Uno de los fenómenos más irritantes de esta crisis ha sido la aparición de todo una constelación de “economistas futurólogos” que son evaluados por la prensa y por el público por su supuesta capacidad de predicción. Cada día aparecen entrevistas que presentan al gurú del día con frases como: “el Doctor X fue quien predijo la crisis de 2008” o “su libro publicado en 2006 ya auguró la catástrofe económica”. Y así, unos supuestos profesionales de la economía son tratados como druidas con poderes mágicos capaces de leer las entrañas de los pollos sagrados y predecir el futuro económico y, sin que se les caiga la cara de vergüenza, se pasean de plató en plató analizando el futuro de la economía del mundo con una precisión que deja a los economistas de verdad totalmente descolocados: ¿En qué oráculo han aprendido estas técnicas de futurología aplicada a las ciencias económicas?
La verdad es que no han aprendido ninguna técnica de predicción porqué esas supuestas técnicas no existen. Del mismo modo que un médico no puede predecir a qué edad una persona va a caer víctima de un ataque de corazón o en qué día le va a coger a uno la gripe, los economistas somos incapaces de augurar el futuro con esa misma precisión. ¡Y quien hace ese tipo de predicciones es un auténtico farsante!
Pero cómo: ¡si todos podemos leer el libro en que el Doctor X predijo la crisis! ¿Cómo nos puede usted ahora decir que no tiene capacidad de predicción?
La respuesta a esa pregunta es lo que se llama “la falacia de la racha”. Me explico. Imaginemos un juego en el que se trata de adivinar si el lanzamiento de una moneda al aire saldrá cara o saldrá cruz. La moneda es perfectamente simétrica por lo que la probabilidad de que salga cara (o cruz) es del 50%. Imaginemos que juegan 1 millón de personas: todas dicen cara o cruz y lanzan la moneda al aire. Más o menos el 50% de ellas (una 500.000 personas) van a acertar. Ninguna de ellas tiene la más mínima capacidad de predicción, pero la suerte ha hecho que acierten.
Cojamos a los 500.000 que han acertado y volvamos a jugar. De nuevo, el 50% va a acertar por lo que tendremos 250.000 personas que ha acertado 2 veces seguidas. Cojamos a esas personas y las volvemos a hacer jugar. El 50% acertará por lo que 125.000 personas habrá acertado 3 veces seguidas. Si seguimos el juego, llegará un momento en que unas 1000 personas habrán acertado 10 veces seguidas. E incluso habrá una persona que habrá acertado 20 veces seguidas.
¡20 veces seguidas! ¡Menudo fenómeno será el tipo que haya acertado 20 veces seguidas. Un prodigio digno de ser paseado por todas las televisones y de participar en programas donde se le pregunta por su extraordinaria técnica de predicción! Al fin y al cabo, si ha acertado 20 veces seguidas, algún poder de predicción deberá tener el tipo, ¿no? ¡Pues no! Podemos decir que quien haya acertado 20 veces es muy afortunado pero su probabilidad de acertar a la siguiente sigue siendo del 50%.
Pues eso mismo es lo que pasa con los astrólogos de la economía: es posible que en su día acertaran a adivinar que venía una crisis. Incluso es posible que hayan acertado dos o tres veces más. Entre los millones de supuestos gurus que hacen futurología siempre hay algunos que la aciertan, pero eso no quiere decir que tengan ninguna capacidad de predicción. Igual que al señor que acertó cara o cruz 20 veces seguidas.
La pregunta realmente interesante es: si todo esto de la predicción económica es una farsa, ¿por qué hay tanta gente, tantas empresas, tantos gobiernos, tanta prensa y tantos inversores que gasta dinero para pedir consejo sobre el futuro a esos supuestos hechiceros? La respuesta es que la gente tiende a creer en la “falacia de racha”. La gente tiene una especial propensión a creer que existen fuerzas mágicas (como la superstición) que regulan a las fuerzas de la aletoriedad y que estas fuerzas de manifiestan con unos pocos datos. Por ejemplo, nadie sabe exactamente por qué pero cuando un jugador de basket “está en racha” de marcar, todo el mundo espera que marque el siguiente tiro. Cuando un jugador de ruleta “está en racha” de acertar números, todos los jugadores de su alrededor apuestas sus mismos números porqué hay algo que guía su suerte. Cuando un crupier se reparte a sí mismo un Black Jack cuatro o cinco veces seguidas, abandonan la mesa pensando que no van a poder competir contra un croupier “en racha”. Cuando un vendedor de lotería vende la lotería de Navidad, sus ventas en años sucesivos de multiplican. Y esto es así a pesar de que las estadísticas demuestran que la probabilidad de acertar “el siguiente” basket es la misma cuando un jugador está en racha y no lo está, la probabilidad de acertar a la ruleta es la misma independientemente de las veces que uno ha acertado con anterioridad, la probabilidad de que un crupier se dé un Black Jack no depende de si se lo ha dado en las tras o cuatro manos anteriores y la probabilidad de que un tiquet de lotería salga ganador no depende de si su vendedor vendió el gordo el año pasado.
Los psicólogos evolutivos (Barret 2004) piensan que, para sobrevivir y reproducirse, los humanos tuvieron que desarrollar unos mecanismos de prevención que se pusieran en funcionamiento ante unas pocas señales provenientes de “fuerzas mágicas” que revelaban la existencia de peligro o comida.
En un reciente artículo los economistas experimentales Nattavuh Powdthavee (de la London School of Economics) y Yohanes Riyanto (de Nanyang Technological University) han llevado a cabo un interesante experimento. Han reunido a 378 estudiantes (de económicas, ciencias, humanidades, ingeniería, ADE y ciencias sociales) a jugar a cara o cruz. A cada estudiante se le asignan 300 fichas para apostar y se les pide que usen su propia moneda para que sepan que la moneda no está trucada.
Antes de empezar se le ofrece al estudiante un sobre con unas “predicciones” sobre lo que va a salir a cambio de 10 fichas. Lógicamente, esas predicciones son completamente inútiles porque nadie puede predecir si va a salir cara o cruz. Y los estudiantes, que son listos, lo saben. Si el estudiante compra, se le enseñan las predicciones y el estudiante lanza. Si no compra, el estudiante lanza y después del lanzamiento se le enseña lo que decía la predicción sin ningún coste (obviamente, para el 50% de los estudiantes la “predicción” era acertada) y se le vuelve a ofrecer la posibilidad de comprar las predicciones por 10 fichas. Y así sucesivamente.
El resultado del experimento es sumamente interesante: los estudiantes que (por casualidad) recibieron “predicciones acertadas” en las primeras jugadas tendieron a pensar que “el efecto racha” existía y, al ver que el sobre contenía predicciones que se acababan cumpliendo, pasaron a comprar el sobre de las predicciones masivamente.
Los estudiantes cuyas predicciones fallaron de vez en cuando, no compraron. Y los que tuvieron la “mala suerte” de obtener predicciones que fallaban SIEMPRE también compraron porqué pensaron que la predicción era inversa: “cada vez que la predicción diga cara, yo diré cruz”, pensaron.
La lección de este experimento es que, incluso gente inteligente que entiende la aletoriedad del lanzamiento de una moneda al aire, cae en la tentación de creer en las rachas y las supersticiones y acaba cometiendo el acto irracional de comprar información absolutamente inútil sobre el futuro.
Cuando empezó la crisis había miles de “futurólogos” que habían hecho predicciones sobre el futuro de la economía. Algunos tuvieron la suerte de acertar: habían dicho cruz un par o tres de veces y salió cruz un par o tres de veces. La prensa cayó víctima de la trampa sin pensar que semejante “prodigio” no era fruto de una capacidad mágica especial sino de la estadística elemental y los farsantes pasaron a pasearse por todo el mundo haciendo predicciones... y cobrando muchísimo dinero por ellas. Son los nuevos hechiceros de la economía, los druidas de la modernidad.
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