Una campaña suele dar pocas noticias. Los políticos se dedican a sus discursos bien preparados, dan entrevistas cuidadas y emiten anuncios. Los periodistas tienen a menudo poco que contar. Por eso hay tantos sondeos: permiten hablar y especular.
La tendencia en la mayoría de encuestas de estas elecciones presidenciales es la misma desde hace días: Obama gana, pero con diferencias pequeñas poco por encima del margen de error. La elección es aún por tanto competitiva para Romney, pero debe hacer algo.
Esta semana, además de docenas de sondeos, los periodistas hemos tenido un regalo inesperado: un vídeo de Mitt Romney grabado con cámara oculta en mayo. El autor es presuntamente uno de los camareros de la cena (es un tema que puede dar que hablar: ¿y si tenía alguna relación remota con la campaña demócrata?). Las imágenes son valiosas porque se ve a un político hacer algo que nunca hacen: hablar en privado.
Ya dije en el último post que esta frase era la importante: “Hay un 47 por ciento que están con él [Obama], que dependen del gobierno, que creen que son víctimas, que creen que el gobierno tiene la responsabilidad de cuidarles, que creen que tienen derecho a sanidad, a comida, a una casa, a lo que sea”.
Pero es más significativo este fragmento un poco más adelante: “Mi trabajo es no preocuparme por esa gente: nunca les convenceré de que deberían tomar responsabilidad personal por sus vidas”. El presidente debe ocuparse de todos y no dar nunca a una parte del electorado por perdida. Ahora hablaré de eso.
Es difícil saber con precisión cómo afecta un vídeo así en una elección. Podría llegar a ser incluso positivo si el candidato hubiera dicho algo valiente o directo. Pero no es así. Hoy, a la pregunta de si el vídeo hace más o menos probable que vote por Romney, dos de cada cinco americanos dicen que menos. El daño a Romney es claro en tres aspectos.
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