Qué ilusión

Arcadi Espada.



  Querido J:
Este martes estuvo la presidenta Aguirre donde Herrera. Es costumbre de la casa que los periodistas de la tertulia cierren la entrevista con sus preguntas. Yo fui el último. Le pregunté qué haría si estuviese en su mano responder a la pitada que los nacionalistas catalanes y vascos preparaban para un partido de fútbol que debía celebrarse en Madrid. La presidenta dijo que haría lo de Sarkozy: avisar de que suspendería el partido si el himno era menospreciado. En pocos minutos su declaración ya estaba en las web noticiosas. Y en menos de una hora ya la decoraban las reacciones y los análisis. Dominaban estas dos conclusiones:
1. En vez de hablar del déficit se puso a hablar de fútbol.
2. La pregunta estaba perfectamente preparada. Se trataba de desviar la atención del déficit y de la huelga de enseñanza.
Como de costumbre las dos conclusiones tenían el marcado inconveniente de los hechos. La entrevista había durado 15 minutos: 12 se habían dedicado al déficit y 1 minuto al fútbol. La otra conclusión me afectaba directamente: si la pregunta estaba preparada yo había tenido que prepararla, en corrompido conciliábulo con la presidenta. Las dos conclusiones se consolidaron en la web y luego pasaron a los periódicos en forma de prestigiosas mentiras analíticas.
Así pues, y ya adaptado a mi inesperada condición servil, decidí escribir en mi blog Making of de Aguirre y su valet. Utilicé esta última palabra en lugar de criado, porque me pareció más acorde con la filiación aristocrática de una Gil de Biedma y porque soy un pedante francés. La primera parte de mi anotación era una refutación objetiva de que la presidenta no hubiera hablado del déficit. Era sencilla de escribir y sencilla de entender. La segunda era más complicada. Hubiera podido limitarme a decir que yo había hecho mi pregunta sin conciliábulo alguno. Pero, en primer lugar, me daba asco. Responderles así no era más que una forma de legitimarles. ¡De tu palabra contra la mía! Incluso podría aparecer el vaticanista: «Bien. Se trata de opiniones, todas respetables.» En segundo lugar había un problema de eficacia: diciendo modosamente «yo no lo hice» nadie iba a enterarse. El susurro calumnioso requería el estruendo pirotécnico. Por último, last but…, estaba la cuestión de estilo de la que hemos hablado tantas veces. La banda aviar amenaza con hacer del periodismo un erial de significación donde solo pueda hablarse su lenguaje recto cular de 140 palabras y donde la ironía, los juegos de palabras, los atajos semánticos y la libidinosa intertextualidad estén severamente proscritos. No me da la gana; y lo que aún es peor: no me la dará. ¡Como si el vulgo no tuviera pozas donde abrevar! A medida que se prohíbe cualquier relación entre el lenguaje y la inteligencia es más difícil comprender la letra pequeña de las hipotecas. Y así nos va, que diría Sopena.
Por lo tanto, y tras las cifras objetivas, venía este párrafo:
«La intervención de la presidenta estuvo perfectamente preparada. Alrededor de las ocho de la mañana, uno de los participantes en el programa, cuyo nombre por el momento voy a callarme, recibió una llamada de la señora Aguirre. Dios sabe cuánto me repelen los diálogos en el periodismo, pero esta vez tengo íntimas razones para hacerlo.
—Oye, que esta mañana voy a estar donde Herrera.
—Qué ilusión, yo también, presidenta.
—Ya lo sé. Que me preguntes por el fútbol y lo que preparan los nacionalistas, por favor.
—No tenías ni que decírmelo, presidenta. Bueno soy yo.
—Hala, hasta luego.
—Hasta luego, presidenta.
Y así se hizo. La antífrasis.»
Solo con recordar, como recordaba la España frascuela que murmura y que calumnia, que era yo el que había hecho la pregunta (y se incluía un link al corte de voz), el texto ya dejaba ver su razón grotesca. Pero además estaban estas marcas chocarreras, cortesía obligatoria para el que queriendo entender pudiera: íntimas razonesdonde Herreraqué ilusiónni que decírmelo presidentabueno soy yo. Por último, y dado que la ironía (alcohol glorioso que permite ver doble: lo que es y lo que no es), no debe, en los periódicos, sostenerse en la ficción, escribí la palabra antífrasis, ese animalito singular que para decir una cosa elige su contraria.
Como esperaba, al poco aparecieron los primeros despeñados, que ni al último agarradero de la antífrasis habían podio sujetarse. Destacaban los que desde el minuto uno habían creído en el conciliábulo corrupto con la presidenta. ¡Allí estaban, celebrando su perspicacia, y ya lo decía yo! Cada vez que caía uno de sus tweets era como si les viera meterse un torrezno de cianuro. Se confirmaba algo que traía el Times del lunes sobre el spoiler, esa práctica de explicar la película a quien aún no la ha visto: el suspense sobrevive a la certeza. Y ya no digamos si se probaba el llamado sesgo de confirmación, esa tierna característica humana que consiste en ver sólo aquello que creemos. Naturalmente, algunos héroes de la lectura, y el primero el ciudadano Mario Cobo, alertaron en seguida sobre el sentido real del texto. ¡Pero quién iba a privar a los creyentes de su orgía! El periodismo ciudadano sólo se parece al periodismo en que tampoco deja que la verdad le estropee una buena noticia. Aún estaba por verse, sin embargo, el prodigio principal. Y era el de la presidenta Aguirre queriéndome desmentir («es falso de toda falsedad…») con un tweet. Por un momento me turbé: si la señora Aguirre desmentía mi post desmentía la antífrasis. ¡O sea que todo sería cierto! Otro torrezno.
A la hora en que te escribo el paisaje demolido es una pura maravilla. Se han juntado dos segregaciones. Por un lado los que crucifican a la presidentaescriben: «Cómo Aguirre preparó su declaración sobre la final de la Copa» Por el otro están los que van a morir por ella: «Arcadi Espada se inventó que Esperanza Aguirre pidió que le preguntaran por los pitidos de la final de Copa.» Dos espléndidas y catastróficas mentiras que igualan a los irreductibles. Divertidos, y merecidos, efectos colaterales de la verdadera batalla librada y ganada. Porque los cerúleos analistas que diseminan con impunidad el venticello de la calumnia y que van macerando la opinión pública con insinuaciones, sugerencias, medias verdades y toqueteos, y a los que es difícil desmentir por la naturaleza amagada, filistea y flatulenta de su prosa, esos tipos se han quedado esta vez con el seis doble ahorcado.
Un último favor te pido, querido amigo. Ya que coincides alguna vez con la presidenta Aguirre, y si se da la oportunidad, quiero que la tranquilices y le asegures, con la garantía de Antífrasis, el animalito paradójico, que la pregunta formulada rozando las nueve horas del martes 22, allí donde Herrera, no la pactó con nadie, incluidos sus valets.
Sigue con salud.
A.
(El Mundo, 26 de mayo de 2012)

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