Del pensamiento desordenado al esperpento por José Varela Ortega.
¿Derecho a una hipoteca? Será si la pagan, digo yo. Porque confundir una oportunidad con un derecho es una pedagogía de irresponsabilidad que provoca las consecuencias que están a la vista, cuando los tomadores del préstamo abandonan el objeto que garantiza la cantidad recibida, libres de cualquier compromiso personal.
En la escena siguiente, los banqueros fabrican una serie abundante de muñecas rusas con hipotecas fraccionadas y devaluadas que van engordando y rebotando, en opacas envolturas de naturaleza diversa, con la inestimable bendición de las agencias de rating, que expiden certificados de fiabilidad de productos devaluados para clientes de los cuales viven —sin que el regulador (los políticos) parezca conmoverse por esta insólita condición de ser y ejercer de juez y parte. Por fin, los bancos centrales —léase los gobiernos y consúltense las memorias de Greenspan- echan gasolina al fuego, prestando a tipos de interés negativos. Y, claro, la burbuja termina por estallar. En la escena final, salen los pirómanos-políticos, pero disfrazados de bomberos, con gesto de cortesana ultrajada, a modo del capitán Reynaud en “Casablanca”, y al grito de “¡aquí se especula!”, como si ellos no hubieran estado en el negocio de la especulación por el poder desde Pisístrato, hace veintiséis siglos.
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A Arturo Pérez-Reverte le parece “un espectáculo penoso”: el de “un país inculto que alardea de serlo”, dirigido por “funcionarios mediocres”, políticos profesionales que están en la política “como forma de subsistencia”, porque “no tienen biografía profesional propia” —como ya advirtió Jiménez de Parga tiempo ha- en la medida que no han estado en otra industria que la de la intriga ni han cursado otra carrera, ni aprobado otras oposiciones, que las del partido al que pertenecen. Pero no desesperemos. La democracia es también un sistema de prueba-error; un convenio de reglas fijas para resultados inciertos que lleva aparejado un correctivo electoral recurrente. Por eso, las cosas pueden variar, los errores rectificarse y el rumbo enderezarse.
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Arcadi Espada sobre la entrevista de Pastor a Ahmadineyad.
Para ver la importancia, novedad o interés de lo que dice el presidente de Irán bastaría hacer el ejercicio de transcribir en papel sus palabras. Nulo interés. La prueba la da la propia televisión al elegir como titular de su resumen una trivial frase del presidente sobre la inconveniencia de invadir Libia. Y ya no hablemos del titular que elige la propia periodista, eso de que el presidente pone en duda las democracias europeas. El texto de la entrevista ni siquiera ofrece alguna de esas muestras de ese pintoresquismo intelectual que de cuando en cuando ofrece Ahmadineyad, como sus creencias sobre la destrucción de los judíos europeos.
Naturalmente todo esto era previsible. Es muy difícil que una entrevista con el presidente de Irán pueda ir más allá del pintoresquismo. Pero la joven Pastor decidió que tendría interés hacérsela. Y lo ha tenido, popularmente hablando. Pero sólo por ella. De ahí que suene flauta su modestia. Interés sólo por ella, y antes de empezar: la joven Pastor con velo es más noticia ibérica que el presidente de Irán con corbata.
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Entrevista de Oriana Fallaci a Leopoldo Fortunato Galtieri en junio de 1982.
Oriana Fallaci: Presidente Galtieri, cuando Ud. piensa en lo que organizado, y aludo a los centenares de jóvenes que han muerto en combate, a los centenares que pueden todavía morir, soldados de reemplazo, marineros imberbes, pilotos en la flor de su edad, y aludo también al nuevo detonador de la tercera guerra mundial que se ha encendido en esta parte del planeta, y como si todavía no fuera suficiente en el Oriente Medio y el Golfo Pérsico sobre los que temblar, también tenemos el Atlántico Sur, ¡maldición!, dígame, ¿no le sucede nunca preguntarse si valía la pena, decirse -a lo mejor- hemos cometido un error, en una palabra Ud. no se arrepiente jamás?
Leopoldo Galtieri: No, señora periodista. No.
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Oriana Fallaci: Entonces, también ellos eran colonizadores. Como todos los argentinos, por otra parte, este país no pertenecía a los españoles, a los italianos, a los alemanes, a los franceses, a los ingleses, en suma, a los europeos, a los blancos que vinieron aquí y masacraron a los nativos hasta la última tribu como no sucedió siquiera en América del Norte, donde todavía hay, por lo menos, algunos pieles rojas. ¿Entonces, de qué se escandaliza? ¿Por qué define como colonias a las Falklands, perdón, las Malvinas?
Leopoldo Galtieri: Señora periodista, no retrocedamos tanto en el pasado. Analicemos las cosas como estaban en 1833, cuando los ingleses invadieron las Malvinas. Observe dónde están situadas las islas, cómo la plataforma submarina se extiende sobre aquella área y une la tierra firme con las islas y verá fácilmente la correlación natural que existe entre ellas y la costa argentina. Quiero decir no sólo históricamente sino también geográficamente, las Malvinas nos pertenecen, deben ser nuestras y nuestras serán.
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Leopoldo Galtieri: Señora periodista, existe un sentimiento. No el oro, no el petróleo, no la posición estratégica: el sentimiento de la nación argentina desde 1833. ¿Ud. no cree en el sentimiento del pueblo?
Oriana Fallaci: Yo creo que hablar de sentimientos del pueblo, desgraciadamente, encubre, casi siempre, verdades menos nobles: intereses políticos, intereses económicos, intereses militares o, más directamente, los intereses personales de quien manda. Por lo tanto le pregunto: ¿no podría ocurrir que aquellos islotes representaran a sus ojos un medio fácil para unir a un país dividido e infeliz, hacerlo olvidar una inflación que es tan irrefrenable como grotesca, y una deuda externa monstruosa, que hoy asciende a 36.000 millones de dólares, o sea del fracaso político y económico del régimen militar que Ud. representa?
Oriana Fallaci: Bien, pero muchos otros han tenido tal idea. La historia enseña que cuando las cosas van mal en una sociedad, en un país, aquellos que están en el poder hacen la guerra: así el pueblo se excita completamente y olvida los fracasos, los golpes, los crímenes de quienes gobiernan. En 1940 Mussolini entró en guerra por estas razones, no sólo por su megalomanía. ¿A propósito, también esta comparación le ofende?
Leopoldo Galtieri: Sí señora periodista. Me ofende mucho.
Oriana Fallaci: Menos mal. Pero si no hubo cálculo frío, señor presidente, ha habido errores de cálculo. ¿O debería decir ilusiones? Para comenzar, la ilusión de que Inglaterra no reaccionaría, no enviaría su flota tan lejos de casa. ¿O me equivoco?
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Oriana Fallaci: Santas palabras, señor presidente, pero suenan un tanto extrañas al oírlas pronunciadas por Ud., el representante de un régimen que no sabe qué hacer de la libertad y además la mata. La suya es una dictadura, señor presidente, no lo olvidemos.
Leopoldo Galtieri: Yo no lo llamaría dictadura. Aquí la gente habla más que en un régimen democrático. El régimen no es democrático, estoy de acuerdo. Pero no es ni siquiera duro como en otros países que se definen como democráticos. (...)
Oriana Fallaci: Si Ud. piensa así, ¿por qué pone a uno de los jefes de aquellos asesinos como comandante del puesto de las Georgias? Hablo, tanto por poner un ejemplo, del infame capitán Astiz que ahora se hace la víctima porque los ingleses lo tienen prisionero.
Leopoldo Galtieri: El capitán Astiz pertenece a la marina como 500 otros oficiales que detentan su rango y su responsabilidad. Debido a su rango y a esa responsabilidad se encontró en aquel puesto de avanzada en las Georgias cuando recuperamos las islas. Las acusaciones contra él deben ser probadas, señora periodista, y como buena demócrata Ud. debería saber que una acusación no vale sin no se la prueba con testimonios y hechos (...)
Oriana Fallaci: Señor presidente, en cuanto a libros he leído, incluso demasiados sobre esta vergüenza. Y Ud. no puede comparar los desaparecidos con los soldados que mueren en la guerra. Un desaparecido es una persona que es arrestada o secuestrada por un grupo de paramilitares porque no piensan como Ud., grupos paramilitares que Uds. inventaron y ahora no controlan más y después son conducidos a la policía militar torturados hasta la muerte y sepultado sin su nombre en cualquier fosa común o quizás lanzado al mar o al río de la Plata. Y el resto son chorradas, disculpe la brutalidad.
Leopoldo Galtieri: Señora periodista... aquí estamos, junio de 1982, para afrontar el presente y el futuro del país...
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