Arcadi Espada.
El Director escribe hoy un artículo impecable. No hay otro camino español que la reforma del Estado. Al artículo solo le falta aludir a la supresión del Senado. Es el símbolo perfecto de la duplicidad inútil. Se trata de un ahorro moderado: no llega a los 60 millones. El 10 por ciento de lo que cuestan los consejos comarcales catalanes. Pero desde el punto de vista simbólico su eficacia es incuestionable. España tiene un superávit de representatividad. Los ciudadanos han de cantarle la copla a los políticos: no me quieras tanto. La política española, en sí misma, ha de sufrir una reconversión tajante, al modo de la siderurgia o los periódicos: simplemente, esa industria pesada de la representación ya no es necesaria. La reforma puede elegir, por el contrario, el camino populista y estéril: reducir el decoro de la representación popular bajando sueldos, eliminando coches, comiendo bocadillos, esas indignidades, en el más preciso sentido de la palabra. Y no hay que reducir el nivel del decoro. Sólo eliminar a las figuras decorativas. Menos políticos y mejor pagados. De costa a costa.
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