Una de las pruebas del algodón de la democracia es la ausencia de adjetivos. En realidad, y pensándolo mejor, una prueba del algodón de la verdad.
Un gran memorialista francés escribió que donde leía «cielo azul» veía sufrir al cielo. Lo mismo le pasa a este periodista que les habla cuando oye eso de periodismo ciudadano: ve sufrir al periodismo.
Y lo mismo debe pasarle a cualquier ciudadano cuando lee «democracia real», que es como los jovenzuelos de corazón o de cerebro llaman ahora a la antigua democracia popular de los comunistas, oponiendo la democracia real a lo que despectivamente califican de democracia formal, igual que hacían, que hacíamos, los imberbes comunistas de entonces por sugerencia de los célebres barbudos de nuestros pósters.
Hace algunas décadas, y después de muchos sufrimientos, millones de ciudadanos del este y algunos del oeste consiguieron desembarazarse de sus tiranías. Su objetivo era nítido: una democracia sin adjetivos.
Un gran memorialista francés escribió que donde leía «cielo azul» veía sufrir al cielo. Lo mismo le pasa a este periodista que les habla cuando oye eso de periodismo ciudadano: ve sufrir al periodismo.
Y lo mismo debe pasarle a cualquier ciudadano cuando lee «democracia real», que es como los jovenzuelos de corazón o de cerebro llaman ahora a la antigua democracia popular de los comunistas, oponiendo la democracia real a lo que despectivamente califican de democracia formal, igual que hacían, que hacíamos, los imberbes comunistas de entonces por sugerencia de los célebres barbudos de nuestros pósters.
Hace algunas décadas, y después de muchos sufrimientos, millones de ciudadanos del este y algunos del oeste consiguieron desembarazarse de sus tiranías. Su objetivo era nítido: una democracia sin adjetivos.
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