La gran convergencia

Xavier Sala i Martí.


Cada vez ha más gente, desde los indignados hasta profesores de economía pasando por políticos de todo tipo, que se quejan de que la globalización y la economía de mercado ultraliberal y desregulada hacen que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres, más pobres. Dada esta situación crecientemente injusta, piden una mayor intervención del sector público, una reducción de las libertades económicas y más impuestos para los ricos.

De entrada, hay que decir que es cierto que algunas zonas del mundo están inmersas en una recesión económica: muy en particular, lo están los de la periferia de Europa: Grecia, Italia, España, Portugal e Irlanda. Pero antes de dar las culpas de la crisis al capitalismo liberal, si analizamos por qué estos países están crisis, veremos que todos los países mencionados tienen problemas con su deuda pública (repito, público!). Durante demasiado tiempo los gobiernos se han dedicado a gastar más de lo que se tiene generando déficits insostenibles o a salvar instituciones financieras privadas que se han arruinado. Es decir, sus problemas surgen de la intervención equivocada o excesiva del sector público y no de la falta de sector público. Es muy curioso que haya gente que, señalando a Europa, pida más intervención estatal cuando los problemas europeos los ha causado el propio estado.


Lo que ya no es tan cierto, sin embargo, es que la globalización y la economía de mercado hayan hecho que la pobreza y las desigualdades de renta en el mundo sean cada día mayores. ¡Al contrario! Desde que el hombre inventó la agricultura, ahora hace 10.000 años, hasta al principio de la revolución industrial en 1760, el 99,9% de la población de todos los países del mundo vivía en el umbral de la subsistencia. ¡Sí! Había césares, reyes, conquistadores o burócratas chinos inmensamente ricos, pero el 99,99% de los ciudadanos eran agricultores que trabajaban de sol a sol y que a duras penas podían comer, vestirse y tener una casa donde dormir. Fíjense si vivían cerca de la subsistencia que, cuando había una mala cosecha, la mitad de la población moría de hambre. Por lo tanto, durante miles de años no sólo la mayoría de la población era pobre sino que las desigualdades en el mundo eran muy pequeñas: todo el mundo era igual y pobre. Igual de pobre.


Pero hacia 1760 llegaron la revolución industrial y el capitalismo. Primero en Inglaterra y Holanda. Después en los Estados Unidos y el Norte de Europa. Siguieron  Japón y el Sur de Europa. Entre 1760 y los 1960, las familias trabajadoras de lo que hoy conocemos como los países ricos de la OCDE, aumentaron el nivel de vida hasta el punto de poder comprar cosas que los reyes más ricos de épocas anteriores no podían no soñar: desde el agua corriente en casa hasta la electricidad, pasando por la pasta de dientes, teléfonos móviles, anticonceptivos, docenas de piezas de ropa o cenas en restaurantes chinos, japoneses o italianos. La economía de mercado representó un milagro sin precedentes para la mayoría de los 1.000 millones de ciudadanos de estos países.


El resto del mundo, sin embargo, quedaba atrás y las desigualdades los 1.000 millones de personas cada vez más ricas y los 6.000 millones que permanecían igual de pobres eran cada vez mayores. Pero entre 1950 y 1960 se despertó Asia. Primero fueron los pequeños dragones exportadores de Hong Kong, Singapur, Taiwán y Korea del Sud. Poca gente. Pero en 1975 muere Mao Tse Tung y China (con sus 1.300 millones de ciudadanos) abandona el marxismo maoísta para adoptar el capitalismo de mercado. Poco después, la India (1.200 millones) abandona el socialismo de planificación y también introduce los mercados. Indonesia, Malasia y el resto de países asiáticos, empiezan su proceso de crecimiento. Finalmente, a partir de 1995, África subsahariana, con 700 millones de habitantes, también ha empezado a desarrollarse ininterrumpidamente y ya a la última década, América Latina ha retornado al camino del crecimiento que abandonó durante la crisis de la deuda de los 80.


De repente, los 6.000 millones de ciudadanos que viven en países pobres empiezan a desarrollarse. Este proceso de crecimiento ha hecho que, contrariamente a la percepción general, la pobreza en el mundo esté cayendo a un ritmo como nunca se había visto. Es más, está haciendo que la distancia entre los ricos y los pobres no sólo no esté aumentando sino que esté disminuyendo de manera significativa y por primera vez a la historia.


¿Por qué dicen, pues, los indignados y los intelectuales que los apoyan que las desigualdades son cada vez mayores? La explicación es que sólo se fijan en las desigualdades dentro de sus países. Y es cierto que dentro de los Estados Unidos, la distancia entre los ricos y los pobres ha aumentado. También lo han hecho las distancias entre los españoles ricos y los pobres y entre los chinos ricos y los chinos pobres.
Pero cuando uno trata de estimar las desigualdades en el mundo global, no sólo hay que mirar las distancias entre los americanos ricos y los pobres y las diferencias entre chinos ricos y pobres. También hay que tener cuenta la distancia entre chinos y norteamericanos. Utilizando jerga económica: no solo hay que tener en cuenta las desigualdades “dentro de los países” sino también “entre países¨. ¡Y las distancias entre países están cayendo rapidísimamente hasta el punto de compensar las mayores desigualdades dentro de países!
El fenómeno económico más importante de los últimos 30 años ha sido la exposición de los 6.000 millones de ciudadanos más pobres que vivían en países socialistas planificados o subdesarrollados a las fuerzas del mercado. No es ninguna sorpresa ver que la consecuencia ha sido la reducción de la pobreza en el mundo y una igualación de los niveles de vida en el planeta tierra, un proceso que la historia acabará calificando como la gran convergencia.

4 comentarios:

  1. Utilizando jerga económica: no solo hay que tener en cuenta las desigualdades “dentro de los países” sino también “entre países¨. ¡Y las distancias entre países están cayendo rapidísimamente hasta el punto de compensar las mayores desigualdades dentro de países!

    Esta afirmación es un poco demagoga. Existen dos tipos de convergencia la beta y la sigma, de hecho estos dos conceptos los introdujo Sala i Martí en la literatura económica. Cada país converge hacia su propio estado estacionario EE, pero la existencia de convergencia a nivel mundial no está probada empíricamente. POr otro lado, el EE es algo abstracto, no implica DISTRIBUCIÓN de la renta, se trata de un concepto positivo, no normativo.

    No estoy de acuerddo con el texto

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  2. No entiendo eso de beta y sigma. Ni EE.

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  3. Mira este trabajo: http://manuelalvarezlopez.blogspot.com/2011/11/globalizacion-y-reduccion-de-la-pobreza.html

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  4. EE = Estado estacionario, entiendo. Soy un poco corto.
    Yo pienso que las desigualdades no son el problema, la pobreza si lo es.

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