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El libro Brigadas Rojas (Akal, Madrid, 2002) reproduce la entrevista que las periodistas italianas Carla Mosca y Rossana Rossanda hicieron en la cárcel de Opera (Milán) a Mario Moretti, el terrorista que asesinó al dirigente democristiano Aldo Moro. Éste había sido secuestrado por las Brigadas Rojas, de las que Moretti era uno de los capos máximos, el 16 de marzo de 1978, y tras 55 días de cautiverio su cadáver apareció en el maletero de un coche. Las entrevistadoras le preguntan a Moretti si él fue el autor del disparo mortal, y el verdugo responde: "Sí, no habría permitido que lo hiciese otro".
No es extraña la afinidad que a lo largo del extenso diálogo aflora entre las dos interlocutoras y Moretti. Rossanda era una ex comunista italiana que había fundado la revista Il Manifesto para defender posiciones de ultraizquierda, y el socialista Norberto Bobbio recuerda que el día después de las elecciones del 21 de noviembre de 1993, dicha revista publicó un editorial titulado Si no es ahora, cuándo, que concluía así: "El extremismo es menos peligroso que el centrismo biempensante. No tomemos a la ligera la prueba de hoy. El extremismo es la sabiduría del momento presente".
Hablábamos al principio de las afinidades macabras entere un comunista recalcitrante y un terrorista impenitente, reflejadas en el prólogo de un libro. Sucede que el prólogo de Brigadas Rojas lo escribió Manuel Vázquez Montalbán (MVM) quien, además, en una de las "cagaditas matutinas" (Jorge Semprún dixit) que depositaba en El País (14/10/2002), diagnosticó:
Moretti, Mosca y Rossanda construyen el mejor discurso dialéctico que he leído sobre la lógica interna del terrorismo revolucionario posmayista, en un libro obligatorio para todos los españoles que estamos obsesionados por lo que podríamos llamar nuestra contradicción de primer plano inevitable: el terrorismo vasco.
MVM explica el porqué del asesinato, compenetrado e identificado con la lógica perversa que seguramente aplicó el verdugo al cometerlo:
Moro era el Estado, el Estado de clase, y su ejecución la hace inevitable precisamente ese Estado cuando se niega a aceptar exigencias que los brigadistas consideran mínimas, como la hace inevitable el Vaticano cuando Pablo VI, el progresista Montini, les pide a las Brigadas la liberación de Moro "sin condiciones". Moretti considera que esa petición es como la ratificación de una sentencia de muerte.
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