Destaco:
Dice de Jasay que dos impulsos lo llevaron a escribir El Estado. Primero, una necesidad que remitía al jefe comunista de años atrás. De Jasay se dio cuenta de que el Estado puede matarnos de inanición si tiene el suficiente poder sobre la vida y la economía, y si no hay, como decía Scumpeter, “fortalezas privadas”. El segundo impulso fue el análisis de la Polonia de comienzos de los 1980, en la que casi toda la población, incluyendo a miembros del Partido Comunista, habría querido cambiar el régimen, pero no pudieron, y no sólo por la presencia cercana del ejército soviético. El Estado tiende a perdurar.
Si es lo que parece, es decir, que desea maximizar el poder, tal poder puede ser para hacer el bien, para cambiar el mundo o para favorecer a un grupo de la sociedad que lo merezca, verbigracia "los humildes", como diría Zapatero.
El Estado quiere el poder para usarlo de alguna manera, mientras que el gobierno limitado renuncia al uso del poder, un poder que puede ser utilizado para causas loables. Esto es absurdo, replica de Jasay: ¿por qué voy a esposarme para no hacer el bien?
La necesidad del contractualismo surge del supuesto de que los contratos no podrán hacerse cumplir si no hay alguien lo imponga, un “enforcer”. En caso contrario, si los contratos no requiriesen su existencia, no necesitaríamos el Estado. Para crear el "enforcer" necesitamos el contrato social, pero si podemos estipular un contrato social y crear el “enforcer”, entonces no lo necesitamos. De Jasay denuncia este razonamiento circular y peligroso, porque ¿qué garantía tenemos de que el "enforcer" va a respetar las condiciones de los contratos que firmemos?
El peligro fundamental de la teoría del contrato social es que legitima el Estado y puede actuar como opio del pueblo. Es una explotación que bien puede ejercerse sin violencia pero que desarma la sospecha popular contra el poder, cualquier poder, porque si firmamos un contrato, es que queremos el Estado que tenemos.
¿cuál es el papel legítimo del filósofo político? Respondió de Jasay: levantarse y gritar.
ARTÍCULOS:
En poco tiempo volverá a España Anthony de Jasay, acaso el más importante y original pensador liberal vivo. Nacido en Hungría, un joven de Jasay buscando desesperadamente un empleo se topó con un dirigente comunista que le dijo con esa claridad típica del progresismo: “tú y la gente como tú jamás podréis trabajar en este país”. Se marchó a Australia, claro.
Allí estudió economía y tomó contacto con D.H.Robertson, que lo recomendó en Oxford. Una vez en esa universidad su tutor fue Roy Harrod, pero de Jasay quería criticar al keynesianismo, y Harrod, amigo de Keynes, no era partidario. Su tutor pasó a ser entonces John Hicks, del que guarda un muy buen recuerdo.
De Jasay, insatisfecho con la ortodoxia keynesiana, desconfiaba de la preferencia por la liquidez, la función de consumo y la eficacia marginal del capital, magnitudes a las que no veía conectadas con actos humanos. Como dice Hartmut Kliemt, profesor de la Universidad de Duisburg y autor de la entrevista con este autor para el Liberty Fund, de Jasay se adelantó a mediados de los años 1950 a una noción que iba a triunfar mucho después: la microfundamentación de la macroeconomía.
Tras siete años en Oxford, de Jasay abandonó la vida académica y en 1962 se instaló en París y trabajó en el mundo financiero hasta 1979, cuando se retiró a un pueblo en Normandía, a pensar y a escribir. Sólo el primero de sus libros, un análisis nada convencional de la lógica del poder político, ha sido traducido al español: El Estado (Alianza Editorial), aunque creo que está agotado. El original apareció en 1985, y después vinieron: Social contract, free ride (1989), Choice, contract and consent (1991), Before resorting to politics (1996), Against politics (1997), y Justice and its surroundings (2002).
Dice de Jasay que dos impulsos lo llevaron a escribir El Estado. Primero, una necesidad que remitía al jefe comunista de años atrás. De Jasay se dio cuenta de que el Estado puede matarnos de inanición si tiene el suficiente poder sobre la vida y la economía, y si no hay, como decía Scumpeter, “fortalezas privadas”. El segundo impulso fue el análisis de la Polonia de comienzos de los 1980, en la que casi toda la población, incluyendo a miembros del Partido Comunista, habría querido cambiar el régimen, pero no pudieron, y no sólo por la presencia cercana del ejército soviético. El Estado tiende a perdurar.
------------------------------------------------------------------------------
Según la inquietante predicción de Anthony de Jasay, el pensador liberal que visitará nuestro país próximamente, el Estado mínimo es una anomalía. Abordó la cuestión en El Estado, su primer libro, y el único traducido al español. Allí razona sobre por qué manda el Estado, para qué lo hace y qué quiere maximizar.
Si es lo que parece, es decir, que desea maximizar el poder, tal poder puede ser para hacer el bien, para cambiar el mundo o para favorecer a un grupo de la sociedad que lo merezca, verbigracia "los humildes", como diría Zapatero.
El Estado quiere el poder para usarlo de alguna manera, mientras que el gobierno limitado renuncia al uso del poder, un poder que puede ser utilizado para causas loables. Esto es absurdo, replica de Jasay: ¿por qué voy a esposarme para no hacer el bien?
La influencia de este autor, que escribió el libro fuera de los círculos académicos, se vio favorecida por el respaldo que le brindó el premio Nobel de Economía James Buchanan. De Jasay está muy agradecido a Buchanan, que demostró amplitud intelectual, puesto que de Jasay criticó el contractualismo de la escuela de la elección pública.
La necesidad del contractualismo surge del supuesto de que los contratos no podrán hacerse cumplir si no hay alguien lo imponga, un “enforcer”. En caso contrario, si los contratos no requiriesen su existencia, no necesitaríamos el Estado. Para crear el "enforcer" necesitamos el contrato social, pero si podemos estipular un contrato social y crear el “enforcer”, entonces no lo necesitamos. De Jasay denuncia este razonamiento circular y peligroso, porque ¿qué garantía tenemos de que el "enforcer" va a respetar las condiciones de los contratos que firmemos?
El peligro fundamental de la teoría del contrato social es que legitima el Estado y puede actuar como opio del pueblo. Es una explotación que bien puede ejercerse sin violencia pero que desarma la sospecha popular contra el poder, cualquier poder, porque si firmamos un contrato, es que queremos el Estado que tenemos.
El profesor Kliemt, en la entrevista que le hizo para el Liberty Fund, le preguntó: en estas condiciones ¿cuál es el papel legítimo del filósofo político? Respondió de Jasay: levantarse y gritar. Pero ¿y si no vivimos bajo una dictadura comunista o fascista sino bajo una democracia liberal? No se pierda el próximo capítulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario