Xavier Sala i Martí.
Una falacia que corre por los medios de comunicación y los blogs de expertos es que España NO tiene un problema de deuda pública porque (a) la deuda pública en relación con el PIB es menor que la de otros países de Europa (cerca del 70% del PIB) y (b) la deuda pública es solo el 33% de la deuda total española, el resto es deuda privada. Ambos argumentos son falsos.
La deuda pública es grande o pequeña en relación a la capacidad de pagarla. Se ha puesto de moda poner la deuda en relación al PIB. El PIB es la cantidad de euros que se consiguen generar en España en un año (euros/año) mientras que la deuda está en unidades de euros por lo que la Deuda/PIB está en unidades de años. Es decir, Deuda/PIB es la cantidad de años que se tardaría en pagar toda la deuda si el gobierno español dedicara TODO EL DINERO QUE GANAN TODOS LOS ESPAÑOLES a pagar la deuda. 70% quiere decir que si el gobierno fuera capaz de usurpar todo el dinero que ganan todos los españoles, tardaría el 70% de un año en pagar sus deudas. Un dato totalmente no informativo dado que el gobierno español no puede utilizar el todo el dinero que ganan los españoles a pagar la deuda. El gobierno español puede utilizar el dinero que ingresa él. Del mismo modo, que la deuda pública sea mayoritariamente privada también es no informativo porque la mayoría del PIB también es del sector privado.
La pregunta es, la deuda del estado español es alta o baja EN RELACIÓN A LA CAPACIDAD DEL ESTADO ESPAÑOL DE PODER PAGARLA. Y la capacidad de pagarla depende de los ingresos que tiene el estado y de los gastos que ya tiene comprometidos. Para poder pagar, pues, el estado debería ser capaz de generar más ingresos que gastos (es decir, debería tener superávits fiscales). Justo antes de empezar la crisis, España tenía leve superávit fiscal. Pero las cosas se complicaron en 2008-2009: la caída de la recaudación debido a la incompetencia del estado a la hora de recaudar lo que se debe, la subida de los subsidios de paro debido a la nefasta regulación laboral y las absurdas políticas keynesianas de estímulos fiscales llevadas a cabo por el gobierno de Zapatero (plan renove, plan E, cheques bebé, etc), conllevaron un déficit de cerca del 11% del PIB. Los enormes sacrificios en forma de recortes y subidas de impuestos solo han conseguido rebajar el déficit al 8% del PIB (el PSOE decía que lo habían rebajado al 6% pero eso ha resultado ser mentira). La nueva recesión en la que parece que entró España en el último trimestre de 2011 parece que no permitirá reducir el déficit el 4,4% como estaba proyectado. Es decir, España tiene serias dificultades para generar superávits y, por lo tanto, serias dificultades para poder pagar sus deudas. La deuda pública es, pues, demasiado alta en relación a la capacidad de pagar por mucho que se diga que el ratio deuda/PIB es menor que en Alemania o Estados Unidos.
Además, no hay que olvidar que el estado español tiene una deuda pública latente que todavía no está contabilizada y que es la que ocasiona grandes incertidumbres en los mercados financieros: la deuda bancaria. Todo el mundo espera que el gobierno, con su absurda tendencia a rescatar bancos y cajas, va a acabar poniendo dinero público para evitar la quiebra de alguna ex-caja importante como Caixa Catalunya o Caja Madrid (transformadas ahora en Catalunya Caixa y Bankia respectivamente).
Finalmente, a todo esto hay que unir dos elementos de largo plazo. El primero es el de las pensiones. Los primeros ciudadanos del baby boom ya se acercan a los 65 años y un vasto número de trabajadores se va a jubilar en los próximos años. Eso hace que las probabilidades de mantener superávits a largo plazo sean todavía más ínfimas. El segundo es el de la competitividad. Nada de eso sería un problema si la economía española creciera a un ritmo sano del 4 o 5%: el crecimiento reducirá las necesidades de financiar desempleados y aumentará la recaudación fiscal. El problema es que, de momento, no se están sentando las bases de ese crecimiento ya que no se están promoviendo políticas de aumento de la productividad con la absurda y temeraria excusa de que no van a tener efecto hasta el largo plazo. La crisis empezó en 2007. Hace ya cinco años. Si se hubieran tomado medidas entonces, las que tardan cinco años en tener efecto ya estarían dando sus frutos. Como no se hizo entonces, España sigue sufriendo una crisis de deuda pública.
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