Arcadi Espada.
Mi opinión es que el periodista puede hacerlo todo para descubrir la verdad. Y él sabrá cómo lidia luego ese propósito con su moral y con las leyes. Esto incluye, por supuesto, mirar por el ojo de la cerradura o pegar la oreja a una puerta detrás de la cual se está produciendo una conversación importante. Lo que hoy llaman, más o menos, filmar con una cámara oculta o fisgonear en la pantalla del móvil de Rubalcaba. La única precaución que hay que tener siempre presente en estos últimos casos es que no por estar oculto algo es más verdad. Noticia no es aquello que alguien quiere ocultar, sino algo que alguien quiere ocultar y es verdadero. Los fragmentos de la realidad obtenidos subrepticiamente deben pasar el mismo chequeo que los que se obtienen de modo convencional.
Lo que me parece mucho más problemático es que el periodista construya una escena, la filme y ofrezca luego su narración sobre un hecho que no existiría sin él. O sea lo que parece ser el caso de esta sentencia del Tribunal Constitucional sobre la que no he sido capaz de encontrar más información de la que se ofrece, parva, en la sentencia. El periodista se ocupa de los hechos que suceden o han sucedido; y el hecho que describe un periodista camuflado (se trate de Günter Wallraff o de Lidia González Hermida) cuya participación es imprescindible para que la secuencia exista es siempre una ficción, de la cual sólo pueden extraerse las acostumbradas consecuencias verosímiles. Sí, es posible que la esteticién haga con sus clientes lo que le está contando al periodista disfrazado; pero de momento lo único que sabemos es que está haciendo esto con alguien que no es su cliente; con alguien que mediante engaño le induce a comportarse de un modo determinado. Todo por la verdad y para la verdad, pero sin la verdad. Un factoide. Un posado. ¡Un autoposado! Un periodista no debe nunca dar cuenta de un hecho que no se habría producido sin estar él activamente involucrado. En realidad, buena parte del éxito de cualquier narración periodística consiste en descontar (o en subrayar) todo los párrafos de un suceso que se originan a partir de la súbita llegada de la prensa. El ideal periodístico es el de la invisibilidad y esto, pardójicamente, sólo se consigue o saliendo de la escena o subrayando en qué medida la presencia del periodista es «creadora»: caso canónico del llamado género de la entrevista. Es decir todo lo contrario de esos textos periodísticos que, siendo imprescindible para la comprensión de su significado recto, no aclaran que las palabras de alguien se produjeron a consecuencia de la intervención de un periodista. Esos textos, en suma, que hurtan las preguntas y las inducciones consiguientes.
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