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Por otro, la enorme acumulación de capital que ha tenido lugar en las economías de mercado durante los últimos siglos ha permitido que la productividad de incluso el más inútil de los trabajadores sea muy alta. En la actualidad, la cantidad de productos que cada mes es capaz de fabricar de cualquier obrero (no digamos ya de los muy cualificados), gracias a la calidad de las herramientas que tiene a su disposición, es muy superior a lo que fabricaba, por ejemplo, en el s. XVIII y también muy superior a los niveles de subsistencia. Los empresarios capitalistas disponen de bienes de capital, pero carecen del factor trabajo, que han de alquilar e insertar dentro de sus planes de negocio para generar beneficios.
Por eso mismo, además, aunque los economistas clásicos hubiesen tenido razón en que unos salarios elevados promovían la natalidad, habrían estado equivocados en sus conclusiones: una mayor oferta laboral no tiene por qué rebajar los salarios si esos empleados incrementan directamente la productividad marginal (por ejemplo, si son muy cualificados, esto es, si incorporan mucho capital humano) o si lo hacen de manera indirecta, a saber, produciendo más bienes de capital.
El problema, como sucedía en los albores de la Revolución Industrial, se da cuando la productividad es muy baja y, por tanto, los salarios también son muy bajos. Pero no es un problema de explotación, sino de pobreza general de la sociedad.
Lo mismo cabe decir de los sindicatos: la sindicación universal es harto complicada, sobre todo si existe la posibilidad de celebrar contratos Yellow Dog (contratos que remuneren la no sindicación). De todas formas, si los sindicatos lograran su objetivo de representar a todos los obreros, tampoco podrían fijar salarios sin graves consecuencias: si suben los salarios por encima de la productividad marginal que permite contratar a todos los trabajadores (aquel salario al que tiende el libre mercado), parte de esos trabajadores se volverían incontratables. Esto es, habría paro: unos cobrarían más a costa de que otros cobraran menos. Para incrementar los sueldos no necesitamos más sindicatos, sino unos trabajadores más productivos que sean demandados con más intensidad por los empresarios, esto es, necesitamos mayor acumulación del capital, desarrollo tecnológico y libertad en los mercados.
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