Fallece el padre Miguel Angel Loredo, símbolo del presidio político cubano. Wilfredo Cancio Isla

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En 1966 fue arrestado en la Iglesia de San Francisco. Se le acusado de brindar protección a un prófugo de la justicia, esconder armas y conspirar con la CIA. El sacerdote no admitió nunca su culpabilidad y mantuvo siempre que  el caso fue fabricado por la Seguridad del Estado, con la colaboración de un seminarista bajo chataje.

Un preso plantado

 
Tras un juicio amañado, Loredo fue condenado a 15 años de cárcel. No se sometió al régimen de reeducación y se declaró como un preso “plantado”, por lo que fue sometido a golpizas, sufrió crueles atropellos y cumplió trabajos forzados en las prisiones de Isla de Pinos, La Cabaña, Guanajay y El Príncipe.

En el presidio organizó misas clandestinas para los presos políticos y realizó numerosas huelgas de hambre en protesta por la condiciones de su confinamiento. En una carta del 11 de junio de 1968, enviada a Monseñor Cesar Sacchi, por entonces representante de la Nunciatura Apostólica en La Habana, escribió: “Me siento orgulloso de participar en esta lucha con miles de hombre de tanto valor y sentido patrio como hay en este presidio cubano. (…) Y también quiero decirles que siento al ver el olvido en que el Occidente libre nos mantiene, en el silencio de todos, en la indiferencia, mitigada únicamente por las quejas de los seres queridos impotentes”.

Por gestiones del Vaticano, Loredo fue liberado el 2 de febrero de 1976.  Se le ordenó que no hablara públicamente ni ofreciera entrevistas de prensa. Pero el gobierno no toleró que se le nombrara como profesor de Teología en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana, lo que forzó su salida del país con destino a Roma en 1984.

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