Las cosas que son naturales deben ser seguras. Esta falacia está profundamente arraigada en nuestras mentes. Parece casi como si, en cuanto seres humanos, estuviéramos determinados para creer en este mito. Una industria entera se ha desarrollado alrededor de esta afirmación: desde pasta dentrífica a vino, desde comida para perros a crema para manos, se considera que los productos son mejores si llevan la etiqueta “natural”. Un sector que prospera claramente con esta falacia es la medicina alternativa (MA).
Gran parte de la popularidad de la MA puede explicarse por medio de la atracción que ejercen las cosas naturales. De acuerdo con sus defensores, la MA es natural y, por definición, esto significa que está libre de riesgos. ¡No como esas malvadas drogas sintéticas y químicas que nos prescriben, que son una gran causa de mortalidad! Esta falsa lógica convence no sólo a pacientes y consumidores, sino que también parece fascinar a grandes sectores de la prensa popular y muchos políticos. Pese a su popularidad, la noción es obviamente errónea y seriamente equivocada.
Lo primero que todo pensador critico debe hacer nota es el simple y desarmante hecho de que, bajo ningún concepto, la MA es natural. Por ejemplo, que hay de natural en un acupuntor aplicando agujas a sus pacientes, en un quiropractico forzado las vertebras por encima de su rango fisiológico de movimiento, de un homeópata diluyendo sin fin sus remedios, o de un irrigacionista del colon colocando un tubo “allí donde no luce el sol”. Cuánto más de cerca miramos, más nos damos cuenta de que, en la MA, lo natural es poco más que una falsa etiqueta que frecuentemente no coincide con la realidad.
Lo siguiente que no debemos dejar de observar es el indiscutible hecho de que no existe una terapia totalmente libre de riesgos. Los remedios homeopáticos, por ejemplo, usualmente carecen tanto de moléculas activas como de efectos adversos directos. Pero esto no significa que la homeopatía no pueda hacer daño. De hecho, cualquier tratamiento ineficaz que es empleado en enfermedades serias inevitablemente causará un daño substancial, si reemplaza a las terapias eficaces.
Otras formas de MA se han asociado con considerables riesgos directos. Las manipulaciones quiroprácticas, por ejemplo, se han asociado con numerosas serias complicaciones tales como ataque al corazón y muerte.
De modo similar, los remedios a base de hierbas pueden ocasionar efectos adversos a través de la toxicidad de sus ingredientes o de interacciones con drogas sintéticas. La irrigación del colon ha llevado al agotamiento de electrolitos y perforación intestinal. La aromaterapia puede ocasionar reacciones alérgicas, etc, etc.
Pero los entusiastas insistirán en que, en su conjunto, la MA es relativamente segura, esto es, que ocasiona menos problemas que los tratamientos convencionales. Este argumento podría muy bien ser cierto pero, si es empleado para promocionar la MA, de todos modos es equivocado. En primer lugar, es preciso señalar que, en la MA, los sistemas de vigilancia post-marketing de la medicina convencional no existen. Por tanto es concebible, incluso probable, que la relativa seguridad de la MA pudiera no ser totalmente correcta. En segundo lugar, deberíamos recordarnos a nosotros mismos que el valor de un tratamiento no está determinado sólo por su seguridad. Hay muchas intervenciones seguras aunque inútiles así como terapias útiles aunque dañinas. El valor de un tratamiento dado está determinado por la cuestión de si genera más bien que daño. Si un tratamiento es ineficaz, incluso los menores riesgos podrían inclinar el balance de riesgos y beneficios hacia el lado negativo. Si otro tratamiento está lastrado por severos efectos adversos pero sus acciones pueden salvar una vida, aún puede ser extraordinariamente útil.
La conclusión de todo esto no podría ser más sencilla: el supuesto de que lo “natural” equivale a lo “seguro” es erróneo. En el reino de la MA, donde es empleado con propósitos promocionales, esto también es erróneo, tanto que puede poner en riesgo la salud de los que caen en esta falacia.
Edzart Ernst es profesor de medicina complementaria en el Peninsula Medical School, Exeter, Gran Bretaña.
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