Lecturas
En el verano de 1991 Pedro Schwartz invitó a su maestro Karl Popper a un seminario sobre su obra en la Universidad Menéndez y Pelayo en Santander. Acudimos los discípulos y amigos de Pedro, entre los que estaba Mario Vargas Llosa, gran admirador del filósofo liberal austriaco. Las palabras de Vargas figuran en el libro aparecido dos años después (“Encuentro con Karl Popper”, Alianza Editorial). En los debates le preguntó a Popper: yo perdí las elecciones contra Fujimori porque Fujimori mintió; si yo hubiera mentido, quizá habría ganado, y habría sido mejor para mi país ese resultado que la victoria de Fujimori, pero ¿habría valido la pena mentir? Popper no lo dudó: nunca hay que mentir para el logro de ningún objetivo político. Vargas Llosa dijo que por eso mismo no lo había hecho él, y sobrevoló el aula la idea desasosegante de que el liberalismo tiene restricciones que los demás no padecen. El propio Popper, que fue comunista en su juventud, solía contar que abandonó la izquierda porque sus partidarios eran demasiado aficionados a mentir.
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