Tsunamis y terremotos. Hablamos con Elisa Buforn.

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La Tierra es un planeta vivo y tranquilo que, a veces, despierta violentamente de su letargo, como si quisiera recordarnos lo frágiles que somos. Hoy les invitamos a escuchar una entrevista sobre esos bruscos despertares en forma de terremotos y tsunamis. Hablamos con Elisa Buforn Peiró, catedrática de Física de la Tierra en la Universidad Complutense de Madrid.
Elisa Buforn ha investigado la física que gobierna el comportamiento de la tierra justo en el lugar en el que se produce el terremoto, el foco sísmico, y ha desarrollado un conjunto de algoritmos que permiten estudiar el comportamiento de los terremotos a distancias regionales. Sus aportaciones han servido para obtener un mayor conocimiento de las características sísmicas y tectónicas de la región Sur de España y Norte de áfrica, y se han aplicado también a zonas americanas como Perú, Bolivia y El Salvador.
Las palabras de la profesora Buforn nos invitan a aprender de estos fenómenos naturales. Como complemento al programa, les invitamos a leer el siguiente reportaje:
LOS COLETAZOS DE UN GRAN TSUNAMI.
Existen muchas imágenes de la potencia destructora de un tsunami o de un terremoto. Sus devastadores efectos nos hacen estremecer pero su historia no acaba ahí, las secuelas de la catástrofe perduran en el tiempo y se reflejan en muchos aspectos que provocan daños colaterales que conviene estudiar.
El 11 de marzo de 2011, Japón sufrió el azote de un seísmo de gran potencia seguido de un tsunami devastador. La destrucción no sólo se llevó por delante vidas humanas y construcciones costeras, sino que creó una cantidad de desechos que se estima en 25 millones de toneladas, muchos de los cuales fueron arrastrados al océano. Los satélites artificiales fotografiaron la región y descubrieron enormes cantidades de restos de construcciones, barcos y objetos domésticos que flotaban a lo largo de la costa japonesa. Desde entonces, todos aquellos desechos han sido arrastrados por las olas, el viento y las corrientes oceánicas dispersándolos por todo el Pacífico.
Cualquier desecho flotante es potencialmente peligroso en el mar, los de mayor tamaño, bloques de construcción, contenedores portuarios o vehículos, por ejemplo, son peligrosos para la navegación, las sustancias químicas toxicas que transportan algunos contenedores arrastrados por las aguas, los combustibles de vehículos y barcos o las fugas radiactivas de la central nuclear de Fukushima, amenazan a la vida marina y contaminan las playas, pero incluso las pequeñas bolsas de plástico pueden ser ingeridas por los animales marinos provocándoles la muerte. A la catástrofe siguió un mar de contaminación que todavía perdura.
Conocedores de los peligros, un grupo de investigadores de la Universidad de Hawaii, intenta hacer un seguimiento de todos estos desechos para prevenir otras catástrofes quizás no tan espectaculares pero no menos importantes. Para ello han elaborado programas de ordenador capaces de modelar el movimiento de los residuos del gran tsunami de Japón.
Los vientos y corrientes marinas han hecho un gran trabajo con todos los restos de la catástrofe. En un principio los desechos formaban enormes aglomeraciones tan inmensas que eran visibles desde los satélites de observación de la Tierra. Ahora toda esa contaminación se ha ido separando y dispersando por una zona cada vez mayor separada en trozos más pequeños que ahora es imposible ver desde los satélites. Los barcos que navegan por el Pacífico conocen bien el problema. En el mes de septiembre, un barco ruso que navegaba cerca del Atolón de Midway, a 4.000 kilómetros del lugar del desastre, se encontró con los restos de un barco de pesca japonés, un frigorífico, un televisor y otros electrodomésticos. En diciembre, otros restos fueron recogidos en Vancouver, Canadá.
La enorme cantidad de toneladas de desechos vagan ahora por el Pacífico y los científicos intentan detectar los peligros que representan para las comunicaciones marina y para la vida oceánica, los bloques grandes pueden dañar los arrecifes de coral y los restos pequeños son un peligro para los animales marinos como los albatros, las focas o las tortugas.
Nancy Wallace, directora del Marine Debris Program de la NOAA ha declarado a Scientific American que su organización se están preparando para el peor de los escenarios porque todas esas miles de toneladas de desechos producidos por el Tsunami están en algún lugar del océano. En el mapa adjunto se muestra el camino seguido por los desechos en su dispersión por todo el Océano Pacifico.

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