Es la pregunta de los diez mil soles, como decimos en el Perú. Pese a su inmensa capacidad de seducción, considero que el populismo latinoamericano puede ser vencido. La pregunta es, ¿cómo hacerlo? Cabe acotar que, siendo el populismo una idea y un sentimiento, se debe enfrentar con ideas y motivaciones superiores y más convocantes que aquéllas que éste promete.
En primer término, para atacar el núcleo ideológico del populismo debemos sostener emotivamente que las sociedades que prosperan no se organizan en torno a la identidad, ni a la nación, ni a la raza, ni a la clase. Se organizan en torno a principios, que sirven para garantizar una convivencia pacífica y fructífera, para que se dicten unas leyes claras, sencillas y comprensibles y para que todos los ciudadanos aptos dispongamos de un mínimo de recursos que nos permitan competir en la sociedad.
¿Cuáles serían estos principios? Libertad, tolerancia, justicia y dignidad del trabajo. Aplicando estos principios, se logra lo que sostuvo Adam Smith en sus Lecciones sobre Jurisprudencia: “Para que un Estado pase de la peor barbarie al mayor grado de opulencia basta prácticamente con garantizar la paz, impuestos estables y una aceptable administración de justicia; el resto vendrá por si solo mediante el curso natural de las cosas”. Alcanzar un consenso en torno a estos principios es una tarea política esencial si queremos vencer al populismo. Esto tiene que hacerse fuera de los partidos políticos, pues todos, en mayor o menor medida, son proclives al virus populista.
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