Ví Arcadi Espada.
La tendencia apocalíptica de cierta retórica izquierdista. Cuando no les sobra hipocresía sus portavoces reconocen que viven en el mejor mundo conocido; pero de inmediato añaden que por poco tiempo. Bien sea por el cambio climático o por la destrucción del capitalismo, lo cierto es que anuncian el fin del mundo en cuestión de horas. El paisaje contrasta de modo vivísimo con el de la guerra fría. Entonces reconocían que el comunismo no era el mejor de los mundos posibles; pero en el horizonte dibujaban la aurora, aunque fuera de sangre. Su general incapacidad para prever el cataclismo del comunismo está probablemente relacionado con este optimismo utópico que entonces les caracterizaba. La tendencia al apocalipsis tiene, a mi juicio, una clara matriz religiosa: no puede ser, vienen a pensar y a decir, que el Dios de la Historia no acabe empuñando el látigo.
El éxito del capitalismo está en su parecido con la vida: como la vida, es injusto y carece de sentido: y ninguna teleología lo asiste. Pero es dudoso que vaya a ser castigado por ello. Entre otras cosas, ¿quién iba a castigarlo? Cuando algunos izquierdistas examinan sus crisis, y sobre todo cuando lo hacen, como ahora, en medio de una, exhiben una profecía. De crisis en crisis hasta la crisis final, eso dicen. La imagen mental que los decora no es distinta a la que utilizan respecto de la crisis ecológica: tarde o temprano el sol explotará. Creo que experimentan un calorcillo reconfortante en estas exhibiciones, parecido al del savonarola que anuncia el fin de los tiempos. Y experimentan también idéntica avería en sus razonamientos. Las imprecaciones religiosas sobre el final apoteósico ocultan que el fin del mundo sucede cada día,anodinamente , para una gran cantidad de habitantes de la tierra. Del mismo modo el capitalismo aplica su inevitable capacidad de destrucción de modo homeopático, a cada hora: no le hacen falta grandes representaciones pirotécnicas para diseminar por anchas franjas del mundo una crisis veraz y letal.
No por laico el pensamiento ha de ser necesariamente panglossiano o puramente imbécil. La destrucción completa figura entre las probabilidades humanas y ahí estará siempre Auschwitz para recordarlo. Pero Auschwitz cuenta tanto como la razonable y cálida figura de la señora Merkel, levantada sobre el cadáver de Alemania, apenas sesenta años después. El físico Hawking no niega la probabilidad de una hecatombe terrestre; pero añade que para entonces ya habremos huido. Otra profecía, si gustáis. No está en el signo de las profecías lo que diferencia al laico del apocalíptico. Está en la indomable voluntad de éste, visible desde Eva, de que todo rapto de felicidad humana sea castigado.
(Coda: «Dentro de uno o dos siglos la mayor parte de la Humanidad estará al mismo nivel o por encima de los actuales estándares de vida occidentales. No obstante también creo que mucha gente seguirá pensando y afirmando que las condiciones de vida van cada vez peor». Julian Simon, 1997)
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