Arcadi Espada escribe sobre los responsables de la crisis, y señala a esos que siempre nos dejamos de lado:
Es cierto que los bancos prestaron alegremente el dinero, entre otros motivos para que sus gestores pudieran darse unas alegrías; pero con no menor alegría pidieron el dinero infinidad de ciudadanos cuyo brazo era más largo que la manga. Los que nunca se alargaron no sólo están pagando la irresponsabilidad de los banqueros, sino también la irresponsabilidad del pueblo, grosso modoconsiderado. Aparte de irse a vivir a la plaza, una de las actividades urgentes que debería hacer la absurdamente llamada «generación perdida» es tener una franca conversación con sus mayores. Qué hiciste tú para el crash, papi.
¿Y tú, papi? por Acadi Espada.
La manera indignante de describir la crisis es que un grupo transnacional de financieros sin escrúpulos robaron a millones de incautos ciudadanos buena parte de lo que tenían. Es probable, sigue el cómic, que los financieros gozaran del apoyo directo aunque encubierto de algunos políticos; o que intercambiaran con ellos favores de vista gorda: tú no mires la letra pequeña de mis hipotecas y yo no miraré las deudas de tu administración; pero en cualquier caso los financieros habrían gozado como mínimo de la negligencia de los políticos: y eso es lo que se está juzgando en la persona de Geir H. Haarde, el exprimer ministro que estos días se sienta en el banquillo acusado de facilitar la ruina de su país.
Hace menos de cinco años Islandia era el paraíso. Un paraíso de nuevo cuño: entre otras cosas, muy femenino. A todo aquel que quiera saber hasta qué punto se trataba de la felicidad sobre la tierra yo le aconsejo que lea La isla secreta, el libro del periodista Xavier Moret, escrito cuando ni el viajero ni sus anfitriones sospechaban que, un minuto después, el hielo se abriría a sus pies, y donde entre otras maravillas se cuenta que el primer atraco en Islandia tuvo lugar en el año 1984, y lo cogieron enseguida. Espero que nadie pida por ese libro el inmediato encarcelamiento de Moret, que es un buen hombre y que escribió lo que vio. Pero lo cierto es que el juicio de Haarde abre una jurisprudencia moral inquietante.
Naturalmente, la crisis no ha sido el resultado estricto de la intervención de los malvados. Para que Islandia quebrara, y para que el resto de Occidente temblara en un movimiento desconocido para muchas generaciones, fue necesaria la colaboración de muchísimos inocentes. Es cierto que los bancos prestaron alegremente el dinero, entre otros motivos para que sus gestores pudieran darse unas alegrías; pero con no menor alegría pidieron el dinero infinidad de ciudadanos cuyo brazo era más largo que la manga. Los que nunca se alargaron no sólo están pagando la irresponsabilidad de los banqueros, sino también la irresponsabilidad del pueblo, grosso modoconsiderado. Aparte de irse a vivir a la plaza, una de las actividades urgentes que debería hacer la absurdamente llamada «generación perdida» es tener una franca conversación con sus mayores. Qué hiciste tú para el crash, papi.
La ley que regula las actividades de la comisión de investigación islandesa declara que el escrutinio no debe afectar sólo a los financieros. Que otros sectores sociales deben ser objeto de la investigación. Incluidos, por cierto, los periódicos. Han empezado por los políticos. No irán más allá. Contra lo que piensa nuestro Fredy los políticos son y deben ser el fusible. Una guerra civil no es nada más que el pueblo juzgándose a sí mismo. O sea que digan con Borges:«Qué dicha para todos los hombres/Islandia de los mares, que existas».
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