Sigue situación de anciana en prisión

por Dania Virgen García.



Juana Verena González Monzón,  de 79 años, se encuentra recluida en una celda de castigo de la prisión de mujeres Manto Negro  desde el pasado mes de enero. Está acusada de desacato, resistencia, y atentado en varias causas, pero lo único que hacía era pedir limosnas y vender javitas de nylon, para sustentarse, porque la pensión que le da el estado por su esposo fallecido no le alcanzaba ni para malcomer.

¿Cómo es posible que una señora de 79 años pueda atentar contra dos agentes en servicio? ¿Será un chiste de la Policía Nacional Revolucionaria? ¿Dónde está la profesionalidad de estos agentes?

Dos policías contra una ciudadana de 79 años, que además se encontraba esposada, y dicen  que ella los agredió. ¿Se está hablando de una viejita real,  o de la súper abuela, u otro personaje de ficción?

¿Por qué, a pesar de sus antecedentes, no se le envió para una clínica de rehabilitación, con tratamiento? No, la confinaron en una prisión, sin condiciones humanitaria para una anciana de esa edad, en una celda de castigo, violando las leyes del reglamento penitenciario que no  permiten  más de 21 días de encierro en celdas de castigo. Sin embargo, ella va a tener que estar encerrada todo el tiempo de su condena.

Días atrás, Juana Verena fue maltratada físicamente por funcionarias del orden interior en la prisión antes mencionada. Su hija vio  los hematomas en los brazos de su madre. Además, la prótesis le fue quitada, y no le dan la comida y los medicamentos a su hora.

De qué derechos de los ciudadanos  estamos hablando,  de qué protección a la vejez, cuando agentes uniformados de la policía, esposan, y golpean a los ancianos, y luego dicen que los viejos atentaron contra ellos, los condenan a prisión, o los llevan a sanatorios, para después asesinarlos lentamente.

¿Dónde está la protección a los reclusos mayores de 60 años, que establecen el código penal, y los tratados internacionales?

Las respuestas son obvias.

Muchos ancianos que andan deambulando por las calles de la Habana Vieja, vendiendo, son maltratados por la policía, y luego pretenden tapar a la opinión pública la brutalidad policial,  su falta de profesionalidad, para llegar al colmo de acusar a las víctimas  de atentado, resistencia, y desacato. Y en esto no se quedan atrás fiscales, jueces y abogados sin escrúpulos.

Si  estos casos hubieran sucedido en los Estados Unidos se estarían publicando en todos los periódicos, la TV, y radio oficialistas, además de estar un mes haciendo mesas redondas sobre el tema. Pero como sucede en la Cubita bella y revolucionaria, paradigma de los derechos humanos, se callan, y ocultan la verdad, para evitar que sea denunciada por “los lacayos del imperio”. ¡Qué asco!

dania@cubadentro.com

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