Schools and Socialization by David Henderson
"I wasn't always the victim either. I inflicted my share of cruelty. My 8th grade teacher, Miss Boas, treated most of us badly, hitting us with a stick when she had a bad day and we gave wrong answers. But the one person she singled out for special abuse was Esther. Esther was a plain looking girl without a lot of self-confidence, but probably within the normal range. When Esther gave a wrong answer, Miss Boas would sometimes hit her especially hard with her stick and a few times came down the aisle, pulled Esther out of her seat and shook her violently. As I tell this story, I sincerely regret that I didn't do something to block Miss Boas, to prevent her from treating Esther that way. I sometimes pictured sticking out my foot to trip Miss Boas as she went down the aisle. I didn't have the guts. But I did way worse, as did many of the kids in my class; we piled on Esther. We would say her name with dripping sarcastic cruelty, the way we had learned from Miss Boas. Who says schools don't teach values? Miss Boas taught us well. By the end of that year, Esther was almost a basket case.
If these stories were told by a few of my friends and me, that would be bad enough. But they are widespread. Everyone has them. Next time you go to a parents' evening at school, pay attention to how some of the parents--usually the working-class parents, I have noticed--conduct themselves around teachers. You will often see the same fear and concentration-camp caution that those parents learned as children".
En español de google translator:
"No siempre fui la víctima tampoco. Infligido mi parte de la crueldad. Mi profesor de octavo grado, la señorita Boas, tratado la mayoría de nosotros mal, golpeando con un palo cuando tenía un mal día y nos dio respuestas incorrectas. Pero el una persona que destacó por abuso especial Esther. Esther era una chica normal buscando sin mucha confianza en sí mismo, pero probablemente dentro del rango normal. Cuando Esther dio una respuesta equivocada, señorita Boas a veces la golpeó especialmente duro con su bastón y un par de veces llegó hasta el altar, Esther sacó de su asiento y sacudió violentamente. Como les digo a esta historia, lamento sinceramente que yo no hacía algo para bloquear la señorita Boas, para impedir que el tratamiento de Esther de esa manera. A veces en la foto que salen mis pies para disparar Miss Boas mientras iba por el pasillo que no tenía las agallas, pero me fue peor manera, al igual que muchos de los niños de mi clase;.. nos amontonamos en Esther Diríamos. su nombre con el goteo de la crueldad sarcástica, la forma había aprendido de la señorita Boas. ¿Quién dice que las escuelas no enseñan valores? Miss Boas nos enseñó bien. A finales de ese año, Esther fue casi un caso perdido.
Si estas historias fueron contadas por algunos de mis amigos y yo, que sería bastante malo. Pero ellos están muy extendidas. Todo el mundo los tiene. La próxima vez que vaya a una velada de padres en la escuela, prestar atención a cómo algunos de los padres - por lo general los padres de clase trabajadora, me he dado cuenta - se comporten en todo los profesores. Es frecuente encontrar que el mismo miedo y la precaución de campo de concentración que los padres se enteraron que los niños ".
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La falsedad de los universales humanos por Greg Laden.
"En definitiva, los universales humanos son reales y el concepto es útil, aún cuando no son lo que muchas personas suponen que son... no son rasgos determinados genéricamente. Nunca fueron rasgos simplistas y genéticamente determinados de la cultura humana, o totalmente inútiles desde el punto de vista de la antropología. La frase “Universal humano” sólo se comprende bien en ciertos contextos, aunque el hecho de que parezca entenderse en contextos más amplios resulta problemático. Al tratar aquí el concepto de un modo más complejo, no intento debilitarlo. Principalmente, como con la mayoría de falsedades, he intentado exponer algunas peculiaridades interesantes. En este sentido, el concepto de “universal humano” es una herramienta razonablemente útil".
Falsehoods: Human Universals by Greg Laden
"So, human universals are real and the concept is useful, yet they are not what many people assume they are ... they are not generically determined traits. They never were thought of as either simplistic genetically determined features of human culture or utterly invalid, by any camp in anthropology. The phrase "Human Universal" is a dog whistle only in limited contexts, though it is probably seen as one more widely, which is problematic. And here, by complexifying the concept, I'm not trying to weaken it, nor am I trying to slip it past any perceived PC police. Mainly, like with most of the Falsehoods, I have tried to expose some of the interesting inner workings of the topic at hand. In this sense, the concept of "human universal" is a reasonably useful tool functioning in a way somewhere between pick=axe and well placed dynamite".
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Más comercio, menos hambre por Pascal Lamy
El comercio es la correa de transmisión a través de la cual la oferta se ajusta a la demanda. Permite que los alimentos viajen de tierras de plenitud a tierras de escasez. Y permite a los países que pueden producir alimentos de manera eficiente enviarlos a aquellos que enfrentan limitaciones de recursos que entorpecen la producción alimenticia.
Por ejemplo, el acceso a suministros internacionales de alimentos le permitió a Arabia Saudita abandonar su programa de 30 años de subsidios para la producción doméstica de trigo. Dada la carga financiera del programa y, más importante aún, el costo de la escasez de agua, los sauditas decidieron eliminar los subsidios por completo para 2016.
Cuando la correa de transmisión del comercio internacional que es la base de este tipo de decisiones se desajusta, el resultado es una turbulencia en el mercado. Es por este motivo que Indonesia, uno de los principales productores de arroz y maíz del mundo, recientemente decidió reducir las barreras comerciales a las importaciones agrícolas.
Hoy, el comercio de productos agrícolas está expuesto a una distorsión mucho mayor que el comercio de otros productos. Los subsidios que distorsionan el comercio, los altos aranceles a las importaciones y las restricciones a las exportaciones actúan como arena en los engranajes de la correa de transmisión y hacen que llevar alimentos al mercado –y, por ende, a la mesa familiar- resulte más difícil y costoso.
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La mayoría de la gente se sorprende cuando se entera de lo poco voluminosos que verdaderamente son los mercados de granos internacionales. Sólo el 7% de la producción mundial de arroz se comercia internacionalmente, mientras que apenas el 18% de la producción de trigo y el 13% de la de maíz se exporta. Las limitaciones adicionales al comercio son una amenaza seria para los países importadores netos de alimentos, donde los gobiernos temen que este tipo de medidas puedan derivar en inanición.
Aquellos que imponen estas restricciones siguen una lógica común: no quieren que sus propias poblaciones sufran hambre. Entonces la pregunta es la siguiente: ¿qué políticas alternativas pueden permitirles cumplir con este objetivo? La respuesta a ese interrogante consiste en más producción global de alimentos, más redes de seguridad social y más seguras, más ayuda alimenticia y, posiblemente, mayores reservas de alimentos.
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Un acuerdo en Doha también reduciría los aranceles, aunque con ciertas “flexibilidades”, aumentando así el acceso de los consumidores a los alimentos. A nivel global, se producirían más alimentos donde se los pueda producir más eficientemente, creando así un terreno de juego internacional más equitativo y parejo.
Para ser claros: cuando se trata de afrontar la seguridad alimenticia, el comercio es parte de la solución, no parte del problema.
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The making of ¨Aly Herscovitz¨-The blook por Eugenia Codina-Miró
Un momento ilustrativo de la diversidad idiomática ocurrió una mañana en que mi chat de gmail me indicó que Xavier Pericay quería hablar conmigo. Estaba traduciendo un texto del francés al español y había encontrado la palabra alemana feldgrau, me preguntó, en catalán, que si yo sabía lo que quería decir. Ni idea. Así que me levanté y me fui a la máquina del café de la que escogí un cappuccino (italiano) para la ocasion. Al momento apareció un colega, Gert, holandés y profesor de alemán en un instituto de enseñanza media. Le pregunté lo que signficaba feldgrau y cuando me lo estaba contando apareció Dieter, otro compañero de trabajo, éste de madre holandesa y padre alemán. Entre los dos me explicaron, en holandés, que feldgrau quería decir literalmente “gris del campo (de batalla)" y que era el color del uniforme del ejército alemán hasta la II Guerra Mundial. Y que se usaba como sinónimo de ejército alemán. Así que, después de darles las gracias en holandés, me volví al gmail a decirle al catalán que estaba traduciendo un texto del francés al español lo que me acababan de contar mis colegas holandeses (germanófilos).
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Asumo que mis compañeros de cuitas me permiten hablar en nombre de ellos, cuando afirmo que gracias a Aly fuimos, los cinco, redescubriendo nuestros propios prejuicios y lagunas en nuestro conocimiento de la historia del europea del siglo XX. Para algunos fue el descubrimiento de la dimensión humana del Holocausto, para otros el papel tan poco airoso de Francia en los hechos, pero también el descubrimiento de la gran cultura alemana del siglo XX, de la extensión de la lengua alemana, algo sólo comparable hoy en día al inglés americano y a la cultura estadounidense. A los biógrafos de Pla, Aly les ha dado ocasión de conocer mejor al hombre solitario y al escritor ejerciendo su oficio. El periodista, maestro de periodistas, aún tiene cosas que enseñar. Estos aspectos toman especial relevancia en la segunda y tercera parte del blook, aún inéditas al escribir estas líneas.
A mí, personalmente, Aly me ha dado tres cosas muy importantes: me dio la oportunidad de trabajar con un grupo de grandes profesionales del periodismo, de contar mi experiencia en Europa vista por sus ojos y, al fin y al cabo, de conocerla a ella. Después de entrar en la Europa antigua, culta y cruel que la asesinó, no me queda ninguna duda: todos somos Aly.
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Entrevista a Víctor Beker.
P: ¿Por qué es peligrosa la inflación?
R: Es como cualquier droga, uno se vuelve adicto porque la forma de poder mantener la cohesión social es a través de una inflación creciente. Nosotros ya tuvimos en el pasado un 25% anual, de ahí pasamos al 50%, al 150% anual... Y un día nos encontramos con una inflación del 200% mensual.
En Argentina esto es especialmente preocupante, porque cuando los agentes económicos tienen experiencia de inflación se desprenden del dinero cada vez más rápido, y por tanto los precios crecen más. Llega un momento en que la gente sale a comprar algo todos los días, porque el dinero es como una papa caliente.
El mayor peligro es que a tasas de inflación muy altas todo el sistema económico se desorganiza, se produce fuga de capitales y se desarticula el sistema financiero y fiscal. Esto no es teoría, es lo que pasó aquí en 1989. Fue un descalabro que trajo alto desempleo, saqueos en los supermercados y llevó al país al borde de una guerra civil.
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P: Pero así la gente consume más, se crean puestos de trabajo... ¿Eso no es bueno?
R: Ése es el problema, la gente se pregunta por qué vamos a preocuparnos si las cosas van bien. Los economistas tenemos mala fama porque traemos las malas noticias. Advertimos de que ciertas políticas a corto plazo parecen buenas, pero a largo van a resultar un boomerang.
En los años 90, gracias a la convertibilidad con el dólar para nosotros veranear en España o Estados Unidos era más barato que hacerlo en Argentina. Eso en algún momento tenía que estallar, pero a quienes lo decíamos nos miraban como a pájaros de mal agüero. Ahora ocurre lo mismo: si se mantiene este esquema tendremos hiperinflación en el futuro.
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Los controles de precios siguen estando de moda por Juan Ramón Rallo
Bueno, ya lo decía Mises: si ellos siguen repitiendo sus mentiras, nosotros tendremos que seguir repitiendo la verdad. Los precios máximos se implantan, supuestamente, para lograr que un producto que se ha vuelto temporalmente más escaso de lo normal se encuentre al alcance de todo el mundo, incluyendo los menos pudientes. El problema es que el resultado es justo el opuesto: los precios máximos generan un desabastecimiento generalizado de los bienes afectados que, si se mantienen aquellos en el tiempo, termina por convertirse en estructural.
A corto plazo, colocar el precio de un bien por debajo de aquel al que se habría vendido en un mercado libre incrementa su demanda y reduce su oferta. Hay muchos más consumidores interesados en adquirirlo que oferentes en venderlo; y entre los consumidores incluimos a los importadores, lo que previsiblemente llevará a una restricción del comercio internacional o al establecimiento de cuotas a la exportación. Peores son, con todo, los efectos a largo plazo: las reducciones impuestas de precios reducen artificialmente la rentabilidad de la producción y comercialización de los bienes en cuestión; los empresarios encargados de fabricarlos abandonarán los sectores implicados, por cuanto su rentabilidad se verá artificialmente reducida, y se instalarán en otros donde no haya controles, lo cual agravará los problemas de escasez y carestía de los productos protegidos.
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El producto de los precios mínimos es justo el contrario que el de los precios máximos: la sobreabundancia de la mercancía ofrecida; hay más gente que quiere vender que gente que quiere comprar. Dicho de otra manera: como los precios se sitúan por encima de la utilidad marginal de los agentes, los productores eficientes no pueden desplazar a los ineficientes a base de reducir sus márgenes de ganancia bajando los precios, de modo que se acumulan excesos invendibles y es imposible discriminar qué productor debe dejar de producir.
El proceso es, por consiguiente, justo el contrario del que vimos con los precios máximos: los oferentes ineficientes no liberan sus factores productivos para que se dirijan a otras líneas donde sean más valorados. De hecho, si se llega a aplicar una política de precios garantizados –de modo que el Estado adquiera todas las mercancías al precio mínimo establecido–, la producción puede incluso aumentar, captando recursos del resto de la economía y cortocircuitando la elaboración de otros bienes y servicios más necesarios.
El caso del paro es evidente: los precios/salarios mínimos fijados por los sindicatos por encima de la productividad marginal de muchos trabajadores impiden que los empresarios los contraten. Si, además, el gobierno subvenciona el paro a través de los subsidios al desempleo (precios garantizados), lo que tenemos es que muchos agentes, en lugar de buscar ocupación en otras partes de la economía, se concentran en dedicarse al paro, que crece y crece a costa del resto de la economía.
En definitiva, los controles de precios, en tanto regulan centralizadamente uno de los elementos básicos que permiten la coordinación en una economía de mercado, destruyen la estructura productiva y la condenan a un persistente caos. Al cabo, un control de precios absoluto y total es lo que prevalece en el socialismo, sobre cuyo criminal fracaso ya tenemos suficientes evidencias: no funciona ni a gran ni a pequeña escala. Ojalá Sarkozy y los políticos y sindicatos españoles aprendieran algo de economía y no antepusieran sus sectarios intereses a los de los consumidores y trabajadores, a quienes tanto perjudican con sus absurdas regulaciones.
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El Estado, esquema Ponzi por Gabriela Calderón de Burgos
¿De dónde sacaría la idea el señor Ponzi? Se podría decir que del canciller alemán Otto von Bismarck, artífice del primer sistema de seguridad social estatal (1889). El plan de Bismarck descansaba en captar dinero de los trabajadores para financiar las pensiones de los jubilados. La intención era buena, y se hizo en un momento en que la edad de jubilación era superior a la esperanza de vida, por lo que se financiaba el retiro de un número muy reducido de personas.
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Deberíamos adoptar un sistema que restablezca el nexo entre el esfuerzo individual durante toda una vida de trabajo y la pensión recibida. Un sistema que permita a los trabajadores decidir cuándo jubilarse y a quién confiar la administración de sus ahorros. Es profundamente injusto que solo los trabajadores de ingresos más altos puedan contratar un fondo para su jubilación, mientras los de ingresos más bajos siguen cautivos del monopolio estatal.
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