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¿Y si bajamos el salario mínimo antes de extender el subsidio?

por Juan Ramón Rallo.


Ante la polémica sobre si, como proponía recientemente el BCE, había que reducir el salario mínimo y ante la otra polémica sobre si había que mantener el subsidio extraordinario de 400 euros para los parados, se me ocurrió plantear por Twitter la siguiente pregunta: “¿Por qué trabajar por 400 euros al mes es indigno e ilegal pero recibir un subsidio estatal de 400 euros es un derecho social?”.
La cuestión no iba particularmente dirigida a defender la eliminación del subsidio de 400 euros (algo que podría defenderse, pero por otras razones) sino, simple y llanamente, a abrir un debate más sencillo: si consideramos digno y aceptable que una persona sobreviva con una renta estatal de 400 euros, ¿por qué elevamos a la categoría de indigno e ilegal el que una persona se gane esos 400 euros trabajando a tiempo completo (posibilidad prohibida merced a nuestras leyes de salario mínimo)?
La diferencia económica entre percibir un subsidio y un salario es fundamental: un trabajador recibe un salario porque contribuye a generar una riqueza que luego es vendida a los consumidores, mejorando el bienestar de estos últimos; un parado, en cambio, recibe un subsidio a partir de los impuestos que pagan los agentes que siguen generando riqueza, esto es, se apropia de una parte de la riqueza de esas personas sin entregarles nada a cambio.
Malos argumentos económicos
Entendería, y hasta cierto punto vería coherente, que una persona abogara por reducir el salario mínimo a, al menos, 400 euros al mes y, para aquellas personas que ni siquiera así hallen ocupación, promueva que se les asigne una ayuda temporal de 400 euros. Lo que me resulta incomprensible es que se opte por prohibir relaciones laborales de 400 euros (leyes de salario mínimo) y, en cambio, se considere imprescindible el mantenimiento del subsidio. ¿Acaso trabajar por 400 euros es indigno pero recibirlos sin trabajar no lo es?
La respuesta más inmediata para oponerse a la reducción del salario mínimo es que “con 400 euros no se puede vivir”. Pero si eso fuera así, ¿entonces qué ganamos conservando un subsidio de 400 euros con el que no se puede vivir? Ante esto, rápidamente se argumenta que la ayuda estatal de 400 euros constituye un auxilio transitorio a la espera de encontrar un trabajo. Pero, ¿un trabajo por el que se perciben 400 euros al mes no es una situación provisional a la espera de encontrar una ocupación mejor y con mayor remuneración?
Constatada la flagrante contradicción, entonces comienza el despliegue de malas intuiciones económicas. La más primaria y la que, en el fondo, más indignación genera es que si se pagaran salarios de 400 euros mensuales, “alguien se estaría aprovechando”. Ese alguien es, claramente, el empresario capitalista que, según este punto de vista, se lucraría a costa de abonar bajos salarios a los seis millones de parados.
Sin embargo, semejante explicación se topa con obstáculos muy serios. Si los empresarios españoles pudiesen pagar salarios de 400 euros mensuales a los seis millones de parados, ¿obtendrían una rentabilidad normalita (equivalente al 4-5% de su inversión) o una extraordinariamente alta? Si el caso es el primero, simplemente estaríamos diciendo que para crear negocios viables en España (que cubran el coste del capital) necesitamos salarios más bajos y, por tanto, no habría motivo para oponerse a la rebaja salarial (salvo que queramos impedir que se creen negocios viables en España). Si fuera el segundo caso, esto es, si pagar salarios de 400 euros fuera un auténtico chollo en relación con los ingresos que un empresario puede obtener mediante la venta de la producción de los trabajadores, nuestra predicción debería ser que, rebajando el salario mínimo a 400 euros, no sólo los seis millones de parados desaparecerían (pues sería una ganga contratarles y “explotarles”), sino que además la inversión extranjera entraría a tropel en nuestro país para dar empleo a las masas depauperadas. O dicho de otro modo, la inversión seguiría entrando en España hasta que el paro desapareciera, los salarios subieran y la rentabilidad de las empresas dejara de ser extraordinaria: si eso no sucediera, entonces es que la rentabilidad empresarial por pagar salarios de 400 euros al mes no sería tan extraordinariamente alta.
Pero, si lo fuera, ¿cuál sería entonces el problema de que los salarios se ajustaran a la baja transitoriamente hasta que se crearan en España nuevos modelos de negocio que permitieran ir abonando sueldos mayores con el paso del tiempo y la mejora de la productividad? ¿Acaso es preferible la alternativa de que el Estado se endeude hasta la bancarrota para proporcionarles a los parados subsidios de 400 euros que no contribuyen a crear esos modelos de negocio? No lo parece: a corto plazo, un parado que pasa a trabajar a cambio de 400 euros crea riqueza para los consumidores y a largo plazo contribuiría a relanzar la economía. Todo lo contrario que con los subsidios estatales.
Llegan entonces quienes sostienen que pagar salarios de 400 euros deprimiría aún más el consumo y hundiría la economía. De nuevo, el problema de esta tesis es triple: el primero, que lo mismo puede decirse de los subsidios de 400 euros. El segundo, que el crecimiento de las economías capitalistas no depende del consumo, sino del ahorro y la inversión. Y el tercero, que la situación española acredita que sus dificultades no vienen de la falta de consumo, sino la falta de inversión derivada de insuficiencia de oportunidades de negocio rentables. Y la falta de oportunidades de negocio no procede de la caída del consumo interno, sino de que no somos lo suficientemente competitivos como para vender mucho más al extranjero, y no lo somos por una cuestión de costes empresariales (entre ellos, el coste interno del trabajo). España se sigue endeudando con el exterior para financiar su gasto interno; un endeudamiento que ya no podemos permitirnos y que por tanto hay que reducir a cero (consumiendo menos y exportando más).
Esclavitud versus pobreza
Y en este punto es cuando todo intento por razonar colapsa y el interlocutor se limita a exclamar que con tales condiciones laborales volveríamos al esclavismo, lo cual constituye un disparate mayúsculo. Primero, porque entonces el subsidio de 400 euros al mes se convertiría, por idénticos motivos, en una forma con la que el Estado esclaviza o compra en propiedad a sus ciudadanos. Segundo, porque las relaciones esclavistas son coactivas, hasta el punto de que el esclavo no puede cambiar de trabajo si encuentra una oferta laboral mejor. Y tercero, por una falta de perspectiva geográfica e histórica: en muchos países europeos, salarios de 400 euros son la pauta general y hace 30 años en España se percibían sueldos medios reales de 900 euros (lo que significa que una parte de la población los percibía de 400 o 500) sin que nada de todo ello constituyera esclavitud.
No se trata, claro, de que uno desee volver a esas épocas pretéritas, sino simple y llanamente de diferenciar pobreza de esclavitud: ser más pobres (o mucho más pobres) de lo que lo somos ahora no nos convierte en esclavos, sino en más pobres. Y, de hecho, deberíamos ser conscientes de que la burbuja inmobiliaria, provocada y agravada por el intervencionismo estatal, sí nos ha pauperizado enormemente: negarnos a reconocerlo y a adaptarnos en consecuencia sólo hace que agravar nuestra ya de por sí precaria situación actual.
Al final, pues, toda esta instintiva crítica a los salarios bajos y su paralela defensa del subsidio estatal probablemente sólo sean un mecanismo de autodefensa: dado que si nos halláramos en una situación de desempleo preferiríamos cobrar un subsidio sin trabajar que trabajar por un salario tan bajo, tratamos de convencernos y de convencer a los demás de que tal escenario es el deseable, aunque objetivamente no lo sea. Desde un punto de vista social, sería mucho más generoso fabricar algo de riqueza para la comunidad (a partir de la cual cobrar un salario mensual de 400 euros) que arrebatar parte de la riqueza que generan los demás. Pero, desde el punto de vista individual, obviamente todos preferiríamos consumir sin producir (sin trabajar), de ahí que, incluso inconscientemente, se retuerzan los razonamientos para justificarlo.
La cuestión, sin embargo, sigue siendo: ¿por qué antes de entregar una renta estatal de 400 euros a los parados no descubrimos si puede crearse empleo y riqueza con salarios mínimos de 400 euros mensuales?

Two anecdotes and a complaint.

By Scott Sumner.

Here’s a couple anecdotes I’ve heard about unemployment insurance:

1. A couple years ago a commenter mentioned the following story from someone who ran a hotel in California. A dozen or so maids were laid off during the recession. After a few months the owner tried to hire them back. They declined, saying that with their husband’s income and their unemployment insurance checks they found they didn’t need the second income. But note; if they were collecting UI then they would be required to call themselves “unemployed.”

2. A few days ago an acquaintance mentioned that he heard the following story from a Chicago taxi driver. He said it was hard to keep drivers, because they’d work for a few months and then go collect UI.

How are we to react to stories like these? Are they apocryphal? After all, you can’t collect UI if you quit your job. Except you can, I’ve known people who did so. Are they not politically correct? Do they represent “blaming the victim?” (Something I’ve been doing a lot recently.)

OK, here’s my complaint. I don’t like the way progressive bloggers talk about this issue, for all sorts of reasons (which have nothing to do with ideology–I’m not hostile to their policy views.) There’s a suggestion that anyone who talks about the disincentive effects of UI is somehow either clueless or cold-hearted. Maybe that’s true of some, but there are all sorts of reasons to take this issue very seriously. And suggesting UI has effects on employment is not the same thing as calling unemployed people “lazy.” Consider the following:

1. The statistical evidence on UI is overwhelming significant. When the UI benefits maxed out at 26 weeks, there was a spike in the number re-employed right after the benefits ran out. That’s not to say the benefits are necessarily inefficient, if the spike was due to the income effect then UI might actually make the job market more efficient. But it’s hard to dispute the fact that UI insurance does have some effect on labor supply. And that means some effect on employment, as studies show that the effects on unemployment duration even occur in areas with double digit unemployment.

2. Many Western European countries such as France saw their natural rates of unemployment rise from around 2% in the 1960s to about 10% in the 1980s. We don’t know all the reasons, but the most plausible explanations have to do with various labor market policies. Progressives have NEVER come up with a plausible explanation for this sharp rise in the European natural rate of unemployment. Until they do they have no business calling out conservatives who warn that the same thing could happen here.

3. Denmark recently found that their four year maximum on UI benefits was distorting the labor market, and cut the maximum duration to 2 years. Denmark is arguably the most progressive, most civic-minded country on Earth. Were they just imagining this problem? Were the policymakers over there hypnotized by Casey Mulligan?

4. Both liberals and conservatives seem prejudiced against the proletariat, but in slightly different ways. Some conservatives seem to think the unemployed are lazy, not willing to work hard. This outrages liberals, but I find their defense of the unemployed to be just as offensive. They seem to concede that if UI did increase unemployment, then the accusation of “laziness” would be valid. That’s easy to say if you have a nice, cushy, interesting white collar job that pays well.

I used to do various construction jobs like painting and roofing. It’s work I can do. Suppose I lost my six figure job and was offered a job paying $20,000 a year doing roofing. Would I take it? No, I’m too “lazy.” I’d keep collecting those UI checks and keep looking. Now consider those lucky hotel maids that were offered jobs paying something like $20,000 for the privilege of cleaning toilets and watching naked IMF chiefs parade around. And let’s assume they didn’t need the money because their husband had a job and they were also getting UI checks. And maybe they had kids they wanted to spend time with. How’s their decision any different from mine? Don’t we all follow self-interest? How does all this moralizing advance the positive issue of how many people are unemployed due to the 99 week UI maximum.

I don’t think anyone claims it’s the reason for all unemployment—large numbers of unemployed don’t even collect UI insurance. My guess is that around 1 out of every 100 Americans are current unemployed due to extended UI and higher minimum wage rates. Casey Mulligan seems to think it’s 2 or 3 out of 100. I think that’s too high, that AD is still a big problem. But we ought to be able to have a civil debate without descending into personal attacks. It’s an empirical question, and until we understand it that way we won’t be able to make sensible policy judgments. My hunch is that the Danes have already reached this understanding.

Now for a curve ball. I’m not calling for less UI right now. I’d like to see more monetary stimulus, and then gradually reduce the maximum UI benefits as jobs become more available. So I have “progressive” views on the AD question. But just because AD matters doesn’t mean AS stops mattering, no matter what the new-old Keynesian models tell us, and no matter how squeamish we are about talking about the issue.

In the long run we should reform UI to give workers more “skin in the game” (and idea progressives seem to hate.) If it’s going to worsen inequality, then accompany it with actions that make the payroll tax more progressive.