Seguro que han oído más de una vez aquello de que en EEUU la sanidad es mucho más cara que en Europa pero que ello no se traduce en una mayor esperanza de vida. Semejante argumento vendría, supuestamente, a demostrar la superioridad de la sanidad pública sobre la privada.
En realidad, la sanidad estadounidense dista de ser un modelo organizado en torno al libre mercado. Recordemos que en 1965 el belicista Lyndon Johnson enmendó la Social Security Act para incluir dos programas de financiación pública de la sanidad: el Medicare y el Medicaid. El primero se dirige a cubrir una buena parte de las necesidades sanitarias de los mayores de 65 años y de personas inválidas; el segundo ofrece cobertura sanitaria a las personas que no alcancen unos mínimos de renta establecidos por los estados que conforman la Unión. Ambos programas proporcionan cobertura sanitaria a más de 90 millones de personas, de modo que sólo con una decidida voluntad manipuladora puede afirmarse que EEUU goza de una sanidad privada.
Sin embargo, todo esto no explica la recurrente afirmación socialista de por qué EEUU gasta más en sanidad y, en cambio, no obtiene un mejor tratamiento sanitario reflejado en una mayor esperanza de vida. La tergiversación se encuentra en la última parte de la oración. Un sistema sanitario más eficiente no tiene por qué traducirse en una esperanzaagregada de vida más elevada. El último libro del economista Arnold Kling,Crisis of Abundance, se dirige, precisamente, a enterrar este mito de la progresía.
La tesis de Kling es que los estadounidenses reciben una cobertura sanitaria mucho más completa en lo que él denomina premium medicine, esto es, un tratamiento médico de alta calidad caracterizado por "un recurrente uso de especialistas, una utilización muy extendida de procedimientos de diagnóstico de alta tecnología y un número grande y variado de cirugías".
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