Equipo de fMRI. Foto Steven Laureys. Picasa. CC |
La resistencia eléctrica, como su nombre sugiere, es la propiedad de un material que nos indica hasta qué punto se «resiste» a que por él pase la electricidad. Si conduce muy bien la electricidad –por ejemplo el cobre– tiene muy poca resistencia. Si conduce muy mal la electricidad –por ejemplo el vidrio– estamos ante un material que tiene una gran resistencia eléctrica.
La resistencia eléctrica de un material depende de muchos factores, por ejemplo su pureza, presión o temperatura. En 1908 Heike Hamerling Onnes hizo algo sumamente difícil: conseguir que el gas helio se convirtiera en líquido. Para ello tuvo que llegar a la increíble temperatura de 4 grados por encima del cero absoluto (4 K). El cero absoluto es la menor temperatura que se puede alcanzar y el helio, a presión atmosférica, se licua a tan solo cuatro grados por encima del mismo.
Los años siguientes los dedicó a ver cómo variaba la resistencia con la temperatura. Para hacerlo eligió un metal conductor que es líquido a temperatura ambiente: el mercurio. Lo que fue observando es que la resistencia –a partir de ahora siempre que digamos resistencia, entiéndase resistencia eléctrica– disminuía con la temperatura. Hasta ahí nada nuevo, todo estaba de acuerdo con lo esperado. La sorpresa surgió el 8 de abril de 1911, cuando midieron la resistencia a 4 K. En ese momento, de repente, la resistencia cayó a 0. Es decir, no había resistencia. El mercurio a esa temperatura era un conductor perfecto.
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