Julio Camba, aquel prodigio de ironía, escribió en un artículo que nunca criticaría a los “nuevos ricos” porque si alguna vez llegara a ser rico desde luego sería “nuevo”. Boutades aparte, todos sabemos que la expresión nuevo rico no se aplica a todo el que ha hecho fortuna recientemente, sino sólo al que la exhibe de forma exagerada, con mal gusto y por encima de sus posibilidades, pensando que mediante tal comportamiento se parece a los ricos de toda la vida. No sabe que estos, al no necesitar exhibir su riqueza, tienen como norma habitual actuar con discreción.
En los años que precedieron a la actual crisis económica, ¿hemos vivido como nuevos ricos? Las formas verbales en plural, en este caso el “hemos vivido”, siempre suelen ser inexactas. Algunos han vivido como ricos, otros menos, otros muy poco y muchos han seguido viviendo como pobres. Por tanto, no exageremos, a cada uno lo suyo.
Quienes durante estos años pasados seguro han vivido como nuevos ricos y por encima de sus posibilidades han sido las administraciones públicas, ahora tan ahorradoras y roñosas, sobre todo con los débiles. En Catalunya ya entramos en fase de campaña electoral y, como siempre en las campañas de este género, los candidatos nos explicarán sus programas, aquello que presuntamente van a hacer. Preferiría una campaña de otro tipo, una campaña en la que más que proponer planes futuros, los candidatos, sean del gobierno o de la oposición, explicaran mejor lo que han hecho en los últimos cuatro años, hasta qué punto han cumplido con lo prometido. Porque el mal estado de las cuentas públicas que genera esta reducción del gasto algo tendrá que ver con ellos: quizás han derrochado sin justificación alguna, quizás se han equivocado.
Desde luego ha habido dispendios famosos: los 400 euros y el cheque bebé de Zapatero, los 8.000 millones del plan E de ayuda a los ayuntamientos para obras menores, a los que ahora les falta dinero para pagar las nóminas. Esto en el plano estatal. En el plano local, fueron famosas las embajadas de Carod, sus viajes para promocionar lenguas indígenas en Latinoamérica, quizás para reducir la utilización del castellano. Aunque en cuantía económica esto fue de tono menor, meramente simbólico, casi todo es simbólico en Catalunya.
El otro día leía una información en el El País sobre la situación del nuevo aeropuerto de Lleida-Alguaire, inaugurado en enero pasado, que ha costado 97 millones de euros, el primer aeropuerto creado por la Generalitat y el único que no gestiona Aena. En las fotos que ilustraban el reportaje podía verse que se trata de una obra arquitectónica magnífica, un señor aeropuerto con todos los servicios. Todos, claro, a excepción de un pequeño detalle: casi no despegan ni aterrizan aviones. En estos momentos, sólo hay programados vuelos los viernes y los domingos. Los demás días, naturalmente, está abierto al público, pero sin vuelos. Debe de ser un espacio estupendo, con un vestíbulo amplio, un terrazo brillante, impecable, con un servicio de limpieza algo frustrado pero que sin duda cumple bien sus no difíciles tareas. Quizás podría utilizarse este aeropuerto para que los niños de las escuelas cercanas fueran a jugar a las chapas o a aprender cómo se coge un avión: el número de vuelo, la facturación de maletas, los controles, las colas en las puertas de embarque, las cintas en las que esperas con angustia la incierta llegada del equipaje. No es broma, tal como está la enseñanza, quizás sería una de las asignaturas más difíciles del curso.
Noventa y siete millones ha costado la obra, ya lo hemos dicho. Pero hay más: ahora estamos con los incentivos y las subvenciones. Para que este aeropuerto sirva para algo, la Diputación de Lleida y la Generalitat pagarán este año 1,6 millones a las compañías Ryanair y Vueling, además de un programa de ayudas a otras compañías todavía no concretado. Germà Bel, economista y conocido experto en la materia, dice que, “para ser rentable, un aeropuerto debe tener medio millón de pasajeros al año, y el de Lleida no tiene este mercado”.
De momento, 42.000 pasajeros lo han utilizado y esperan llegar a los 50.000 en diciembre. Por lo visto, confían mucho en los turistas que practican deportes de invierno. Ánimo,pues. Pero ¿cuántos esquiadores caben en las pistas de Baqueira y del Pallars? ¿Ya los han contado bien? De 50.000 a 500.000 hay un trecho. Aunque quizás son muchos los que quieren ir a esquiar… en avión. Nunca se sabe.
En todo caso, ninguna empresa privada se presentó al concurso para hacerse cargo de la gestión: debían estar dispuestos a invertir 20 millones de euros y pagar un canon anual de 2,2 millones. Las empresas se juegan el dinero de su bolsillo y deben dar cuenta de sus actuaciones ante sus accionistas. Las administraciones se juegan el dinero de nuestro bolsillo y no nos dan cuenta de nada. Ahí está la diferencia.
Esto es lo que había querido decir durante todo este artículo: menos programas electorales y más rendición de cuentas. Me parece que sí, las administraciones han actuado como nuevos ricos. Pero con nuestro dinero. Así cualquiera.
FFRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.
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