Nos quejamos, en general, por cosas que no son un problema, sino la vida misma. Por ejemplo, hoy en una charla en Lima, el embajador de España en Perú ha concluido su intervención con una reflexión sobre los conocimientos que pueden aportar los españoles que vienen a trabajar a Perú. Indicando que la emigración de los jóvenes, y no tan jóvenes, españoles se hace en unas condiciones muy buenas, excelentes si las compramos con un pasado no tan lejano. Pero la gente se queja de que tiene que emigrar, que se aleja de su familia, que no han elegido esto, que les gustaría seguir en España.
¿Qué pasaría si la emigración fuera realmente una necesidad vital? Es decir, si la no emigración supusiera la muerte. Eso sí es un problema. Y eso pasa, por ejemplo, con muchos emigrantes que llegan a España desde África, y a los que tratamos como a perros. Esas personas sí tienen problemas.
Sin irnos a un caso tan extremo, tenemos el ejemplo de los sudamericanos que emigraron a España en los años 1990. Dejaron a sus familias sin poder verlas durante años, hasta que pudieron legalizar su situación. Mientras que los países de origen de esas personas nos abren las puertas de par en par.
Es curioso como la naturaleza humana nos lleva a quejarnos por lo que no tenemos, en lugar de valorar lo mucho que tenemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario