LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – La nueva ley sobre la vivienda devuelve los atributos de la propiedad a sus dueños: el uso, disfrute y disposición de ella, en tácito reconocimiento del carácter violatorio de las leyes y disposiciones anteriores; pero no contempla la justa compensación a las personas que al salir del país fueron despojadas -por el mismo gobierno que continúa en el poder – de sus viviendas, autos y otras propiedades legalmente adquiridas; algo que viene ocurriendo desde hace más de medio siglo.
Después de haber creado con sus absurdas políticas de excesivo control la gran crisis habitacional que enfrenta el país, el gobierno se desentiende parcialmente del problema de la vivienda, que hasta ahora había monopolizado y frecuentemente utilizado, entre otras cosas, para comprar lealtades y pagar servicios. De paso, reduce los gastos públicos, “elimina gratuidades” y convierte el asunto de la reparación y construcción de viviendas en fuente de ingresos, al mantener el monopolio absoluto de la producción y comercialización de los materiales y equipos de construcción.
Al mismo tiempo, limpia su imagen exterior, en un mundo siempre listo a creer en historias de “aperturas” salidas de la Isla. Pero es que si vamos a hablar de resarcir y compensar, lo de la vivienda y las propiedades sería sólo el comienzo; no habría para cuando acabar.
¿Serán resarcidos algún día los familiares de los miles de cubanos muertos mientras intentaban huir de este país en el que tantas leyes violatorias del derecho internacional les impedían vivir dignamente?
¿Quién resarcirá a los miles y miles de personas que cumplieron condenas por las “actividades económicas ilícitas” que ahora el régimen permite y alienta como su posible tabla de salvación? ¿O a los que fueron a la cárcel durante años por tener un billete de un dólar en el bolsillo? ¿O a las UMAP, por ser homosexuales, religiosos o “raros”?¿Cómo compensar a los familiares de las víctimas del hundimiento del remolcador 13 de Marzo, cuando se levanten algún día las restricciones al libre movimiento? ¿Continuará impune ese crimen?
¿Cómo compensar a los miles que sufrieron la hambruna de los noventa, cuando un trocito de caña de azúcar para matar el hambre se vendía a 20 centavos, sin que el gobierno –supremo latifundista- fuera capaz siquiera de entregar las tierras cubiertas de marabú, aunque fuera en usufructo, para que los campesinos produjeran alimentos para el hambriento pueblo? ¿Quién va a compensar a todos los que contrajeron entonces la polineuritis óptica y otras enfermedades por desnutrición?
¿Cómo resarcir a los miles de cubanos que pasaron años en la cárcel, sufrieron mítines de repudio, marginación social, expulsiones de sus trabajos o escuelas y otros desmanes, por pensar diferente y atreverse a decir a tiempo que había que hacer lo que ahora los gobernantes hacen tarde y a medias?
La vuelta a la normalidad, aunque sea sólo en algunos aspectos, y a pasos tardíos y excesivamente lentos, es bienvenida. Que los culpables de la debacle de nuestra nación rectifiquen al menos algunos de sus errores que nos hundieron en la miseria y fracturaron nuestra sociedad, es bueno.
Pero no basta con rectificar, aun falta que tengan el valor de reconocer el daño que han hecho a nuestra patria, que pidan perdón a nuestro pueblo y compensen a las víctimas de sus caprichos. Eso sería lo ético y lo correcto, pero, conociéndolos como los conocemos, no creo que ocurra.
Los cambios que vemos hoy son puro oportunismo; frutos de la desesperación.
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