo y melancolía.
"Ortega", me interrumpe cuando le pregunto sobre ello. Quiero saber qué le mueve a esfuerzo y qué le produce melancolía. "No; Ortega", insiste, y a continuación me cuenta: "Sabes que tiene una frase que dice que el esfuerzo inútil conduce a la melancolía. Me serví de esa frase porque era mi esfuerzo, completamente inútil; porque, naturalmente, los esfuerzos intelectuales son completamente inútiles en España. Y, por lo tanto, al final, melancolía". A la que también acabarán condenados los redactores del Estatut; "porque, desde luego, su proyecto no tiene ninguna posibilidad de salir adelante".
– Hablas de la inutilidad del esfuerzo intelectual en España, pero tú estás ahí, en la plataforma Ciutadans de Catalunya.
– Sí, pero brechtianamente: sin esperanza, con convencimiento.
¿Quizá sea ésa una de las armas más mortíferas del nacionalismo, el aburrimiento, el tedio, el hastío que provoca? Arcadi Espada cree que sí. "Efectivamente, uno de sus éxitos se basa en que es como la canción del verano; un artefacto machacón, tan intelectualmente solvente como la canción del verano, pero basado en unos flujos y reflujos que, por supuesto, uno no se puede quitar de la cabeza. Entonces, claro, llegan al agotamiento".
"Lo que pasa es que gentes que a lo mejor tenemos la misma estructura mental de la canción del verano resultamos a la larga una piedra en el zapato para estos nacionalistas –agrega Espada, encontrándole su punto a la cosa–, porque en esa obstinación y en ese machaconeo repetido seguimos viviendo como si fuera nuestro medio, y no nos cansamos. Estamos mucho más allá del cansancio: esto es el postcansancio. Pero bueno, seguiremos dando la tabarra".
– Si el cansancio juega de su parte, ¿cómo articular una defensa frente a la machaconería nacionalista? [Me olvido aquí del postcansancio, claro].– Exhibiendo las convicciones de una manera tranquila y sin complejos. Yo, por ejemplo, tengo clarísimo por qué España me parece un negocio mucho más interesante, o por qué Cataluña me parece interesante en la medida en que es España. Es decir, hay una serie de propuestas morales, intelectuales y económicas en el estatuto catalán, y en el nacionalismo catalán en general, que consisten en decir: "Oiga, usted, que vive en un piso de 150 metros, pase ahora a vivir en una buhardilla; en vez de leer a Galdós, lea a Narcís Oller; en vez de escuchar música tal, baile sardanas". Caricaturizo, ¿no? Se entiende lo que quiero decir.
Entonces...
– Si España es un negocio, ¿cómo se entiende la petición de un nuevo estatuto por parte de los barandas de la clase empresarial catalana?
– No tengo ni idea. Pero lo que sí sé es que el país europeo... vamos a ver, para ser precisos: el ámbito jurídico-político-moral más intervenido de Europa es Cataluña. C'a suffit.
Por si no lo es, por si no queda claro, remacha que las proclamas en pro de un nuevo estatuto son el "simple y puro resultado de la exudación de ese intervencionismo", que sólo puede comparar con el que se estila en Córcega; "con el añadido de que en Córcega actúa una especie de mafia".
Más preguntas-respuestas directas:
– En Contra Catalunya das una serie de fechas clave de la historia reciente de Cataluña. Una de ellas es el 24 de febrero de 1981, la lúgubre manifestación en Barcelona posterior a la intentona de Tejero; la siguiente es de 1984, la segunda toma de posesión de Pujol, con los gritos de "botifler" [traidor] a Raimon Obiols [por entonces líder del PSC]. Han pasado ya algunos años desde la publicación de Contra Catalunya. ¿Tienes algo que añadir a esa cronología?
– [Un silencio de segundos] Esas fechas están asociadas a la crianza, y ahora pues ya, uno... Podría pensar, por ejemplo... sí. Sí. Hay otra. Lo que pasa es que no recuerdo la fecha: mírala, ponla. El fragmento del diálogo que mantienen Pasqual Maragall y Artur Mas a propósito del 3%. Hay un momento en que uno le dice al otro: usted tiene un problema que se llama "3%". Y el otro sabe de qué le está hablando.
– La Casa Nostra, que diría José García Domínguez.
– ¡Sabe de qué le está hablando! Primero se produce una grosería parlamentaria, porque esas cosas, naturalmente, no se pueden decir así; eso se ha de decir y luego se ha de presentar en el juzgado las pruebas inmediatamente. Pero no es que Maragall llegue muy arriba, ¡es que el otro llega más arriba cuando sabe de qué le está hablando y se da por enterado! El final de todo eso es cuando Mas le dice: usted acaba de romper la legislatura y cualquier posibilidad de consenso sobre el Estatuto. Con lo cual el trasvase de líquidos del 3% a la patria se manifiesta: eso de que la patria es un negocio nunca se manifestó con una plasticidad semejante.
Sí. Ésa es otra fecha infamante.
La miro y la pongo: 24 de febrero de 2005. Y señalo lo obvio: hay negocios ("España es un negocio más interesante") y negocios.
Contra Catalunya (Flor del Viento, 1997). Una de las obras imprescindibles para todo aquel que quiera emprender una "política de lecturas" –por utilizar una expresión del editor de esta Casa, Federico Jiménez Losantos, en otra que tal: Lo que queda de España (Ajoblanco, 1979; edición definitiva: Temas de Hoy, 1995)– sobre Cataluña. Allí hay no pocas páginas que reflejan el sometimiento voluntario de la prensa regional al anterior presidente del Gobierno autonómico.
Maragall está ahora donde antes estuvo Pujol; la prensa es la misma.
"Sin novedad", afirma Arcadi Espada. Y añade: "Bueno, yo tengo una respuesta concreta que dar a esa pregunta: en un diario donde el Gobierno de la Generalitat tiene el 20% se ha llamado al exterminio de los firmantes del manifiesto [de Ciutadans de Catalunya], y cuando se le han pedido explicaciones a la empresa editora, la empresa editora ha contestado que las opiniones de los colaboradores son libres".
– ¿Hay alguna similitud entre el clima en que se ha producido la amenaza de Oriol Malló y el que devino en atentado contra Federico Jiménez Losantos tras el Manifiesto de los 2.300?
– Creo que no. A mí no me gustan esos saltos de pértiga. Pero el consejero primero de la Generalitat, el señor Bargalló, cree que sí, porque lo primero que hizo después de que nosotros firmáramos el manifiesto fue referirse al de los 2.300, firmado, entre otros, por Federico.
Jiménez Losantos, que por entonces vivía en Barcelona, no sólo escribió libros como Lo que queda de España, no sólo firmó manifiestos como el de los 2.300. También dio el salto a la política. De la mano del Partido Socialista de Aragón, y del Partido Socialista de Andalucía (que acabó por echársela al cuello). Veinte años (largos, en ambos sentidos) después, los de Ciutadans de Catalunya anuncian que quieren, asimismo, dar el salto a la política.
"No", me corrige Espada. Y se explica enumerando: "Nosotros hemos enunciado tres cosas: un diagnóstico sobre el déficit político de Cataluña: hay ciudadanos que, a nuestro entender, no están representados en el Parlamento; dos: hemos dicho que ese déficit se soluciona como se solucionan los déficit democráticos: con la creación de un partido político se plantea el problema del poder, no con asociaciones, ateneos, plataformas, etcétera; y tres: nos hemos comprometido a organizar ese debate en la medida de nuestras posibilidades. Nada más. Naturalmente, las personas pueden hacer una cosa u otra; hay gente que quizá se pueda dedicar a la política en ese grupo, caracterizado, además, porque ninguno somos políticos profesionales. Nosotros creíamos, en el momento en que firmamos ese manifiesto, que teníamos una obligación. Lo hicimos, y ahora veremos qué responde a todo eso la sociedad catalana. Eso no quiere decir que nosotros nos vayamos a dedicar a la política. Ni mucho menos".
Si regresase Vidal-Quadras (y parece que hace movimientos para ello) a la política catalana, ¿se plantearían los firmantes del manifiesto la prioridad que otorgan a la creación de un nuevo partido? ¿Contemplarían la posibilidad de empotrarse en el PP? ¿Creen que podrían cambiar el discurso de los populares?
"En esto voy a responder por mí, porque no hay una respuesta colectiva a dar desde el manifiesto”, contesta Espada, antes de decir de Vidal-Quadras que es, "tal vez, el político más brillante que ha dado Cataluña después de la recuperación autonómica".
¿Es o fue?, le pregunto. "Es. Es", se reafirma, y ahora consigue proseguir sin que le interrumpa: "Es un excelente político, y además tiene una gran ventaja (que yo creo no ha sabido, por razones personales, aprovechar): es un gran escritor político. En España no hay escritores políticos, hay pocos. Pero, desgraciadamente, la brillantez y el liberalismo de Vidal-Quadras (que es buen amigo mío, además) no son suficientes para contrarrestar las tendencias premodernas del PP. Yo creo que el PP tendría una obligación con buena parte de los españoles: subsanar de alguna manera esas herencias que, para mí, lo sitúan en un contexto premoderno. Para precisar: sus actitudes recientes ante algunos temas culturales, como el matrimonio de los homosexuales, las células madre y otros asuntos, me parece que no son de recibo. Yo creo que el PP vivió, con Pilar del Castillo, un instante en que parecía que una cierta liberalización... pero me vuelve a dar la impresión de que se ha impuesto ahí una visión de la vida y de la sociedad que no se corresponde, desde luego, con lo que yo pienso ni con lo que yo creo que es el sentido de los tiempos".
El PP cuenta con un think tank, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), que ha cobrado vigor en los últimos años; concretamente, desde que José Maria Aznar anunció que no se presentaría a la reelección y se volcaría en la batalla de las ideas. ¿Cómo ve Arcadi Espada el proyecto ideológico de FAES, en cuya revista ha publicado alguna que otra cosa? ¿Podría contribuir FAES al cambio que considera necesario en el PP?
"No sabría qué decirte: si FAES es el homenaje a Aron, eso está muy bien; si FAES es la autora del vídeo sobre el 11-M, eso está muy mal. Por lo tanto, lo primero que tiene que hacer FAES es aclararse".
El 11-M, que él prefiere denominar "191-M", protagonizó buena parte de las anotaciones de su dietario en 2004, y de las entradas que ha seleccionado para la versión escrita.
Aquel jueves.
– ¿Cuánto tiempo te llevó escribir “11 de marzo”?
– Mucho. Muchas horas. Fue una de las entradas que más me ha costado hacer. Estuve tentado de publicar en el libro los textos alternativos que escribí, los intentos, los borradores.
Me pillaron en plena ducha, las explosiones en Madrid. Empecé a escribir y al final, pues... me atuve a los hechos. Y lo único que estaba claro en esos momentos era que era 11 de marzo.
Arcadi Espada ha escrito mucho sobre el Atentado; o, por mejor decir, sobre el post 11-M. Sobre lo que se ha escrito en los medios de aquí y de allá. Juicios demoledores. Del agit prop del grupo Prisa entre el 11 y el 14-M y el terrorista suicida lanzado por la Cadena Ser. De los "lamentables" agujeros negros de Fernando Múgica. De los artículos de mi apreciado compañero Luis del Pino, "viciados, sin ninguna duda, por la teoría conspirativa".
– Mario, es un tema muy delicado; vamos a ver si somos capaces de sintetizarlo. Yo digo en el prólogo del libro algo concreto sobre esto [lee]: "La política, el periodismo y la moral española han sido también víctimas de la matanza, y creo que esto es la evidencia fundamental que surge de las notas [de su dietario]" [Diarios 2004, pág. 18].
Bien. Mira, yo creo que, por desgracia, del 11-M se han adueñado dos mensajes, terribles e igualmente falsos: que el PSOE organizó la matanza (eso se ha escrito en un editorial de un periódico español, ¿eh?) y que el Gobierno mintió. A mí me parece que el choque de esas dos mentiras, si ésta fuese una sociedad que se tomara las cosas en serio, hubiera dejado postrado moralmente a este país.
El Gobierno no mintió: el Gobierno encaró con torpeza, seguramente (pero con explicable torpeza), una situación inimaginable, y, con independencia de esa torpeza, creo que ofreció a los españoles una información de lo que había pasado sobre la cual, a un año y pico vista, no hay todavía un solo dato nuevo, ni nada que desmienta el relato fundamental que el ministro Acebes y José María Aznar hicieron sobre el 11-M. Otra cosa, insisto, es el wishful thinking del ministro Acebes y su patético intento de que la realidad cuadrara con sus hipotéticos deseos. Pero, en cuanto a lo que a mí me interesa saber, gracias al Gobierno, y gracias a los datos que ofreció, los españoles fueron a votar sabiendo que Al Qaeda había matado a 191 personas en Madrid. No era fácil que fueran a votar así. Primera cuestión.
Segunda cuestión. Gracias a esa labor del Gobierno, en parte, del 11-M sabemos muchísimas cosas, prácticamente todo: no puedo entender que en aras de la práctica de la teoría de la conspiración y de sus beneficios económicos alguien haya montado una estrategia deslegitimadora tan patética como la que han montado determinados órganos de prensa respecto al 11-M.
Tercera cuestión: España llevará como un baldón –si es que aquí importaran las cosas, que no importan– el hecho de no haber sido capaz de gritar todavía en las calles "asesinos" a los asesinos, y sí haber gritado en cambio "asesino" al presidente del Gobierno que en aquel momento dirigía el país.
Creo que, de esta mélange entre deslegitimadora, cínica y escéptica ante la posibilidad de conocer la verdad, el estado moral del periodismo y de la política española se van a resentir durante muchísimo tiempo.
Seguimos conversando durante un buen rato. Salió la televisión (quizá escriba un Telediarios), salió Karl Kraus (a quien saluda desde el atrio de su nuevo libro al grito de "¡Fucking fackel!") y salió, faltaría más, Josep Pla ("Era un moderno, hombre. Claro que tendría un blog").
Finalmente, le pido que eche el cierre con un aforismo, no por incordiar sino porque suele aventarlos. Se termina entonces de levantar, sonríe y lo suelta, divertido e impostando la voz, que le sale adulona: "Adiós".
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