"Existen, a grandes rasgos, dos modos de defender que la democracia es el mejor (o el menos malo) de los sistemas políticos conocidos hasta hoy. Uno consiste en mostrar la democracia como un terreno donde ciertos valores, buenos de por sí (el pluralismo, la libertad de expresión o religiosa, el respeto a las minorías, la igualdad de derechos, la propiedad privada…), florecen mejor. Y donde ciertos males (el abuso de poder, las detenciones arbitrarias, las torturas, las injerencias en nuestra vida privada…) tienen más arduo prosperar. Esta manera de defender la democracia reposa, por tanto, en una idea: que hay una diferencia entre el bien y el mal; y que la democracia es buena porque es un método que contribuye al primero y pone coto al segundo.
El segundo modo de abogar en pro de la democracia es completamente diferente. Según esta segunda forma de ver las cosas, en realidad no está nada claro que haya bien o que haya mal. Ahora bien, justo porque no está nada claro qué sea lo bueno y qué sea lo malo, para eso viene en nuestro auxilio la democracia: puesto que ninguna opinión vale más que otra, puesto que ninguna opción es de por sí mejor que ninguna otra, dejemos que sea el mero número de los que apoyan el que decida. Que la cantidad decida la calidad. Al fin y al cabo, este método siempre será menos incómodo que usar la violencia para acceder al poder. Un jurista, al igual que Arnold Schwarzenegger, austronorteamericano, Hans Kelsen, se halla entre los principales sostenedores de esta concepción, que podríamos llamar relativista. (De la otra concepción han sido tan variopintos los valedores que cuesta darle un nombre o un autor como portaestandarte)."
"Alguien, como yo, que no solo cree que existen cosas buenas y cosas malas, sino que la democracia ayuda a fomentar las primeras."
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