Malditos sean los médicos. Jorge Alcalde


A lo largo de la historia de la ciencia pueden encontrarse decenas de episodios de incomprensión como éste. Viene a la memoria la condena al ostracismo de Ignaz Semmelweis, el médico vienés que osó proponer a los cirujanos que se lavaran las manos antes de operar, idea que le valió el repudio de la comunidad científica y un largo camino por la pobreza y la locura que acabó con su muerte... autoinfectado de bacterias para demostrar la importancia de la asepsia. O los 9.000 cadáveres de los soldados británicos en la Guerra de los Bóers, que cayeron como moscas aquejados de tifus porque alguien decidió que era una indignidad vacunarlos. La oposición a la prevención fue tal, que algunos médicos que portaban las vacunas fueron tirados por la borda de los barcos camino de Sudáfrica. O el inveterado pavor a los doctores de la España del siglo XIX, fielmente relatado por Richard Ford en su Manual para viajeros por España, de 1844. En aquella época, ser médico en nuestro país era una profesión de riesgo. Al matasanos se le tenía menos respeto que al carnicero que ofrecía carne en mal estado, y más de uno sufrió en sus carnes las consecuencias de un diagnóstico desfavorable. O las diatribas del teólogo inglés Edmund Massey, que defendía en 1772 que las enfermedades eran también obra de Dios y la vacunación, una práctica diabólica que obstaculizaba los planes del Creador.

Por desgracia, el temor irracional a la ciencia no se ha erradicado. La monja Teresa Forcades despotricaba contra las vacunas desde su púlpito de Youtube en plena crisis de la gripe A, y Tony Blair tuvo que rectificar su decisión pública de no vacunar a sus hijos cuando le explicaron que sus creencias sobre la relación entre inmunización y autismo eran pura pseudociencia.

¿Y qué otra cosa sino un miedo atávico y estúpido al avance de la ciencia son la oposición a la modificación genética de las plantas que comemos, el temor a vivir cerca de una antena de telefonía móvil, la demonización de las radiaciones, el culto desenfrenado a lo natural frente a lo artificial, el miedo a la química?


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