"Homosexualismo", "normalismo" y otras palabras-policía en Libertad Digital por Federico Jiménez Losantos

Federico Jiménez Losantos a favor de la libertad, como no podía ser de otra manera.

Destaco:

La comparación no es trivial, es tramposa hasta la obscenidad. ¿Qué tiene que ver la cojera con la capacidad científica? No se trata de si es bueno cojear o no cojear. Se trata de que un cojo no sea discriminado por el hecho de serlo, ni sea objeto de burlas en la escuela, ni deje de jugar al fútbol si le dejan, o cree una liga de fútbol de cojos, como hay olimpíadas de discapacitados y matrimonios de ciegos, tullidos y enanos que los partidarios de la eutanasia liquidarían por contrarios al desarrollo "normal" de la raza. Hitler mandó a los campos de concentración a los homosexuales "desviados" de su "norma". Si la "normalidad" significa lo mayoritario, habitual o productivo para la sociedad, vale como palabra descriptiva. Si "normalidad" significa imposición de una "norma" sobre la voluntad y el derecho del individuo, estamos normalizando la tiranía.

Al margen del tonillo normativo, los homosexuales que yo conozco no suelen hacer de su condición sexual el centro de su personalidad y de su vida. No más, en todo caso, que los heterosexuales que se pasan la vida hablando de "tías" y presumiendo de lo que en ellas y con ellas hacen o quisieran hacer. Hay tantos "heterosexualistas" como "homosexualistas", si no más, pero ayer como hoy suelen ser los primeros los que agreden a los segundos, en el aula o en la calle. También agreden ahora los zerolos, cierto, pero contra esa agresión insidiosa y liberticida luchamos, aquí, en Intereconomía y en todas partes. Claro que la homosexualidad "con discreción" nos evitaría todos los problemas. La máxima discreción, el pudor absoluto sería ocultar no sólo la homosexualidad sino nuestra orientación sexual. Así no habría problemas, ni aquí ni en Irán, pero ¿en qué quedaría entonces la libertad? Ya sabemos que la libertad en materia de sexo es para cierta derecha y cierta izquierda, para el franquismo y el castrismo, para los mulás de todas las religiones, es sólo "libertinaje", "desviación" de lo "normal" o de la "norma". Para mí es sólo libertad. Y también para defenderla se fundó Libertad Digital.


ARTÍCULO:

He seguido con perplejidad y creciente asombro la polémica suscitada por Pío Moa tras establecer la "normalidad" y las "desgracias" en materia sexual; las segundas, claro está, consecuencia de la primera. En su último artículo, después del muy desabrido y muy poco argumentado contra José María Marco, temo que Moa va más allá de la cortesía para replicar a Albert Esplugas, aunque tenga la a veces aterradora virtud de la claridad.

Probablemente la clave sea el concepto que con tanto ardor combate Pío: las "palabras policía" que suelen usar los progres para impedir la libertad de los que piensan y se expresan de forma distinta a lo "políticamente correcto". Pues bien, seguramente no hay palabra más "policial" a lo largo de la Historia que "normal". En nombre de la "normalidad" musulmana se ahorca a los homosexuales en Irán. Como "anormales" se han quemado herejes y sodomitas (no confundir con violadores de niños o niñas, que hay "normalizadores" que confunden, consciente o inconscientemente, todo). Por "normalidad" inseparable de la obligación, se ha fusilado a izquierda y derecha, se ha encarcelado, torturado y asesinado a quien se apartaba de lo que se definía como "normal", y que no debe de ser muy normal cuando cambia tanto con los tiempos. Lo "normal" se convierte muy a menudo en "anormal".

La brutalidad y la estupidez cambian menos. La semana pasada se publicó una encuesta según la cual más del 40% de los alumnos españoles de secundaria cambiaría de pupitre si su compañero es homosexual. No sé si Moa considerará "normal" esa aversión, mezcla de inseguridad sexual y burricie genérica. No me resulta sorprendente. Lo que me avergonzaría es que alguien pensara que Libertad Digital es una instancia que legitima tratar la homosexualidad como enfermedad y al homosexual como desgraciado. Me niego a aceptar el prejuicio y el odio como norma de estricto cumplimiento. No acepto que en España se tenga que ser progre para ser considerado intelectual. No acepto que los marxistas sean los únicos defensores de los obreros. No acepto que el nacionalismo catalán sea indiscutible. Y tampoco acepto que Zerolo sea el símbolo de la homosexualidad, ni que, para negar la estúpida "normalidad" de Zerolo y puesto que Zerolo se proclama reina, se funde entre nosotros una república de nuevos mulás, nuevos inquisidores o nuevos sacerdotes de la "normalidad" que se parecen mucho, demasiado, a los que condenaban y condenan, encarcelaban y encarcelan, proscribían y proscriben, excluían y excluyen a los homosexuales de la "normalidad" ciudadana; empezando en la familia, la escuela o la iglesia y terminando en el Código Penal. El despotismo, el desprecio a la libertad individual no son "normales" o, al menos, no deben serlo desde un punto de vista liberal. Es cierto que religiosos o no, hay otros puntos de vista respetables. Cuando merecen respeto, claro. Y en todo caso combatibles.

Lamento que Pío Moa, obsesionado con los zerolos, no sólo pierda ciertas normas de urbanidad en la discusión intelectual, sino que caiga en zafios argumentos como éste:

Un homosexual puede ser tan bueno o mejor que la mayoría como arquitecto, nadador o matemático, pero su homosexualidad no será "tan buena" como la normal: seguirá siendo una desgracia, que puede afrontar mejor o peor. Por hacer una comparación trivial, un cojo puede ser un gran empresario o científico, pero no logrará convencernos de que andar cojeando es tan bueno como andar normalmente.

La comparación no es trivial, es tramposa hasta la obscenidad. ¿Qué tiene que ver la cojera con la capacidad científica? No se trata de si es bueno cojear o no cojear. Se trata de que un cojo no sea discriminado por el hecho de serlo, ni sea objeto de burlas en la escuela, ni deje de jugar al fútbol si le dejan, o cree una liga de fútbol de cojos, como hay olimpíadas de discapacitados y matrimonios de ciegos, tullidos y enanos que los partidarios de la eutanasia liquidarían por contrarios al desarrollo "normal" de la raza. Hitler mandó a los campos de concentración a los homosexuales "desviados" de su "norma". Si la "normalidad" significa lo mayoritario, habitual o productivo para la sociedad, vale como palabra descriptiva. Si "normalidad" significa imposición de una "norma" sobre la voluntad y el derecho del individuo, estamos normalizando la tiranía.

Tan mala es esa tiranía que a Moa le destroza la lógica y la gramática, en él habitualmente impecables: "su homosexualidad no será "tan buena" como la normal" dice nuestro admirado historiador. ¿Habrá descubierto la "homosexualidad normal"? No sería de extrañar cuando ataca la fiebre normalizadora. Pero eso será un error fruto del fervor normalizante; lo que no es un error sino un horror es la frase siguiente: "seguirá siendo una desgracia que puede afrontar mejor o peor." Hace treinta años que no oía hablar en ese tono de una supuesta "desgracia" y era a propósito de la "normalización" lingüística en Cataluña. La suscribían los nacionalistas y la acataban los que entonces llamé "charnegos agradecidos", hoy montillas "normalizados" y "normalizadores". A mí me parecían y me parecen repugnantes los que proclaman "desgracia" objetiva lo que subjetivamente les molesta, para así machacar a los "desgraciados". No sé si es el caso de Pío, espero que no, pero lo parece. Por ejemplo, cuando dice que "tampoco lograrán convencernos –ni convencerse– de que el único problema consiste en la actitud de la gente con respecto a esas desgracias o a cualesquiera otras, o de que solo hay desgracia si uno se siente desgraciado. Se trata de la idea de que la realidad no existe, que sólo existen constructos o invenciones mentales, y que basta cambiar el punto de vista sobre la realidad para que esta se transforme en otra cosa".

No entiendo que los "homosexualistas", en el fondo, sean "heterosexualistas" o "normosexualistas", es decir, que los atacados por Moa piensan como Moa, sólo que no lo reconocen. Me parece una infatuación contradictoria. En cuanto a la realidad, no es lo que se dice fácilmente aprehensible. De hecho, llevan dos mil años discutiéndola los filósofos y los que no lo son. Más pedestremente, creo que si pensamos por nuestra cuenta vemos de forma muy distinta esa realidad según los años. En lo que al sexo se refiere, sucede que en la vida se cambia de opinión y a veces hasta de opción sexual. Por poner un ejemplo muy de nuestra generación: "Muerte en Venecia" es la historia de un descubrimiento fatal, pero podría haber sido una aventura, ensoñación o paréntesis matrimonial, sin pintarrajear al "anormal" antes de matarlo, como se mataba a las adúlteras en el cine de anteayer. En la realidad, los homosexuales pueden recibir, si la desean, una comprensión que podría llamarse compasión o caridad si se practicara en silencio. La legalidad es otra cosa: desde el punto de vista liberal, es decir, defensor de los derechos individuales, debe proteger al que, en uso de su libertad y sin atropellar la de otros, es homosexual, heterosexual, ambidextro, polimorfo, eunuco, virgen o casto. La Ley está hecha para todos. Lo contrario supone "bibianizar" por género el Derecho.

Figura condescendiente hasta lo risible es la del homosexual "razonable" y "discreto":

El homosexual razonable no hace de su condición sexual el centro de su personalidad y de su vida, acepta su realidad si cree que no puede cambiarla, y la lleva con discreción, ya que se trata de un asunto íntimo, como debieran hacer también los heterosexuales, aunque hoy se procura ya desde la escuela destruir los sentimientos de pudor y otros parecidos.

Al margen del tonillo normativo, los homosexuales que yo conozco no suelen hacer de su condición sexual el centro de su personalidad y de su vida. No más, en todo caso, que los heterosexuales que se pasan la vida hablando de "tías" y presumiendo de lo que en ellas y con ellas hacen o quisieran hacer. Hay tantos "heterosexualistas" como "homosexualistas", si no más, pero ayer como hoy suelen ser los primeros los que agreden a los segundos, en el aula o en la calle. También agreden ahora los zerolos, cierto, pero contra esa agresión insidiosa y liberticida luchamos, aquí, en Intereconomía y en todas partes. Claro que la homosexualidad "con discreción" nos evitaría todos los problemas. La máxima discreción, el pudor absoluto sería ocultar no sólo la homosexualidad sino nuestra orientación sexual. Así no habría problemas, ni aquí ni en Irán, pero ¿en qué quedaría entonces la libertad? Ya sabemos que la libertad en materia de sexo es para cierta derecha y cierta izquierda, para el franquismo y el castrismo, para los mulás de todas las religiones, es sólo "libertinaje", "desviación" de lo "normal" o de la "norma". Para mí es sólo libertad. Y también para defenderla se fundó Libertad Digital.

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