El feminismo, según el DRAE, es: “Doctrina social favorable a la mujer,
a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres” o
“Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”.
Ambas acepciones coinciden con el liberalismo, porque priman la
igualdad ante la ley: nótese que no se habla de conceder a las mujeres derechos
reservados para ellas, sino de la igualdad de oportunidades, no de resultados.
El pensamiento predominante, en cambio, ha distorsionado esta interpretación
liberal del feminismo.
La profesora María Lacalle Noriega llamó mi atención hacia una frase de
un supuesto icono del feminismo del siglo XX, Simone de Beauvoir, que en
realidad expone el totalitarismo con descaro: “Ninguna mujer debería poder
quedarse en su casa a criar a sus hijos. La sociedad debería ser completamente
diferente. Las mujeres no pueden ser libres para ejercer esa opción, porque si
la tuviesen, demasiadas de ellas la elegirían”.
Dirá usted: no se puede ser más brutal. No sé yo. Vea esta otra joya:
“El trabajo del ama de casa ni siquiera tiende a crear nada duradero… la labor
en el hogar no es directamente útil para la sociedad, no produce nada. El ama
de casa es subordinada, secundaria, parásita. El bienestar social de las
mujeres exige que se prohíba el matrimonio como una ‘carrera’ para la mujer”.
La escritora francesa resulta tan escalofriante que ni siquiera Betty
Friedan, que la entrevistaba, se atrevió a secundarla, y comentó: “La tradición
de libertad individual en Estados Unidos está tan arraigada que yo nunca diría
que fuera obligatorio que todas las mujeres llevasen a todos sus hijos a una
guardería”. Y eso que Friedan es autora de otra frase célebre del sedicente
feminismo progresista: “La familia es un cómodo campo de concentración”.
Esto no puede ser feminismo, no puede favorecer a las mujeres el
desvarío tiránico de Simone de Beauvoir, que llegó a asegurar que el mejor
ejemplo de país feminista era ¡China! Y añadió: “Mientras el mito de la familia
y el mito de la maternidad y el instinto maternal no sean destruidos, las
mujeres seguirán siendo oprimidas”.
Dirá usted: el feminismo antiliberal ha evolucionado y hoy no comparte
estos diagnósticos tan radicales. Es verdad, pero lo que sigue presente es el
recelo ante la familia, y ante las mujeres que la prefieren frente al trabajo
fuera del hogar. Otras notas permanentes del progresismo son la promoción del
aborto como “derecho de la mujer”, las crecientes facilidades para el divorcio
o los llamados “modelos alternativos de familia”, y el odio a la Iglesia
Católica como paradigma de la dominación sobre las mujeres por su defensa del
matrimonio y su crítica a las consignas predominantes. También es constante la
presentación de la mujer como víctima y del hombre como su irreconciliable
victimario. Repito, se pensará lo que se quiera, pero no parece que esto sea
feminismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario