Iba recorriendo entretenido en la tarde del 18 de marzo del 2003 , la calle Campanario del municipio capitalino de Centro Habana, cuando alcance la populosa San Rafael fui abordado por tres gendarmes de la policía política y conducido a la Estación Policial de Zanja y Dragones.
La vida de mi familia y mía a partir de este momento comenzó a transformase en un martirio, producto a la intransigencia de un gobierno que no admite que sus ciudadanos tengan pensamientos distintos a los que ellos infunden.
Tiempo después me encontraba en el tenebroso cuartel de la Seguridad del Estado conocido “Villa Marista”. Agresivo recibimiento, me tomaron datos personales huellas dactilares, fotografiado con el número 239665, en diferentes perfiles .Evidentemente mi identidad desaparece, con esta cifra me llamaran.
Recluido en la celda 62, lugar donde se hallaban tres delincuentes comunes, que manifestaban que fueron apresados dentro de la operación “Coraza Popular” nombre del operativo que efectuaba en esos días las autoridades policiales contra el mercado de droga, el tiempo mostró que eran confidentes.
Las condiciones de encierro donde me mantuvieron 34 días ante de ser enviado a la prisión Agüica, situada en el municipio matancero de Colon fueron infrahumanas, mosquitos, falta de agua, para ingerir, realizar las necesidades fisiológicas y bañarse.
La asistencia médica abominable nunca se me proporcionó los medicamentos para atenderme las diarreas, ni me dieron el que mi familia entrego. Asimismo ni para un fuerte dolor de muelas que presente durante varios días.
La alimentación era adecuada pero no suficiente, el hambre es otro método de tortura que debíamos sufrir a partir de este momento.
Asfixiante era la falta de ventilación de la celda, el espacio de reclusión muy pequeño imposibilitaba caminar, debía estar encima de la cama, “litera” todo el tiempo.
Quien adoptaba posición de desafío, como mi caso le retiraban el colchón a las seis de la mañana hasta las diez de la noche, una plancha de acero de tres milímetros servía como bastidor del lecho.
En el interrogatorio basado en la actitud de fuerza del instructor, amenazas, chantajes y presiones, incluso hacia el núcleo familiar, este sicario me manifestó que no comprendía como siendo un profesional graduado de Ingeniería Mecánica con un Master en Mantenimiento, llegue adoptar una actitud contestataria.
Mi comportamiento de refutación, consecuencias, me solicito el Ministerio Fiscal cadena perpetua, el juicio fue con carácter sumario efectuado el tres de abril donde soy sancionado a veintiséis años de privación de libertad, la tercera más elevada del grupo de los 75.
El abogado licenciado Edilberto Marcos González Rodríguez lo conocí horas antes de la vista oral, cuando lo solicite por segunda ocasión me declaro que lo perjudicaba, sus primeras palabras cuando le brindaron la oportunidad de hablar, manifestó que: “no compartía la ideología de su defendido, pero la revolución le daba el derecho a defenderme”, parecía que no habíamos trasladados a la Roma Antigua.
La conciencia se le removió a este personero, que se retiró de la sección ante de terminar, estaba en esa lugar porque mi familia con un gran sacrificio lo había contratado. Además le gestiono el transporte para que pudiese asistir, presuponiendo que podía defenderme. La obra duro más de ocho horas en dos secciones, las cuales estuvieron llenas de mentiras fabricadas de todo tipo.
Mi trabajo de periodista independiente como corresponsal de la agencia de prensa independiente “Havana Press”, denunciando las violaciones de derechos humanos según ellos era con el fin supuestamente de subvertir el orden social, incitar a la desobediencia civil y provocar una intervención humanitaria si se diera la coyuntura internacional que lo permitiera.
La llegada a la cárcel matancera, situada a más de 180 kilómetros de mi localidad de residencia de nuevo fue hostil. Lo primero que presencie fue un cartel que se encontraba a la entrada del centro penitenciario decía “ha llegado a Agüica sino te ubica te ubicamos“, solo hay un modo de hacerlo es a través de las golpizas y malos tratos; percibiría la realidad de lo que se sufre en estos cementerios de hombres vivos que son las prisiones del régimen castrista.
Mis vivencias fueron tristes conocí en este sitio a uno de los gendarmes más represores del sistema penitenciario cubano, el capitán Emilio Cruz Rodríguez, este esbirro no se sentía bien si diariamente no golpeaba o maltrataba a un recluso. En una ocasión me aplico una técnica de asfixia consiste es con las dos manos sobre el cuello presiona con los dedos la arteria carótida hasta que esté a punto de desmayarte.
En esta cárcel me mantuvieron en celda de castigo (zona de aislamiento) durante los primeros catorces meses de mi encierro, me provoco la pérdida parcial de la visión, audición, de varias piezas dentales. Hoy tengo una gastritis erosiva que me impide ingerir muchos alimentos.
La asistencia medica fue casi nula, otro método de tortura que le aplican las autoridades de la Habana a sus adversarios políticos.
La visita familiar cada tres meses con una duración de dos horas, aprobaban la presencia de dos familiares mayores de dijeseis años y dos menores; una jaba de 30 libras de peso, comprendía todo lo que necesitaba, y la literatura no censurada por las autoridades carcelarias.
El posible aniquilamiento por falta de alimentos, te comenzaba a golpear diariamente, viviría atormentado buscando lo que te dejaban pasar alcanzara el tiempo entre visita, ardua tarea tienen los reclusos en este recinto.
El personal médico y civil de la penitenciaria, siempre fueron insensibles, poseían temor a que el régimen la suspendieran las prebendas que le entregaban, que le asegura un nivel de vida por encima de otros trabajadores, que realizan labores similares en otro sectores de la economía.
Cuando en la tardes del 17 de septiembre del 2010 recibí la llamada del cardenal Jaime Ortega proponiéndome viajar hacia España, me encontré en una disyuntiva por un lado terminaba con el sufrimiento y privaciones de mi familiar, el otro una lucha en el terreno idóneo de dieciséis años.
La familia prevaleció había perdido a mi madre el 3 de octubre del 2008 de sufrimiento, no tenía ninguna enfermedad biológicas en ese momento me encontraba en la cárcel habanera de Guanajay sitio donde pase los últimos tres años de prisión.
Mi sobrina también había sido expulsada de su trabajo, después que la contrainteligencia le detecto un E mail en su buzón de correo a mi nombre.
Confió de nuevo retornar a mi patria como dice José Martí el apóstol cubano: “un principio justo en el fondo de una cueva puede más que un ejército”.
Leer original en el blog de Miguel Galbán.
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