Castro contra las Damas de Blanco. Mary Anastasia O'Grady


Piedras y varillas fueron las armas elegidas para un asalto gubernamental a un grupo de mujeres desarmadas en las afueras de Santiago de Cuba en la tarde del 7 de agosto. Según un informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), con sede en París, la paliza fue salvaje y "les causó heridas, algunas de consideración".

No fue un incidente aislado. En los dos últimos meses, se incrementaron los ataques contra mujeres disidentes, organizados por el aparato de seguridad del estado. Lo más notable es la intensidad con la que avanza el régimen para intentar aplastar el grupo central conocido como las Damas de Blanco.

Esto es un riesgo para el régimen, si la comunidad internacional decide prestar atención y aplicar presión sobre el régimen de elite blanca de la forma en que lo hizo contra el apartheid en Sudáfrica. Pero la decisión de tomar ese riesgo sugiere que la dictadura de 52 años en La Habana se siente cada vez más insegura. Los legendarios barbudos de la "revolución", alertados del juicio contra un Hosni Mubarak enjaulado en un tribunal egipcio, están aparentemente aterrados ante el coraje calmado, religioso y pacífico de poco más de 100 mujeres. Ningún régimen totalitario puede deshacerse de la valiente audacia que muestran estas mujeres, o las señales de que su audacia se está extendiendo.


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