¿Medicalizar la muerte? Antonio Sitges-Serra

La medicalización de la salud representa una merma sustancial de la autonomía individual y fomenta la irresponsabilidad para con nuestros estilos de vida; merma de autonomía e irresponsabilidad a las que nos ha conducido tanto paternalismo estatal y tanta previsión social. Por mencionar solo algunas de sus dianas, el embarazo, la alimentación, la menopausia, la sexualidad, nuestras manías o el envejecimiento son considerados casi enfermedades que precisan -según la corrección política vigente- un abordaje integrador e interdisciplinar y un largo etcétera de memeces por el estilo. En vías de agotarse los estados fisiológicos susceptibles de ser convertidos en enfermedades potenciales, el ojo del huracán médico-farmacológico va a pivotar pronto sobre la muerte y su entorno.


Créanme, la muerte dulce -como tantos otros aspectos de nuestra salud- debería pasar a ser responsabilidad nuestra y de nuestros allegados; y cuanto más lejos del hospital, mejor. Así que, dependiendo de qué diagnóstico le den los médicos, siga mis consejos: deje inmediatamente las pastillas del colesterol (si no las había dejado ya antes), váyase a casa y aprenda cuatro ideas básicas de farmacología que tan útiles le van a ser llegado el caso de que necesite alguna ayuda de este tipo. No es más difícil manejar las benzodiacepinas o la morfina que aprender a conducir o jugar a la bolsa. Vuelva a sus hobbies, retome las adicciones razonables que algún médico bien intencionado le prohibió en su momento y disfrute de los alimentos que aún le apetezcan. Y cuando llegue el momento de partir, escuche su música preferida y abra de par en par la ventana de la habitación individual de su casa: el aire fresco le sentará bien y la paloma que abandone su pecho encontrará la salida más fácilmente.





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