No se levantaron los católicos. Arcadi Espada

Leo que el papa Ratzinger, de visita en Berlín, vuelve al viejo discurso del nazismo como el Anticristo. Hitler, ese ídolo pagano que quería sustituir a Dios. Eso dijo el Papa en la ciudad de las tragedias. Tengo a Ratzinger por un hombre apreciable. No como el primer intelectual de nuestro tiempo, pero sí, por ejemplo, como un hombre que conoce la historia de Europa. Debería ser más prudente. El catolicismo tiene una profunda deuda de conciencia con las víctimas del genocidio. Cuando se habla o se escribe sobre ello se alude, tópica y centralmente, a la ambigüedad y vacilaciones de Pío XII y del conjunto de la jerarquía. Es un asunto discutible, que arranca de la encíclica pía de 1937 sobre la situación de los católicos en el Reich. Pero secundario. El problema es otro y no afecta a la jerarquía sino al conjunto de los católicos. Tal vez Hitler era el Anticristo; pero lo cierto es que los católicos no se levantaron contra él. Se levantaron los comunistas o los demócratas; pero no los católicos. Y algo mucho peor: no hubo una solidaridad católica, unánime, inexpugnable, civil, determinante con las víctimas, principalmente judías, del Genocidio. Por supuesto que hubo católicos que dijeron no, a riesgo de sus vidas; y que muchos la perdieron. Pero desdichadamente, en los templos de Europa, y lo sabe Ratzinger y es un pecado de expiación lenta, nadie llamó a combatir el nazismo. Al Dios de los católicos el nazismo siempre le pareció estricta competencia del César.



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