El 6 de abril de 1978 fallece el policía municipal MANUEL LEMUS NOYAtiroteado por miembros de ETA en Santurce mes y medio antes. El 24 de febrero de ese año, en torno a las seis de la mañana, Manuel se dirigía a pie hacia su trabajo cuando fue ametrallado desde un coche. El atentado se produjo cerca del matadero, a la entrada del camino de Regales en el barrio de San Juan de Santurce. Era el segundo atentado mortal de la banda en 1978 tras el asesinato el 11 de enero del inspector de policía José Manuel Baena Martín.
Un testigo presencial del tiroteo contra Manuel manifestó que "fueron cuatro o cinco tiros, como una ráfaga corta de metralleta". Una de las balas penetró por debajo de la clavícula izquierda y salió por el hombro afectándole la tráquea, mientras que la otra entró por el costado izquierdo y salió por el lado derecho de la espalda.
Trasladado urgentemente al Hospital de Cruces por un conductor de autobús que se dirigía hacia su trabajo en un Seat 600, su estado fue calificado de muy grave. Después de evolucionar favorablemente en las dos primeras semanas después de su ingreso, le surgieron unas complicaciones pulmonares que derivaron en un paro cardiaco el 6 de abril.
El 12 de abril del mismo año, en la iglesia parroquial de San Jorge en Santurce, se celebró el funeral por el descanso de su alma que causó una fuerte polémica, cuando dos asistentes se colocaron junto al altar portando sendas banderas españolas, que el sacerdote ordenó retirar.
Al día siguiente, ETA reivindicaba el atentado mediante un comunicado en el que afirmaba que Manuel era "una conocida persona" en el pueblo de Santurce "por ser Guerrillero de Cristo Rey".
Por el asesinato de Manuel sólo fue condenado en 1982 José Antonio Balgañón Bilbao a 12 años como cómplice. Balgañón fue quien hizo labores de información que facilitó, a principios de 1978, al grupo de etarras que llevaron a cabo el asesinato. De estos, no se sabe nada.
Manuel Lemus Noya tenía 46 años y era natural de Ponte do Porto (La Coruña). Allí fue enterrado y allí reposan sus restos en un panteón familiar. En la Costa de la Muerte apenas se conoce su historia, o el simple hecho de que un vecino de Ponte do Porto, en el término municipal de Camariñas, figure en la relación de víctimas del terrorismo etarra. Los contemporáneos sí recuerdan sus visitas a Ponte do Porto, pero poco más. El 29 de marzo de 2007 en el Camino de los Hoyos de Santurce se inauguró un monolito en memoria de las víctimas de ETA de la localidad, entre ellas Manuel. Fruto de un acuerdo de toda la corporación municipal se erigió una piedra de cantera sin pulir de 1,80 metros de alto y 1,40 de ancho, con una placa metálica en donde se puede leer, en castellano y euskera, "En homenaje a todas las víctimas del terrorismo".
El 6 de abril de 1979, ETA asesinaba a tiros en Tolosa a ADOLFO MARIÑAS VENCE. Su cuerpo fue encontrado por operarios del camión de la basura en la calle San Juan de Tolosa con tres impactos de bala en el cuerpo. Los médicos estimaron que el asesinato pudo haber tenido lugar hacia las 3:30 horas de la madrugada.
Nadie supo las causas por las que fue tiroteado. Según informaciones recogidas en Tolosa, Adolfo tenía antecedentes penales como delincuente habitual. Por otra parte, se sabe que su padre fue, en la época de la posguerra, miembro de la División Azul y de la Guardia de Franco, aunque a Adolfo no se le conocían vinculaciones políticas. Pero varios medios de comunicación recibieron llamadas de un autodenominado Comando Autónomo Txikia atribuyéndose el asesinato de Adolfo y acusándole de ser un colaborador de la Policía.
Adolfo Mariñas Vence tenía 30 años y era natural de Tolosa. En el momento de su asesinato se encontraba en paro.
En la madrugada del 6 de abril de 1980 tres individuos ametrallaron a FRANCISCO PASCUAL ANDREU, guardia civil, y a FLORENTINO LOPETEGUI BARJACOBA, pescador, mientras tomaban una copa en el Bar Biotza de Orio (Guipúzcoa). Uno de los terroristas disparó una ráfaga de metralleta, mientras otro hizo fuego con una pistola. Florentino y Francisco resultaron muertos en el acto.
Florentino se encontraba con unos amigos y se acercó a Francisco para interesarse por la marcha de una solicitud de licencia para una embarcación de su padre. Un compañero de Francisco Pascual, también guardia civil, acababa de irse porque tenía que incorporarse a su puesto de trabajo.
Los tres etarras huyeron en un automóvil Seat 124 con matrícula de Madrid. En el lugar del atentado se recogieron trece casquillos del calibre nueve milímetros parabellum y otro del calibre 7,65 marca Gebelo.
El atentado fue reivindicado el 10 de abril por los Comandos Autónomos Anticapitalistas y, al parecer, iba dirigido contra los dos guardias civiles. Los etarras no debieron darse cuenta de que uno de ellos se había marchado y le confundieron con Florentino Lopetegui. Sin embargo, los terroristas no asumieron su error en el comunicado de reivindicación, acusando a Florentino de ser un colaborador de la Guardia Civil para justificar su asesinato. La corporación municipal de Orio, en un pleno celebrado el 27 de junio, desmintió que Florentino fuese un "chivato". Lo mismo hicieron los padres de la víctima, calificando de "pura farsa" el comunicado de reivindicación de los asesinos de su hijo.
Francisco Pascual Andreu era de Ceuta, tenía 24 años y estaba soltero. Su cadáver fue trasladado desde el aeropuerto de Fuenterrabía a su ciudad natal donde unas cuatro mil personas asistieron al día siguiente al entierro. En la casa-cuartel de la Comandancia de la Guardia Civil se ofreció una misa corpore insepulto. Presidió la ceremonia el capitán general de la II Región Militar, Pedro Merry Gordon, y asistieron el general jefe de la Segunda Zona de la Guardia Civil, Rafael Girón Lozano, y las primeras autoridades civiles y militares de Ceuta. Igualmente, asistieron los padres, hermanos y la novia de Francisco. En el momento de ser sacado el cadáver del guardia civil a la puerta del cuartel fueron lanzados varios vivas a la Guardia Civil. Francisco Pascual había conseguido recientemente su traslado a Ceuta, su ciudad natal.
Florentino Lopetegui Barjacoba, casado y padre de una niña de seis meses, era de Orio y tenía 24 años. Hablaba perfectamente euskera y, tras hacer el servicio militar en la Marina, trabajaba como pescador. Su familia se enteró de lo sucedido cuando su padre, afiliado al PNV, acudió a la casa del alcalde de la localidad para enterarse de lo que estaba pasando en el pueblo, al comprobar que la Guardia Civil detenía los automóviles para registrarlos. En los locales municipales le pidieron que identificara el cadáver.
A las 23:00 horas del 6 de abril de 1990 ETA asesinaba en San Sebastián a la pareja formada porMIGUEL PAREDES GARCÍA y ELENA MARÍA MORENO JIMÉNEZ.
Miguel y Elena acababan de tomar una copa en el Bar Txiki de la Parte Vieja de la ciudad. Cuando salieron del local, fueron tiroteados por la espalda por un terrorista que huyó a pie. Los disparos fueron realizados por la espalda y a escasa distancia, primero contra Miguel y después contra Elena. La pareja resultó muerta prácticamente en el acto. En el lugar del atentado, la policía encontró dos casquillos de bala (uno SF y otro FN), nueve milímetros parabellum.
Dada la hora en la que se produjo el tiroteo, la zona estaba abarrotada de transeúntes. Como consecuencia del rebote de uno de los proyectiles disparados resultó herido Javier Marcos Espiga, de 19 años de edad y natural de Logroño, que pasaba casualmente por el lugar. El proyectil le produjo heridas en el glúteo y en la mano y fue trasladado al Hospital de la Cruz Roja donde, a primeras horas del día siguiente, fue intervenido quirúrgicamente. Marcos estaba cumpliendo el servicio militar en la Marina.
La banda terrorista reivindicó el asesinato del matrimonio dos semanas después, a través de un comunicado enviado al diario Egin, en el que también se hacía responsable de la carta-bomba enviada a Carmen de Felipe, funcionaria de la Expo 92 que perdió una mano.
Al funeral por Miguel y Elena no asistieron ni autoridades ni cargos públicos, salvo Gregorio Ordóñez, presidente del Partido Popular de Guipúzcoa, quien manifestó a los periodistas con amargura que "hasta en los muertos hay ciudadanos de primera y de segunda categoría (...), cuando los muertos son una pareja de desconocidos, como Miguel y Elena, no se ve a los políticos importantes por ninguna parte".
Miguel Paredes García tenía 33 años, y Elena Moreno Jiménez, 30. Ambos eran de San Sebastián. Elena tenía dos hijas de corta edad, una de ellas (la pequeña) con Miguel. Al parecer, las víctimas eran toxicómanas. La banda terrorista justificó el asesinato por la supuesta relación de las víctimas con el tráfico de drogas. Las dos pequeñas quedaron a cargo de la abuela materna, Carmen Jiménez. Pero no acabaron aquí las desgracias de las niñas. Al poco tiempo, Carmen murió de cáncer, y las hermanas fueron separadas. De la pequeña se hizo cargo la abuela paterna, y la mayor se fue a vivir con unos familiares de la madre.
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