Extractos:
¿Se trata, como dice la izquierda, de una rendición ante los mercados y una apuesta por el liberalismo?
La idea de que “los mercados” dominan la política es pura fantasía. Lo que sucede es que los políticos no pueden hacer cualquier cosa sin consecuencias; por ejemplo, no pueden gastar sistemáticamente más de lo que ingresan sin que se ponga en duda su viabilidad financiera. La limitación del déficit y la deuda por supremo mandato constitucional tiene una apariencia liberal, y entronca con las propuestas de la Escuela de la Elección Pública, del premio Nobel James Buchanan. Pero es pura apariencia, para la galería.
¿La prometida austeridad es papel mojado?
Esencialmente sí. No hay límites estipulados a la subida del gasto público y los impuestos. El papel de las Constituciones como limitadoras del poder político ha sido muy exagerado: no hay que olvidar que la espectacular subida de la presión fiscal en nuestro país ha sido plenamente constitucional: nuestra Carta Magna fue incapaz de proteger el derecho de los ciudadanos a la propiedad del fruto de su trabajo. Tampoco lo hará ahora, por tres razones. Primera, lo que se pretende limitar es el déficit, no el gasto ni la presión fiscal: de hecho, las autoridades podrán escudarse en esta nueva norma para subir los impuestos alegando que es necesario para controlar el déficit. Segunda, la propia definición del límite de déficit es “estructural”, que descuenta el impacto del ciclo y admite importantes excepciones, como por ejemplo las recesiones, que son precisamente los momentos en que se dispara siempre el déficit. Y tercera, los Estados son muy capaces de violar todas las limitaciones que se autoimponen: tal como sucedió en Europa con las condiciones de Maastricht, y después con las del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
¿Despeja este acuerdo el horizonte problemático de la economía española?
De por sí, el acuerdo no hace más que reforzar la imagen de seriedad de nuestros políticos. Si el crecimiento económico continúa como hasta ahora, sólo en una lenta recuperación, las autoridades pueden caer en la tentación de subir aún más los impuestos, con lo que la economía se frenará aún más y los problemas se acentuarán. En cambio, si la economía eleva su crecimiento, los desequilibrios presupuestarios mejorarán, y los políticos se apuntarán una nueva medalla, que, como siempre, no merecerán.
Efectivamente es una modificación constitucional de cara a la galería y, como tal, lo primero que han buscado es crear los mecanismos para poder saltarse la norma.
ResponderEliminarHay un problema de fondo al que los ciudadanos y los gobiernos de los países desarrollados no quieren plantar cara: el llamado "Estado del Bienestar" tiene que retroceder 50 años, hasta ese punto en el que el desarrollo de oriente y occidente se igualen. Los recursos mundiales son insuficientes para cuadruplicar la población de ricos y habrá que encontrar un punto de encuentro a mitad de camino.
Para los países occidentales eso significa sueldos más bajos y menor nivel de vida. Para los estados menos recursos y adelgazamiento obligado.
En definitiva reducción de la estructura y los ingresos del estado a la mitad y servicios propios de los años cincuenta.
Creo que la clave de la norma es que no frena el gasto, como indica el doctor Rodríguez Braun.
ResponderEliminarPero no estoy de acuerdo en que debamos renunciar a nuestro nivel de vida, hay recursos suficientes para que todos vivamos mejor, pero hay que aprovecharlos más y mejor.
El gran Julian Simon ya nos habló sobre eso: http://manuelalvarezlopez.blogspot.com/2011/07/julian-simon.html
En lo que estoy de acuerdo es en que hay que adelgazar el Estado de Bienestar, entendiendo por el mismo el que proporciona el Estado previa recaudación obligatoria de impuestos. Quiero un Estado más pequeño y que me permita elegir si quiero o no ciertos servicios.