Poco después de las dos y media de la tarde del 20 de septiembre de 1980, la banda terrorista ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Marquina (Vizcaya) a los guardias civiles ANTONIO GARCÍA ARGENTE, de Valencia; MARIANO GONZÁLEZ HUERGO, de Santander; MIGUEL HERNÁNDEZ ESPIGARES, de Granada; y ALFONSO MARTÍNEZ BELLAS, de La Coruña, mientras comían en un restaurante cercano al cuartel de la Guardia Civil de la localidad vizcaína.
Los guardias se encargaban de la protección de las instalaciones de la empresa de armamento Esperanza y Cía. y, menos de ocho meses antes, ETA había asesinado en Ispáster a seis guardias civiles que custodiaban un transporte de armamento de la misma empresa. En esta ocasión, el atentado tuvo lugar en el interior del bar-restaurante Arrieta, situado a unos doscientos metros del cuartel de la Guardia Civil. El establecimiento tenía una entrada principal y otra en la parte trasera. La principal solía cerrarse hacia las 14:30 horas, cuando los clientes habituales ya habían comido o lo estaban haciendo en esos momentos.
Hacia las 14:40 horas del 20 de septiembre se encontraban en el interior del restaurante los cuatro guardias civiles, dos empleados de correos de la comarca y dos trabajadores del restaurante. La puerta principal estaba ya cerrada y, en esos momentos, alguien golpeó con los nudillos en la puerta trasera. La hija de los propietarios, de 15 años, que se encontraba recogiendo los platos de las mesas para llevarlos a la cocina, pensando que se trataba de alguno de los clientes habituales, abrió la puerta. Sin mediar palabra, entraron tres terroristas que, armados con metralletas, se dirigieron directamente a la mesa en la que comían los cuatro guardias civiles, acribillándolos con varias ráfagas que les provocaron la muerte en el acto. A continuación, salieron caminando del restaurante, y cogieron la primera bocacalle en dirección al paseo principal del pueblo. Después huyeron a bordo de un vehículo que les esperaba en las inmediaciones. En el interior del restaurante se recogieron más de veinte casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF, munición habitualmente utilizada por ETA.
Nada más conocerse el atentado se instalaron controles en la mayoría de las carreteras de Vizcaya y Guipúzcoa, al tiempo que un helicóptero de la Guardia Civil sobrevolaba la zona. Un equipo especial, con perros policía, rastreaba los montes cercanos, buscando al propietario del coche en el que habían huido los miembros del comando, y que se suponía había sido abandonado en algún paraje de la comarca. Finalmente fue encontrado, atado y amordazado, en un monte cercano a la localidad guipuzcoana de Elgóibar.
A las ocho y media de la mañana del domingo 21 de septiembre se celebró en la parroquia de Santa María de Gemein de Marquina el funeral por los cuatro guardias civiles asesinados. Media hora antes, los féretros fueron trasladados desde el convento de El Carmen, donde se había instalado la capilla ardiente, hasta la iglesia parroquial. Los féretros iban cubiertos con la bandera de España y los tricornios de las víctimas, y fueron acompañados por una compañía de la Guardia Civil y veinte compañeros que portaban diez coronas de flores. La comitiva la cerraban, además de los familiares de los cuatro guardias civiles, el director general de la Guardia Civil, el delegado especial del Gobierno en el País Vasco, los gobernadores civil y militar de Vizcaya y otras autoridades militares, además del alcalde de la localidad, del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y representantes de UCD y AP. Al término del funeral, los cuatro féretros fueron introducidos en distintas furgonetas para trasladar los restos mortales de las víctimas a sus localidades natales, mientras se entonaba el himno de la Guardia Civil. Varias personas profirieron gritos en contra del Rey y del Gobierno, y pidieron más Fuerzas de Seguridad en el País Vasco.
Por el asesinato de los cuatro guardias civiles sólo han sido condenados tres colaboradores de la banda terrorista, pero no los autores materiales, miembros del grupo Éibar de ETA. El primero de ellos, José Ramón Foruria Zubialdea, alias Foru, fue el encargado de dibujar el croquis del restaurante donde se cometió el atentado. Foruria huyó a Venezuela poco después del atentado, y no fue entregado por las autoridades de ese país hasta septiembre de 2003. En diciembre de 2004 fue condenado por la Audiencia Nacional como cómplice de asesinato a 10 años de prisión mayor por cada uno de los cuatro asesinatos. Sin embargo, en agosto de 2011 se le concedió el régimen de prisión atenuada, que le permitirá cumplir fuera de la cárcel lo que le queda de los cuarenta años de condena que se le impusieron. Durante su estancia en prisión al etarra, de 62 años, se le diagnosticó un cáncer de vejiga, motivo por el que se le ha concedido el régimen de semilibertad. Foruria Zubialdea, natural de Marquina, realizó importantes labores de información para la banda terrorista ETA, entre otras sobre empresas que no pagaban el impuesto revolucionario, personas concretas o entidades bancarias.
Jaime Rementería Beotegui, alias Zapatillas, encargado de realizar labores de vigilancia y de suministrar la información a los dirigentes de la banda terrorista ETA en Francia, fue condenado por la Audiencia Nacional en 1985 a cuatro penas de 17 años de prisión mayor. Por la misma sentencia, y a las mismas penas, fue condenado Fidel González García, que prestó su coche a los autores materiales para trasladarse al lugar del atentado y los alojó durante varios días, no sólo antes de cometer el cuádruple asesinato, sino la misma noche del atentado. En este mismo juicio fueron absueltos de su participación en el atentado los etarras José Carlos García Ramírez y Ángel María Recalde Goicoechea.
En este atentado participó también, presuntamente, Juan Oyarbide Aramburu, alias Txiribita, que falleció en septiembre de 1989 en un enfrentamiento con la Guardia Civil en el peaje de la autopista Bilbao-Behovia de Irún, en el que también perdió la vida el etarra Manuel Urionabarrenetxea Betanzos, alias Manu.
Antonio García Argente, de 20 años y soltero, era natural de Manises (Valencia). La madre de Antonio, sin saber nada del atentado, llamó desde Valencia al cuartel para hablar con su hijo. Por error marcó el número de uno de los médicos del pueblo, muy similar al número del cuartel, que estaba en esos momentos atendiendo a las víctimas del atentado, y fue entonces cuando se enteró de que su hijo acababa de ser asesinado. Antonio estaba destinado en la III Compañía Móvil de Barcelona, aunque temporalmente se encontraba agregado en el País Vasco. Antonio fue enterrado a última hora de la noche del domingo 21 de septiembre, tras celebrarse una hora antes un funeral en el cuartel de la Guardia Civil en Valencia. Unas mil personas asistieron a las honras fúnebres por el guardia civil asesinado.
Mariano González Huergo, de 25 años y soltero, era natural de Santander. Se encontraba en el País Vasco como refuerzo de las plantillas de esa comunidad autónoma, pero su destino era la 551 Comandancia de Santander. La tarde del domingo 21 de septiembre fueron enterrados en Santander sus restos mortales, tras la misa funeral a la que asistieron unas mil personas, en una ceremonia que transcurrió sin incidentes.
Miguel Hernández Espigares, de 23 años y soltero, era natural de Guadix (Granada). Destinado en la III Compañía Móvil de Barcelona, se encontraba temporalmente destinado en el País Vasco, reforzando las plantillas de guardias civiles de la zona. El funeral por Miguel Hernández Espigares se celebró el lunes 22 de septiembre en Alamedilla (Granada), donde también fue enterrado. En diciembre de 2007, la corporación municipal de Guadix acordó por unanimidad en sesión extraordinaria dar el nombre de Hernández Espigares a una calle, plaza o centro municipal de la localidad.
Alfonso Martínez Bellas, de 22 años, era natural de La Coruña. Estaba casado y tenía un hijo; su mujer estaba embarazada del segundo. Su destino era la 111 Comandancia de Madrid pero, al igual que sus compañeros, se encontraba en el País Vasco como refuerzo de las plantillas de la zona. A las once y media del lunes 22 de septiembre se celebró en el cementerio de Senan (El Ferrol) el sepelio de Alfonso Martínez Bellas, con la asistencia de unas mil personas.
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