El domingo 4 de junio de 2000 la banda terrorista ETA asesinaba de un tiro en la cabeza a JESÚS MARÍA PEDROSA URQUIZA, uno de los cuatro concejales del Partido Popular en el Ayuntamiento de Durango (Vizcaya), a escasa distancia de su domicilio en esa localidad vizcaína. El edil regresaba a su domicilio después de haber tomado un aperitivo en un Batzoki (sede social del PNV), cuando un terrorista se le acercó por detrás, en pleno centro de la localidad, y efectuó un disparo en la nuca que le causó la muerte de forma casi instantánea. Eran las 13:20 horas y la calle estaba abarrotada de gente.
Jesús María era el octavo concejal del PP asesinado por la banda terrorista en cinco años y medio, nómina macabra que abrió el 23 de enero de 1995 un pistolero del grupo Donosti cuando disparó un tiro en la nuca de Gregorio Ordóñez. Hasta julio de 1997, la banda no volvió a matar a un edil popular. El día 10 de ese mes secuestró y asesinó fríamente al concejal de Ermua Miguel Angel Blanco, en un crimen que conmocionó al mundo entero. Desde entonces han sido víctimas de la organización criminal: José Luis Caso (edil de Rentería, asesinado el 11 de diciembre de 1997),José Ignacio Iruretagoyena (Zaráuz, 9 de enero de 1998); Alberto Jiménez Becerril (asesinado con su esposa Ascensión García Ortiz en Sevilla, el 30 de enero de 1998); Tomás Caballero (edil de UPN-PP, muerto en Pamplona el 6 de mayo del mismo año) y Manuel Zamarreño (asesinado el 25 de junio de 1998, en el último atentado mortal de ETA antes de que la banda declarase una tregua unilateral).
Facultativos de una UVI móvil de Osakidetza trataron de reanimar al concejal del PP, pero no pudieron hacer nada para salvar su vida. La zona en la que se produjo el asesinato, la calle de Fray Juan de Zumárraga, fue acordonada por la Ertzaintza, y el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver pasadas las 16:00 horas.
Por la tarde se instaló en el salón de Plenos del Ayuntamiento de Durango la capilla ardiente con los restos mortales de Jesús María Pedrosa. Miles de personas acudieron al Ayuntamiento para rendir homenaje póstumo al concejal asesinado. Su ataúd estaba cubierto por una bandera del Partido Popular y rodeado por numerosas coronas de flores enviadas desde toda España. Los funerales se celebraron al día siguiente, a las seis de la tarde, en la Iglesia de Santa María de Durango. También fue multitudinaria la concentración que el día 6 de junio se celebró en dicha localidad, donde cientos de personas arroparon a la viuda y a las hijas de Jesús María Pedros.
La víctima estaba afiliada al sindicato nacionalista ELA, igual que su mujer, desde hacía varios años, según confirmaron desde la central sindical. Pedrosa se afilió a ELA en la época en la que trabajaba en una empresa del sector del metal en la comarca del Duranguesado y, aunque en la actualidad se encontraba incapacitado, mantenía su afiliación. Además, era concejal del PP desde 1987.
Jesús María había recibido amenazas desde hacía mucho tiempo. El 28 de diciembre de 1998, apenas tres meses después de que ETA declarase su tregua, miembros de las proetarras Gestoras pro-Amnistía, se concentraron frente a su casa. Posteriormente subieron a su piso y le dejaron una carta en la que le acusaban de ser el responsable de la dispersión de los presos de ETA. También colgaron allí una pancarta con la leyenda "Pedrosa, tú no eres inocente". Además, su nombre, dirección y teléfono -y el de los otros tres concejales populares en la localidad (Juan José Gaztañazatorre, Eduardo Barrutia y Juan Agustín Villafranca)-, había aparecido en una diana en las calles del pueblo y se habían repartido pasquines que decían "Si queréis guerra, la vais a tener". En diciembre de 1999 el día de Navidad, Pedrosa recibió una botella de agua vacía. Después, explicó a Radio Nacional que ésta es una amenaza típica de ETA, que de esta manera acusa a los que en esas fechas cenan tranquilamente frente a los presos etarras. La botella iba acompañada por una pegatina en la que se leía: "Qué poca vergüenza, usted va a cenar tranquilamente y, sin embargo, los presos de ETA están en la cárcel".
A pesar de todas esas amenazas continuadas, Jesús había renunciado a llevar escolta. En una entrevista con Carlos Herrera en RNE el 15 de diciembre de 1997, pocos días después del asesinato del concejal de Rentería José Luis Caso Cortines, llegó a decir que no concebía ir con escolta en su pueblo, que era muy conocido y que, en el trayecto de su casa al Ayuntamiento, se saludaba con el ochenta o noventa por ciento de la gente: "No sé si voy a ir al cielo o al infierno, procuraré ir al cielo, lo que sí sé es que voy a ir desde Durango", señaló.
Nicolás Redondo Terreros escribió al día siguiente del asesinato un artículo en El Mundo titulado "Que ETA pierda toda esperanza". Entre otras cosas decía: "Porque, no nos engañemos, tienen responsabilidad en esta macabra y mortal espera de los asesinatos, las actitudes de quienes vienen jugando a dar esperanza a los que los provocan. Por eso hay que insistir en una proposición básica.ETA tiene que convencerse, por la posición inflexible de todos los demócratas, de que no hay ninguna posibilidad de que sus objetivos puedan imponerse por vía de negociación".
Jesús María Bizkarra, militante del Partido Nacionalista Vasco que, días después, iba a casarse con una de las hijas de Pedrosa, le recordaba en El País de este modo: "Quien le ha pegado un tiro sabía a quién se lo daba. No es un atentado sólo contra un concejal del PP, sino contra un hombre del pueblo".
Como consecuencia del asesinato, y al negarse Euskal Herritarok a condenar el crimen, el PNV y Eusko Alkartasuna acordaron romper el acuerdo de gobierno que mantenían con la formación proetarra en Durango desde las últimas elecciones municipales. Sin embargo, Juan José Ibarretxecontinuó sin anunciar la ruptura definitiva del pacto legislativo que habían alcanzado con el brazo político de la organización terrorista para sostener un gobierno de coalición.
Dos meses después del asesinato, el 7 de agosto de 2000, cuatro etarras murieron en Bilbao al estallar los 25 kilos de explosivos que transportaban en su coche con el que se dirigían a cometer un atentado. Una de las pistolas que llevaban fue la utilizada para asesinar al concejal del PP, tal y como confirmaron los exámenes de balística. Los etarras muertos eran Patxi Rementería, Ekain Ruiz Ibarguren, Zigor Aranbarri Garamendi y Urko Gerrikagoitia Agirre.
Jesús María Pedrosa Urquiza tenía 57 años. Estaba casado con Mari Carmen Hernández y tenía dos hijas, Ainhoa y Estíbaliz.
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